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sábado, 23 de mayo de 2015

La suma de todos los miedos

Scioli aún sospecha que lo pueden dejar afuera. Macri, que no haya racha 
de triunfos. Massa, que se vuelva insignificante. Todos los escenarios.

Por Roberto García
Son más actores que candidatos. Quizá por eso, una multitud de miedos los confunde antes del estreno, paraliza a los tres. El estrés domina a cada uno, a su modo y circunstancia:

l) Para Scioli, la mayor obsesión se relaciona con una eventualidad poco explorada: no poder ser aspirante a la presidencia por la fracción oficialista, carecer de la boleta representativa. 

Una limitación administrativa que depende del humor de Cristina de Kirchner, quien dispone de los resortes políticos y legales para otorgarle la gracia. El gobernador no dispone de un sello de goma alternativo. Un responsable jurídico del PJ sostiene que esa variante para amputarlo de la competencia –atribuida a Carlos Zannini, pararrayos de todas las calamidades– no ocurrirá. Pero tampoco se atreve a jurar sobre esa afirmación, y su historia demuestra que es de juramento fácil.

Crece la angustia en Scioli, más cuando arrecian los desaires de la Casa Rosada, sea por inclinaciones a favor de Randazzo, trabas para impedirle festejar un triunfo común en Salta, la reprimenda moral con el Papa por participar en la farándula de Tinelli o la burla ostentosa y vulgar sobre el manco en Carta Abierta (en ese lugar autodenominado intelectual, ¿se ofenderán porque Scioli no trisca en Toni Negri o Foucault cuando nunca le exigieron esas lecturas a Kirchner?).

“A ver si nos llevan hasta el final y después nos echan de la casa”, teme un advenedizo que desconoce gestiones del influyente Alejandro Granados (de conexión simultánea con el gobernador y la Presidenta) para soslayar esa presunción. Algunos creen que CFK respalda a Randazzo para evitar un resultado desproporcionado en la interna, que hasta opacaría la preeminencia de Ella a pesar de ir en las dos listas y, por lo tanto, sacar la mayor cantidad de votos. Pero el miedo al desafuero continúa en Scioli. No teme, en cambio, que Massa devenga en postulante a la gobernación (aunque lo pregunta) o, merced a un enjuague, Francisco de Narváez derive en delegado macrista. Hasta ahora, Scioli y su familia cumplen con la treintena de restricciones que le dictaron sobre qué decir y cómo (cepo, inflación, continuidad, proyecto, funcionarios, etc.), aunque esa fidelidad nunca parece alcanzar. Es que el miedo al arbitrio de una mujer es poderoso para intimidar al hombre.

2) Macri se reserva sus miedos. Pero existen en escala: luego de la enojosa reunión del lunes 18, con cruces de gritos donde segregó a Emilio Monzó para desplazarlo por su primo Jorge Macri, apostó a la pureza étnica de su partido versus acercamientos externos al PRO. Se fundó en la contundencia de encuestas que elaboró Jaime Duran Barba. Otro ganador fue Marcos Peña, a quien anotan también como número dos en la fórmula presidencial. Opta Macri por aglutinar lo propio y desechar combinaciones, al revés de lo que dicen los libros. Además de encuestas, Macri debe cubrirse de su socia Carrió, contraria pertinaz a cualquier enjuague con justicialistas o Massa: lo demostró en la cena de Cipecc, cuando no soportó a estos vecinos en otra mesa y se fue sin saludar.

Lamerse solo no elude una pregunta miedosa: ¿y si no gana el PRO en Santa Fe? A menos que haya huracán Macri, tampoco gana en Córdoba y, para su disgusto, se complicó la Capital: habría ballottage con Lousteau (no es lo que decía hace un mes el asesor familiar del grupo, Carlos Grosso). Así, deberá involucrarse en la campaña para arrastrar a Rodríguez Larreta. No vaya a ser que la díscola Capital produzca una sorpresa.

Cristina parece entender todavía menos a los porteños. Provocó el naufragio de su partido con la predilección por Santoro, del cual los radicales harán circular testimonios fotográficos mostrándolo en piquetes de Puerto Madero contra la riqueza kirchnerista allí establecida.

La decisión del lunes de Macri implica mayor personalismo de campaña, superior distancia y hostilidad con algunos afines, aunque sigue sin respuesta un dilema: si ganó por imposición del aparato en todas las comunas de la Ciudad, ¿cómo desprecia la formación de algún tipo de estructura en la provincia de Buenos Aires? ¿O acaso los votos clientelares bonaerenses son distintos a los votos clientelares porteños? Más allá de su discriminación aria (sin cerrar con Cariglino ni Posse), su miedo pasa por la colisión de octubre. Sabe que no hay ballottage favorable si no atraviesa la primera vuelta sin que el oficialismo logre los mínimos que exige la Constitución.

3) Desguarnecido y retrasado, Massa se carga de acechanzas y deserciones, se refugia en conservar una parte del mapa bonaerense, advertido ya de lo complejo que es montar un sistema político desde una diputación frente a dos rivales que poseen una gobernación y una jefatura de Gobierno. Hay diferencias de caja. Los miedos de Massa lo impulsan a la búsqueda de proezas, a proponer una interna nacional opositora que lo rescate. Incluso, hasta para perder con honra. Pero Macri ha dispuesto no contaminarse ni para firmar un programa elemental de cinco o diez puntos. Exige la rendición de Massa, análisis de sangre para eventuales pases. Todo al revés del cristinismo, que recibe con cinismo y brazos abiertos a Othacehé luego de haberlo acusado de fascista y abusador.

Massa no se baja y su permanencia en la carrera daña más al objetivo recolector de Scioli que al Macri que nada parece necesitar. Queda como un vértice para los otros dos, mientras aguarda tiempos mejores como los que tuvo. Su ejemplo: el Menem de la primera campaña antes de ser presidente, cuando los números no le daban ni en caricaturas, y parientes y amigos le aconsejaban abandonar y negociar la oferta de Cafiero para llevar a su hermano Eduardo en la fórmula. Aguantó, siguió, enfrentó solo a la cafieradora tan temida de la renovación, que incluía a Manzano, De la Sota, Corach. A su lado, poco agraciados como Samid, Rousselot, Barrionuevo, Saadi, Caserta, a último momento Pierri y Duhalde. Massa se interroga: ¿si él pudo con ese team, cómo no voy a poder yo con un núcleo más conceptuado, asesores de nota e intendentes con territorio bonaerense y aliados en el interior? Parece razonable, pero había otra crisis y él no es Menem.

Por lo tanto, también tiene miedo por si el viento no sopla como en otras épocas.

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