La modificación hecha
por el Gobierno complica la tributación
en vez de volverla más simple.
Por J. Valeriano Colque (*) |
El Gobierno nacional decidió modificar el Impuesto a las
Ganancias para los empleados registrados en relación de dependencia incluidos
en la cuarta categoría del gravamen.
Este tributo se ha convertido en un verdadero despojo al
salario y a las jubilaciones, pues sus escalas no fueron adaptadas a la
inflación real.
El ministro de Economía de la Nación, Axel Kicillof,
minimiza el problema cuando dice que sólo afecta al 11 % de los empleados, sin
incluir en ese porcentaje a los autónomos ni a los pasivos. Además, sostiene
que el impacto es menor al que se observa en Brasil y Chile, pero no considera
la elevada presión fiscal total, entre las más altas del mundo.
La compleja resolución 3.770/15 de la Administración Federal
de Ingresos Públicos (Afip) mantiene la división original de los empleados en
tres categorías en función de los ingresos que tuvieron entre enero y agosto de
2013.
La norma ahora establece 12 nuevas subcategorías para
quienes ganaban entre 15 mil pesos y 25 mil pesos en el período mencionado. Las
subcategorías se establecen en función de los ingresos de hace más de dos años,
lo que obliga a una exhaustiva revisión de los montos percibidos, y esto suma
más complejidad al cálculo final. Las 12 subcategorías tendrán nuevos mínimos
no imponibles luego de sumarse las deducciones de ganancias no imponibles,
cargas de familia y la deducción especial. En definitiva, un procedimiento
kafkiano que complica la tributación en vez de volverla más simple.
Entre otras inequidades, la nueva resolución deja exentos a
quienes en el período indicado percibían como salario bruto mensual y habitual
menos de 15 mil pesos. Esto, pese a que ese trabajador haya recibido aumentos
salariales o promociones laborales y su haber supere hoy el de quienes deben
tributar Ganancias. Esta inequidad podría generar planteos de
inconstitucionalidad, entre otros defectos de la norma.
Los cambios no dejaron conformes a los trabajadores, ya que
si los futuros acuerdos salariales superaran el 25 %, derivarían en un
incremento de la carga tributaria en el segundo semestre, cuando se produzca el
impacto pleno de los nuevos haberes. En los extremos más altos de las nuevas
subcategorías–de 21 mil a 25 mil pesos–, el eventual beneficio será rápidamente
revertido, tal vez ya en el primer tramo de las paritarias. Aquellos que en las
fechas mencionadas ganaban más de 25 mil pesos podrían ser gravados en niveles
similares a los de las grandes empresas.
El país necesita encarar una profunda reforma del sistema
impositivo que permita bajar la carga fiscal, clarificar el origen y el destino
de los diversos impuestos, simplificar sus procedimientos y evitar los tributos
en cascada, entre otros cambios no asumidos por el actual Gobierno.
Poco aporte para el
consumo
La kafkiana resolución sobre el Impuesto a las Ganancias
aportará poco para el consumo. Quizá algo en los sueldos que se cobrarán en
junio y julio, que el ministro Axel Kicillof estimó entre 3 y 5 %.
En el segundo semestre, con el impacto de los aumentos
salariales–que tendrían un piso de 25 %–la foto que hoy publica el Gobierno se
volverá vieja. La película (Ganancias es un impuesto anual) resultará negativa
para los empleados, que soportarán una mayor carga impositiva y no podrán
recuperar la pérdida del salario real de 5 % en 2014.
La UOM–que conduce la CGT kirchnerista–resolvió un paro de
36 horas, que quedó en suspenso por la conciliación obligatoria. Los bancarios,
integrantes de esa central obrera, también pararon. El Sindicato de Luz y
Fuerza, que defiende “el modelo nacional y popular”, se movilizará en la semana
al igual que el gremio de comercio.
Los efectos colaterales de la incomprensible medida sobre
Ganancias: ayudará poco al consumo; los gremios mantendrán su conflictividad y
no favorece a los políticos K. ¿Por qué se hizo? El indisimulable déficit
fiscal–que rondaría este año los 250 mil millones de pesos–no permite abrir más
la mano.
El consumo cayó en todos los canales 1,4 % en 2014, según la
consultora CCR, que mide volumen de ventas. La baja siguió en enero (0,2 %) y
en febrero (0,4 %), aunque híper y supermercados tenían números azules en
comparación con almacenes y autoservicios. En marzo, se derrumbaron todos: 1,6
%.
En Salta, los almacenes tuvieron su abril: recuperaron 1,1 %
en relación a un año atrás, pero en 12 meses las ventas retroceden 23 %. Y también hay un cambio de hábito en alimentos:
se compra más queso cremoso, pollo y yerba mate que lácteos, carne y café. En
resumen: productos más baratos. Además, aumentaron las compras con tarjeta, la
mora en el pago y la incobrabilidad.
Las ventas de los locales comerciales mejoraron 0,9 %, en
relación a meses malos de 2014.
Los “brotes verdes”–como se llamó en Estados Unidos la
recuperación de algunos sectores tras la caída por las hipotecas subprime–se
notan en las ventas de terrenos y de materiales para la construcción, admiten
en las inmobiliarias y corralones. ¿Qué sucede? Los planes Procrear alimentan
el sueño de miles de familias de construir una vivienda propia para escaparle
al alquiler.
El otoño, más cercano a un invierno, se mantiene en la
industria automotriz, cuya producción cayó 21 % en abril. La demanda interna no
alcanza y Brasil atraviesa la peor fase del ajuste.
¿Cómo sigue la película?
No habrá mucho más hasta que el panorama electoral se aclare. Los
próximos meses traerán números favorables porque la comparación se hace con el
período de mayor impacto de la devaluación de enero de 2014. En término
futbolístico, el empate es buen negocio.
Oportunidad histórica
para barajar y dar de nuevo
De los distintos embrollos que dejarán 12 años de
kirchnerismo en las instituciones y en la economía argentina, el tema fiscal
será–sin duda–, el más complicado de desanudar.
Repensar el aporte al fútbol, racionalizar el desquicio de
Aerolíneas Argentinas, reorganizar los subsidios al transporte y la
electricidad no serán temas fáciles. Pero serán insignificantes al lado de la
gran tarea pendiente: un nuevo esquema tributario que simplifique el laberinto
actual.
Parche sobre parche, el sistema impositivo argentino no da
para más. Agobia sólo mirar el esquema que “explica” cómo se recauda y reparten
IVA, Ganancias, impuestos internos, cheque, ganancia mínima presunta,
monotributo, bienes personales, comercio exterior, tasas varias e infinidad de
cargos a distintos consumos.
Desarmar esa madeja que lleva décadas de enredos es tan
sensible como desactivar una bomba: cualquier cambio va a desfinanciar algún
sector, desnutrir algún interés o cortar alguna prebenda. Y ya se sabe: en
Argentina (más que en cualquier otro lugar), el que no llora, no mama (y el que
no afana es un gil, para completar el párrafo del tango).
El confuso anuncio de Kicillof sobre el Impuesto a las
Ganancias de esta semana es un excelente botón que vale de muestra: presentando
de una forma, la letra chica termina diciendo otra cosa y la ejecución práctica
de la medida–en muchos casos–terminará con el absurdo de asalariados pagando
más que antes del “beneficio”. Corregir las distorsiones de este tributo es tan
simple como cambiar la “tablita” y definir nuevo piso de tributación. En lugar
de esto se armó un alboroto de ampliación de deducciones que termina
confundiendo hasta a los expertos.
Como corolario, la soberbia del ministro Kicillof al
presentar la medida termina enfadando por su tono hasta a los pocos
beneficiados.
En cuenta regresiva hacia las elecciones, preocupa que los
principales candidatos no tengan una posición clara sobre este tema. ¿Alguno se
animará a encarar la discusión de la Ley de Coparticipación pendiente? Y si
alguno lo declama, ¿cómo piensa plantear una discusión sobre la que la misma
Constitución impone unanimidad de criterios a la hora de la firma final de
todas las provincias?
Tantos nudos anudados quizá nos plantan frente a una
oportunidad histórica: barajar y dar de nuevo. El momento histórico es
propicio. La duda es la capacidad y el valor de nuestros líderes.
(*) Economista
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