Las distorsiones denotan
que el principal problema es la inflación.
Por J. Valeriano Colque (*) |
El Gobierno nacional acaba de tomar dos decisiones que
muestran en el fondo soluciones parciales al problema más grave que enfrenta la
economía argentina: la inflación.
El Ministerio de Trabajo hizo conocer a las partes que
negocian aumentos salariales que esa cartera no homologará acuerdos superiores
al 25 %.
Ese porcentaje prefijado y sin un fundamento claro contradice la
declamada política de paritarias libres, supuestamente una de las conquistas de
la última década. En realidad, durante las gestiones kirchneristas, a la hora
de acordar mejoras, se acudió a gremios referentes que virtualmente limitaban
los márgenes de negociación de otros sectores del trabajo.
El Gobierno no quiere convalidar cifras que, en las
previsiones gremiales, incluyen una recuperación promedio de 5 puntos
porcentuales sobre la presunta pérdida del salario real en 2014. Dirigentes del
sector afirman que el incremento salarial promedio fue de 32 %, con una
inflación que algunas fuentes privadas estimaron en más de 37 %.
La medición oficial arrojó un índice de alza de precios de
24,9 %. De ese piso, más la pérdida de ingresos estimada, surge el fundamento
del 30 % que reclaman varias agrupaciones sindicales. Ese porcentaje fue
acordado entre los empleados de comercio y las cámaras empresariales, pero es
rechazado por la autoridad de aplicación. El reclamo de los metalúrgicos llega
al 32 % y el de los bancarios supera el 40 %, pues incluye el impacto del
Impuesto a las Ganancias.
Este tributo acaba de ser modificado por el Ministerio de
Economía, que durante varios meses negó su peso en el bolsillo de los
trabajadores y en el desarrollo de las paritarias.
Los cambios implican una modificación en las escalas para
aquellos cuyos ingresos brutos oscilan entre 15 mil y 25 mil pesos mensuales.
Las nuevas escalas supondrían un beneficio de 5 a 6 puntos porcentuales para
los eventuales beneficiarios, que Economía estimó en 7 de cada 10
contribuyentes.
Las modificaciones resultan insuficientes, pues los cálculos
oficiales fueron realizados antes del cierre de las paritarias, por lo cual los
futuros acuerdos salariales implicarán que muchos trabajadores no sean
beneficiados. Por lo tanto, el número estimado por el ministro Axel Kicillof se
reducirá una vez que se otorguen los aumentos.
En suma, las distorsiones en Ganancias y en las paritarias
denotan que el principal problema es la inflación, una de cuyas causas de mayor
peso es la excesiva emisión que alienta el Gobierno nacional para hacer frente
a su abultado déficit, pese a una presión fiscal récord.
Si no se corrige este desmadre, cualquier otra medida será
un parche, que le permitirá ganar tiempo hasta la finalización del mandato. La
herencia para el sucesor es incalculable.
No hay valor sin
trabajo
Axel Kicillof deslizó un par de comentarios que lo alejan de
las posiciones progre-izquierdistas que se le atribuyen:
Su embate contra las cuotas sindicales (los aportes que
hacen los trabajadores agremiados) es entendible cuando varios gremios amenazan
con paros: si hay un reclamo por los descuentos por Ganancias, entonces también
debe considerarse este recorte, que se hace a cambio de nada, dijo. “Descuentos
para las vacaciones, para la canasta escolar, una vez al año”, desmereció.
En el mismo lugar puso a los aportes a las obras sociales o
prepagas: “van al bolsillo de sindicalistas y empresarios”, dijo, como si esas
entidades no prestaran un servicio que el Estado dejó de prestar, pese a los
impuestos récord que cobra. Desde 1945 que no se discutía la cuota sindical.
Sorprendió también su rabiosa postura contra el impuesto a
la renta financiera, un clásico de las barricadas de izquierda. No sin razón,
Kicillof aclaró que con eso se recaudarían migajas y, a cambio, se desmotivaría
aún más el ahorro, aunque no tanto como lo hacen la inflación y el cepo
cambiario, que deja a los ahorristas espantados con el peso y con activos más
sólidos como el dólar fuera de su alcance.
Por último, su teoría de la inflación lo aleja del marxismo
que, se supone, el ministro ha cultivado. Kicillof negó querer poner un techo a
los aumentos salariales, pero advirtió que esos incrementos pueden llevar a una
suba de precios. Como no puede admitir que subir sueldos sin mayor
productividad genera inflación, prefirió culpar al empresariado. “Aunque sólo
una parte de sus costos son sueldos, trasladan los porcentajes de aumento al
total de sus precios y listo”, dio a entender.
Ningún marxista podría aceptar esa idea. No hay valor sin
trabajo. Si una panadería gasta 20 pesos en salarios y 80 en harina, al comprar
la harina compra el trabajo de quienes cultivaron, transportaron y molieron el
trigo. Y el de quienes fabricaron máquinas y camiones. Si todos esos salarios
suben, también aumentará la harina. Y no será por una conspiración de panaderos,
sino porque a la harina no la producen los ángeles.
Cómo impactará la
medida
El ministro de Economía de la Nación, Axel Kicillof, realizó
un anuncio sobre el Impuesto a las Ganancias, del cual, varias horas después,
lo único que se pudo extraer en concreto es que la cantidad de trabajadores que
tributan se mantendrá y que una franja de ellos tendrá una reducción en el pago
mensual.
El funcionario utilizó más de una hora para explicar qué se
pagaba, desenmascarar supuestas “mentiras”, comparar lo que tributan los
empleados con los gastos en servicios o la cuota sindical, y criticar a los
gremialistas y a quienes prometen eliminar el impuesto.
Pero fue muy poco lo que los contribuyentes pudieron sacar
en limpio sobre cómo les impactará la medida. Tanto el ministro como el titular
de la Afip, Ricardo Echegaray, admitieron que aún estaban en redacción las
normas para implementar los cambios.
Es más, mientras Kicillof dijo que “no se modificará el
mínimo no imponible sino que se reducirán las alícuotas”, Echegaray apuntó al
informar la recaudación que la escala (de alícuotas) no se cambiaría. Esa
escala se mantiene desde que José Luis Machinea la estableció en 2000 y una
modificación implicaría revertir, en parte, la pérdida de progresividad que se
generó por su falta de actualización.
A esta hora, lo que queda es hacer muchas especulaciones.
Pero parece que lo que no se va a modificar es el decreto 1.242, de septiembre
de 2013. Esta norma estableció tres “categorías”: quienes hasta agosto de ese
año ganaban menos de 15 mil pesos en bruto, y quedaron exentos; quienes estaban
entre 15 mil y 25 mil, y tuvieron un mínimo no imponible algo mayor al que
tenían; y quienes superaban los 25 mil de salario bruto, y siguieron con el
piso de marzo de 2013, como los autónomos.
Erróneamente, Kicillof dijo que el mínimo no imponible
actual era de 15 mil pesos.
El beneficio anunciado se aplicaría, en principio, a quienes
están en la segunda franja; es decir, aquellos que cobraban hace dos años entre
15 mil y 25 mil pesos (pese a que fue presentado para quienes tienen hoy este
nivel salarial).
Lo que no se sabe es cómo se implementará la baja de entre
18 y 69 % en el pago mensual que anticipó el titular de Economía. ¿Se
reducirían las alícuotas, como dijo Kicillof, o se aumentarán las deducciones
y, por ende, el mínimo no imponible (como deja traslucir Echegaray)?
Si hay que atenerse a las leyes, hay que creerle a
Echegaray: los tributaristas explican que el Ejecutivo no puede modificar la
escala de alícuotas, ya que la ley que habilita a cambiar el Impuesto a las
Ganancias con un decreto de necesidad y urgencia sólo permite alterar las
deducciones.
(*) Economista
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