Por Martín Risso Patrón |
Pieza
musical y coreográfica
para siete instrumentos,
de Ígor Stravinsky
y
Charles-Ferdinand Ramuz
[Primera
puesta integrada: Música, Literatura, Danza].
-Directora
General: Carolina M. Ceriani Navonni
-Elenco:
Lucas
Delasoga - El
Soldado;
Estela
Plaza - El
Diablo;
Antonella
Cardozo - La
Princesa;
Blanca
Zintak - Narradora.
Carolina Ceriani Navonni dirigiendo la Orquesta de Cámara y la puesta de L'Histoire du Soldat. |
Directora: Carolina
M. Cerinani Navonni
Rocío
Rojas - Violín;
Juan
Ruiz - Contrabajo;
Alberto
Fernández - Clarinete;
Enzo
Zuleta - Fagot;
Franco
Napoleón Abán -Pistón;
Víctor
Vilte - Trombón;
Luis
Omar Olivera - Percusión.
Iósif
[José], un soldado sin guerra, que encanta al mundo con su violín, se
encuentra, luego de entregar las armas, con la novedad de que en su tierra aquel
Personaje lo busca para hacer un negocio muy interesante. A cambio del
violín, le entregará el Libro que Predice el Futuro, lo que podrá
significarle un vuelco muy importante en su vida, haciéndolo muy rico... Pero
todo lo que tenía [incluso a su novia] lo perdió en los tres años que le
llevara enseñar a tocar el instrumento al Diablo, que es el personaje en
cuestión, y desea recuperar su instrumento... Por supuesto con un desarrollo
propio de los cuentos populares del ruso Alexander Afanasiev, entre los que se
encuentra la adaptación de Ramuz-Stravinski de esta Historia del Soldado.
Así
más o menos se nos presenta el relato fantástico que adaptara el suizo
francoparlante Charles-Ferdinand Ramuz, y que en el año 1918, con su amigo Ígor
Stravinski [a la sazón exiliado de Guerra en la Federación Helvética] diseñaron
una obra integradora literaria, dancística y musical. Stravinski le compuso
música, incluyendo el Ragtime, que identificara a parte de su obra, para siete
instrumentos: violín, contrabajo, fagot, corneta, trombón, clarinete y
percusión, justo en la época de su producción musical más rusa. Y entre ambos
escenificaron una puesta con tres actores [el Soldado, el Diablo y la Princesa,
y el Narrador].
«La
música es incapaz de expresar nada por sí misma» afirmó Stravinski en su
trabajo teórico “Poética musical”. De hecho, fue y es reconocido por su afán de
integrar la música con el arte escénico; de ello nos hablan sus
colaboraciones con Pablo Picasso [Pulcinella, 1920], Jean Cocteau
[Oedipus Rex, 1927] y George Balanchine [Apollon Musagete, 1928].
En
Salta, el lunes 27 de abril de 2015, tuvimos la dicha de asistir a la delicada
pero no menos fuerte puesta en escena de la obra “L’Historie du Soldat” [La
Historia del Soldado], con coreografía de la Maestra [permítaseme
nominarla con justicia artística de esa manera], Carolina M. Ceriani
Navonni, quien musicalizó también la pieza con orquestación de Cámara,
dirigiéndola.
Esa
puesta satisfizo dos extremos simétricos caros a la historia de la Música: El
interés de los autores, y la necesidad del público; tanto Ramuz como Stravinski
imaginaron que la obra excedía el marco literario, como el musical, y el
dramático, imaginando el juego escénico y coreográfico de los tres
protagonistas. Todo eso, en un marco formal de Tango, Vals y Ragtime,
cuestiones técnicas musicales en las que no incurro por no ser especialista,
pero que sí me permito manifestar mi gozosa opinión por la justeza de la Batuta
y la ejecución.
Cerinani
Navonni, atenta a los tres aspectos señalados: La convicción de Stravinski de
que «La música es incapaz de expresar nada por sí misma», el diseño de
producción final de “L’Histoire du Soldat”, imaginado por el escritor Ramuz y
su amigo, el músico, y finalmente la apetencia natural del público de gozar un
sublime momento de integración de las artes, tomó sus cuadernos de diseño
escénico, sus papeles pentagramados, y su propia batuta. Entonces, dirigió la
primera puesta integrada de la Historia del Soldado, como lo quisieron sus
autores.
El
resultado, queridos salteños: La fuerte y a la vez delicada puesta de una obra
literaria, musical y coreográfica que por primera vez en la historia, se
mostrara como debe ser: Un maravilloso ensamble acústico; una puesta impecable
con una administración exacta de los escasos recursos de mobiliario escénico
[tal como habrá sido la puesta en 1918, que contara con un escenario circular y
escueto], y un desempeño orquestal, actoral y coreográfico que mantuvo al
espectador pendiente de la trama, del sonido, del color y de la narración, sin
respiro. Además, con el valor agregado de la sensibilidad de una Maestra
destinada a poner a nuestras artes en el Parnaso perenne de la Música, las
Letras, y la Danza, acompañada de jóvenes artistas cuya promesa para adornar la
Cultura de Salta está a la vista.
Este
modesto relator, lamenta no haber leído aún, en las crónicas sociales
artísticas de alcance popular, una crítica acorde con el evento.
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