Según la Justicia
Federal, los ejecutores del pianista pertenecían a la Policía de la Provincia
de Salta
Martín Salazar (al medio, de traje blanco), atrás suyo, el "Negro" Víctor Ruiz, y otros músicos de la orquesta. (Foto: Facebook de Alejandro Ahuerma) |
Por Romina Chávez Díaz
Agensur.info transcribe,
a continuación, una nota de la periodista Romina
Chávez Díaz, publicada en el sitio www.salta21.com , referida a la
investigación por el asesinato del pianista salteño Martín Salazar, ocurrido en
1975. Ese crimen expuso la persecución de la que eran objeto los artistas, intelectuales
y militantes salteños durante la última etapa del gobierno de Isabel Perón y
los posteriores años de la dictadura militar.
A cuarenta años del crimen y luego de 8 años de
investigación, el Juez Bavio resolvió ordenar el procesamiento de los imputados
Miguel Raúl Gentil y Joaquín Guil, Jefe y Director de Seguridad de la Policía
de Salta, respectivamente; dictar prisión preventiva y trabar embargo sobre sus
bienes, por el asesinato de Martín Salazar ocurrido el 1 de octubre de 1975,
encuadrado como de lesa humanidad por formar parte del contexto de la represión
en Salta, con el agravante de “alevosía”, ante la indefensión de la víctima. El
Poder Judicial de la Nación entiende que los ejecutores fueron integrantes de
la Policía de la Provincia, quienes actuaron en virtud de las órdenes de estos
dos altos jefes.
En el Expte. Nº 1.278/75, puede leerse el informe completo
sobre las circunstancias del crimen del pianista, las declaraciones de los
testigos, de los imputados, de los jueces que actuaron en la causa y sobre
todo, los móviles del crimen. Al respecto, sobresale un dato en particular: dos
días antes de ser asesinado a quemarropa por dos proyectiles calibre 22, Martín
Salazar expresó a los integrantes del “Club amigos de la Policía Federal” que
concurrían al cabaret “Sansusi” donde tocaba tangos y boleros, “No toco para
los asesinos de mi gente”. Esto le costó la vida. A este “club” pertenecieron
Federico Livy, delegado de la Policía Federal, Roberto Romero, director de El Tribuno, y Ricardo Maluf,
comerciante, entre otros “amigos” de las fuerzas.
La investigación que obra en el Expediente, desmiente la
versión publicada por el diario El
Tribuno donde se daba la versión de que el pianista había recibido dos
puñaladas que le causaron la muerte.
Consta en él, que Martín Salazar era hostigado
reiteradamente por órdenes de Guil y Gentil, además de ser humillado por los
integrantes del Club. Días antes de ser hallado muerto en su casa de calle
Francisco Arias 639, había recibido un golpe en uno de los ojos, producto de un
culetazo de arma. Tanto su propiedad como la casa de su hermana de calle
Lavalle Nº 173, fueron allanadas reiteradas veces.
La Justicia Federal atribuye el móvil del crimen a la
ideología y militancia política profesada por sus familiares, quienes fueron
objeto de hostigamiento y persecución desde finales de la dictadura de Lanusse,
y debieron soportar sucesivos allanamientos a sus viviendas por parte de la
Policía Federal y el Ejército. Marcelo Christian Salazar fue detenido por
cuestiones políticas y al momento del asesinato de Martín se encontraba
exiliado en Perú. Fue acusado de subversivo por las Fuerzas Armadas. Alfredo
Ahuerma era un delegado sindical de la bancaria, elemento considerado peligroso
en este contexto. En tanto que, las obras escultóricas y pictóricas de Irma
Narcisa Salazar que se hallaban en el Centro de Estímulos de Bellas Artes,
fueron completamente destruidas.
Este crimen pone al descubierto la trama siniestra que
involucra a organizaciones corporativas y grupos de tareas que actuaron contra
artistas, referentes culturales y militantes bajo la administración de López
Rega e Isabel Perón, quien hoy se pasea por las calles de Madrid en tours de
compras.
Hubo un intento por desviar el móvil del crimen. En el
Expediente se deja entrever que este asesinato se puede leer como “venganza o
mensaje para sus familiares”.
Cuando la víctima cerró el piano ante los “asesinos de su
gente”, la negada solicitud escribió la historia más perversa sobre un músico
de la provincia de Salta, un amanecer del 1 de octubre de 1975, cuando la
Triple A avanzaba entre las sombras.
La investigación de este hecho obedece a la denuncia
realizada por el escritor Juan Ahuerma Salazar ante la Fiscalía Federal Nº 2.
Pero entre las pruebas adjuntas, además de los libros de Raquel Adet y Lucía
Barquet (donde figura el relato de Alejandro Ahuerma sobre las circunstancias
de la muerte de su tío), notas periodísticas, etc., figura la denuncia de Pilar
Salazar, hermana de Martín, ante el Ministerio del Interior.
Al momento de la noticia del crimen, la Policía entregó el
cuerpo del artista a sus familiares, luego de que supuestamente se le hubiere
practicado una autopsia, situación que- se aclara en la causa- se contradice
con la realidad ya que se dejó abierto el féretro para practicar autopsia el 4
de octubre. El cuerpo se hallaba a la vista y en estado de putrefacción. Según
el empleado del Cementerio de la Santa Cruz donde fueron llevados los restos de
Salazar, el Juez Javier Alderete había dado la orden de practicar nueva
autopsia. El funcionario al interrogar a Pilar, la hermana, sobre si sabía
quién había cometido el crimen, ella respondió “Ustedes”, motivo por el cual
fue detenida, acusada de “desacato”. Las declaraciones del Juez que obran en el
documento, aclaran que fue liberada inmediatamente para que pudiera asistir al
velorio de su hermano.
El Juez Alderete, declaró que el pianista había recibido dos
balazos a quemarropa, según pudo corroborarse – aclaró. Señaló además que, el
Subcomisario Echenique fue designado para llevar adelante la investigación e
indicó que el Jefe era Gentil; el subjefe, Mendíaz; y que Guil, manejaba las
fuerzas.
Por su parte, tanto Guil como Gentil, negaron toda
vinculación con el crimen y el hecho de conocer a personas algunas involucradas
en él.
Varios testigos, entre ellos Segundo León Pérez, Jaime E.
Martínez y Raúl Dávalos Anover, declararon que el músico no tenía enemigos.
Pero se supo, los enemigos pueden surgir por determinadas circunstancias.
Alberto Acuña, amigo del pianista, declaró – entre otras cosas- que no lo veía
hace varios días y fue sobreseído de la causa. Acuña – según refirió en
declaración testimonial- se enteró de la muerte de Martín porque este no había
asistido a “Tequila Go-Go”- donde también tocaba- y le habían buscado un
reemplazo.
En el sumario policial, consta la declaración de Víctor
Ruiz, quien acompañaba como cantante a Martín Salazar y eran “amigos de toda la
vida”- según manifestó. Definió a Martín como “bonachón”. Tocaban “melódico”-
expresó. Se conoce la pena del cantante por la muerte de su compañero con quien
hacía un gran dúo. Curiosamente, el Negro Ruiz fue asesinado 15 años después.
En definitiva, le cupo responsabilidad a Gentil y Guil en el
contexto de la represión ilegal imperante en el país - como obra en los considerandos
del fallo y se cita otros crímenes de lesa humanidad- en la época de la
dictadura militar. “En su calidad de Jefe y Director de la Policía de la
Provincia de Salta, dispusieran la muerte del antes nombrado” (Martín Salazar).
Se constató sucesivas persecuciones desde el año 1974 por
parte de la Policía de Salta, la Policía Federal y el Ejército Argentino.
Alrededor del cuerpo de la víctima fueron halladas dos
cápsulas servidas que confirman los tiros de gracia que recibió Salazar. El
médico legal de la policía (Tamayo Ojeda) certificó una herida de bala con
orificio de entrada en el tórax y otro, en la cara posterior de hemitóraz
izquierdo (ambas sin orificio de salida), y sugirió practicar autopsia, la cual
– posteriormente- dio como resultado que la causa de muerte fue la herida en el
corazón por un proyectil calibre 22.
Pero el fallo señala las irregularidades efectuadas por la
policía quien dejó el féretro abierto para practicar autopsia completa y arrojó
la camiseta ensangrentada que vestía la víctima, envuelta en diario de papel,
al hogar de la leña, en presencia de sus familiares al momento de ser velado el
cuerpo. Dicho elemento era una prueba indispensable para corroborar los
disparos.
Irregularidades, apremios, represión y muerte. Heridas, en
definitiva, que no cierran ni podrán cerrarse jamás ante la pérdida de un ser
querido. Me pregunto si la Justicia puede ser completa. Creo que de alguna
manera sí, aunque se padezca de impotencia y de ignorancia de ciertas
cuestiones que quedarán en la mente de los responsables.
Un pianista asesinado. Una historia de sangre que involucra
a una familia completa que vivió el desasosiego y la desventura de la
humillación y la violencia; y que pese a todo, recibe aires reparadores casi
cuarenta años después.
Cerrar el piano ante los asesinos fue como cerrar los ojos
eternamente. Alguien que muere por sus ideales y convicciones, por la memoria
de los amigos, y por el honor, es alguien que jamás claudicó ni se entregó. Dos
orificios de bala no pudieron matar la historia de un valiente pianista de
nombre Martín Salazar. Sus notas, siguen sonando.
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