El Gobierno
reparte simpatías y odios cambiantes. Los guiños de Kicillof y
los papeles que
preocupan a De Vido.
Por Roberto García |
Con orgullo de primerizo, Axel Kicillof presumió
hace poco tiempo de una deuda que contrajo –dentro de la paradojal
política de desendeudamiento que pregona la Presidenta– a tasa exorbitante,
pero sin pagar comisiones. Y, además, sin la intervención de los bancos.
“Haciendo patria”, le faltaría agregar, como reza el slogan al que se ha
aferrado Cristina como identificación última de su gobierno, algo así como todo
va mejor con cierta gaseosa.
Al margen del orgullo nacionalista y en oposición a las comisiones y bancos que participaron en otros préstamos anteriores y con amigos como Daniel Scioli y gobernadores afines (también con Mauricio Macri), resultó una novedad que para financiarse un académico y su bisoño equipo incursionaran en un sendero infrecuente.
Al margen del orgullo nacionalista y en oposición a las comisiones y bancos que participaron en otros préstamos anteriores y con amigos como Daniel Scioli y gobernadores afines (también con Mauricio Macri), resultó una novedad que para financiarse un académico y su bisoño equipo incursionaran en un sendero infrecuente.
Claro que, cuando se trata de pedir
prestado otorgando garantías suficientes, se debe haber dicho el ministro,
siempre habrá proveedores para facilitar el negocio. Aunque les pese a los
holdouts. Y para lograr su fin, la emisión de deuda, al parecer, apeló entre
otros al expertise de un tiburón del rubro –formado en el Citi, tapado de
títulos de países en situación de crisis y, además, socio mayoritario de dos
bancos, uno en España y otro en Italia–, quien asesoró gratuitamente a Kicillof
luego de todos estos años en que sólo disfrutaba de la tertulia gratificante de
Carlos Zannini: David Martínez.
Como se sabe, este mexicano
americanizado de particular trayectoria y con estudios teológicos en el propio
Vaticano aguarda el visto bueno de la señora Presidenta para hacerse cargo
formalmente de Telecom en la Argentina, operación ya
celebrada entre privados. Desde hace varios meses se dilata
la aprobación del Gobierno, un engorroso trámite y quizás susceptible
de otras incorporaciones societarias (al respecto, esta exitosa compañía
registra una historia hilarante y escandalosa en el mundo de las
comunicaciones, con participaciones de agentes vinculados al Gobierno desde los
tiempos de Néstor Kirchner, como Ernesto Gutiérrez, la familia Werthein, Raúl
Moneta, Matías Garfunkel y el siempre vigente Jorge “Corcho” Rodríguez). Si
bien Martínez consiguió superar todos los obstáculos, su emprendimiento
quedó estancado, quizás por la rémora de su
asociación con el Grupo Clarín o las sospechas de privilegiar
las pretensiones políticas de Sergio Massa, a quien llegó en otra epoca merced
a Amado Boudou y otro habitué financiero del candidato. Nadie cree que estos
dos episodios compliquen la operación de Martínez con Telecom; por el
contrario, vía Zannini, el Gobierno siempre mantuvo una estrecha relación con
el poderoso financista al que –por lo menos– le demandaron consejos sobre la
reyerta con los fondos buitre, sus colegas de mercado. Y ahora, seguramente,
sobre la última emisión de deuda.
Sorprende, eso sí, que la
piedad presunta sobre Martínez –igual habrá que ver cuándo obtiene la
autorización de Cristina–, por su cercanía a Massa, no se extienda a otros
hombres del mundo de los negocios que también merodean al aspirante de
Tigre. Por ejemplo, Carlos
Bulgheroni, quien ahora parece más alejado de esa postulación ante
la diáspora evidente, pero al que le imputan –junto a otros empresarios
locales– auxilios económicos para la campaña de Massa. No se entiende la
amabilidad con uno y el frenesí casi confiscatorio con el otro, aunque la
actividad de Bulgheroni encierra otro tipo de enemigos e intereses en las
inmediaciones del Gobierno: Cristóbal López por un lado, Miguel Galuccio por el
otro. Con uno, los intereses privados están resentidos desde hace mucho tiempo
y se advirtió en el conflicto en las violentas huelgas que hasta bloquearon la
producción petrolera hace un par de años, ahora incentivados por la propensión
de López –a cargo esta semana del Banco Finansur bendecido por Vanoli y los
directores de Kicillof que entienden como nula la incompatibilidad entre el
dominio del juego y el ejercicio bancario, casi una nueva jurisprudencia– a
ampliar más su radio de negocios. Con YPF es menos expuesta la belicosidad, responde
al criterio de que la empresa más importante del país no dispone del mayor
yacimiento del país, Cerro Dragón (como si ese detalle fuera justificativo de
una onerosa y discutible gestión).
Por supuesto, el nudo del
conflicto no es ideológico sino la explotación
de Cerro Dragón, basado en una extensión contractual que le otorgó
Chubut (Das Neves gobernador, Buzzi ministro) a PAE (Bulgheroni, British
Petroleum y la china Cinop) cuando gobernaba Néstor Kirchner.
En aquel momento casi nadie
dijo nada y, de repente, en los medios oficialistas se descubrió hace poco que
hubo anomalías o coimas en la aprobación, amparados en una investigación que
realiza la SEC norteamericana al respecto y a la que, entre otros, debió hace
unos meses asistir José Luis Manzano como eventual participante o
intermediario, episodio que lo sorprendió en Estados Unidos, esquiando, tanto
que debió comprarse un traje para la citación. Hubo un bombardeo de
cuestionamientos mediáticos al sospechado contrato hasta que apareció la versión
de que el ministerio de Julio De Vido había redactado esas escrituras,
tema que el ministro rechazó con una declaración poco difundida y a pesar de
que en PERFIL se divulgó un antecedente similar provisto por
su cartera: sostuvo el funcionario que mal podría intervenir en aquel episodio
cuando se trató de una operación entre un grupo privado y el gobierno
provincial, incluyendo la Legislatura chubutense, en el que la Nación no
disponía de autoridad. Menos él. Algo así como la excusa del affaire Skanska
que lo salpicó en otros años, “una cuestión entre privados”, como alegó para
que algunos magistrados durmieran la denuncia. Lo singular del caso es que, en
esos mismos meses, también Santa Cruz y su Legislatura automática aprobaron
asimismo una extensión semejante de contratos en materia petrolera asociados
con Bulgheroni, de la cual el Ministerio de Planificación seguramente dirá que
nada tuvo que ver.
Tampoco el presidente de
entonces, se supone, cuando nadie ignora que Kirchner gobernaba casi en
simultáneo la Nación y la Provincia.
Las represalias sobre
Bulgheroni por su amistad con Massa y los intereses económicos a capturar (o
compartir) se han detenido en apariencia, no vaya a ser que aparezcan cadáveres
propios al remover la tierra.
© Perfil.com
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