Por Gabriela Pousa |
Si de algo
no hay duda es que estamos sumidos en internas ajenas, y afectados por
intereses espurios que nada tienen que ver con el bienestar general ni con la
República. Muy por el contrario, puede decirse que la Presidente está
otorgando veracidad a uno de sus slogans favoritos: “La Patria es el
otro”, porque ciertamente, la Patria está a años luz de la conducta
presidencial. El país se ha convertido en un medio para su fin personal.
No hay
acción de gobierno tendiente a solucionar problemas de la gente. Todo
se limita a preparar el futuro de la mandataria para evitar queTribunales sea
una cita cotidiana. En este contexto se explica por si solo el acecho a la
Corte Suprema y al Dr. Carlos Fayt. Hasta ahora, Cristina no tiene allí
garantía de impunidad.
Asimismo, sigue
siendo en Balcarce 50 donde se define la agenda que termina estableciendo el
debate social. Nótese que hace una semana que estamos
discutiendo los 97 años de un miembro del Máximo Tribunal. ¿A qué conduce tanto
tiempo perdido en una polémica sin sentido? Por más entusiasmo que se
ponga, la realidad sigue siendo una: el Dr. Fayt tiene esa edad, sigue y
seguirá ocupando su lugar.
En
consecuencia, encerrarnos en lo inexpugnable de ese hecho y postergar otros
debates mucho más productivos, nos vuelve a situar como rehenes del
kirchnerismo. A su vez, que Daniel Scioli siga posicionado como
“alternativa”, confirma hasta qué punto fue o es eficaz la estrategia oficial
de crear un relato que termine por dejarnos en un estado de confusión
total.
Razonable o
no, hay quienes bregan por un cambio pero piensan votarlo. Las
contradicciones no son exclusividad de la jefe de Estado. ¿A qué se
debe? Sin duda, la respuesta está en las apariencias y el engaño que acarrean.
Scioli no tiene gestión para mostrar. A saber su oferta electoral se limita a “ir
para adelante”, con esperanza, con fe…
Ahora bien, ese
“adelante”, esa esperanza y esa fe son precisamente, algo que le ha faltado a
la gente en los últimos años. Y a parte del electorado le
gustan los políticos que hablan lindo, de corrido y sin leer.
El resto,
¿qué ofrece? Sergio Massa aparece con un equipaje de medidas, la
mayoría promisorias pero que no logran convencer por una simple razón: ninguna
de esas medidas las tuvo presente durante su gestión como jefe de Gabinete.
Tampoco fue
muy explícito a la hora de explicar cuándo y por qué entendió que el
oficialismo no es lo que él se ocupó de hacernos creer: una panacea. Porque
sus oratorias junto a Néstor Kirchner y señora, hablaban de una administración
exitosa, y callaban conductas indecorosas.
Además, su
triunfo en las legislativas debió haberse leído como lo que fue: un
voto castigo pues, desde el gobierno, se ocuparon de situar al ex intendente de
Tigre como el adversario, y eso sedujo al electorado harto del defalco
y el mal trato.
Florencio
Randazzo por su parte, apenas muestra trenes que encima descarrilan y llegan
con retraso. Si uno trata
de ligar al ministro del Interior con alguna gestión, solo encontrará una foto
en el archivo: Randazzo detrás de Cristina, aplaudiendo y asintiendo con la
cabeza lo que sea que ella diga.
Si queremos
analizar qué sucede con Adolfo Rodríguez Saa, imposible desligarlo de
ese instante en que, con la banda puesta y el cetro en la mano, declaró el
default general ante un recinto que parecía estar gritando un gol del
súper clásico…
Por su
parte, José Manuel De la Sota ofrece un costado por demás enigmático: a
horas de presentar su libro donde hay un capítulo defenestrando a Sergio Massa,
aparece a su lado ponderándolo. Si no es posible erradicar de la política el
“oportunismo”, al menos hay que ser disimulado. Es cierto que el pueblo no
repara en sutilezas pero se está cayendo en un abuso a la hora de
subestimarlo.
Margarita
Stolbizer muestra coherencia. Debería ser un mérito a tener en cuenta pero su afán de postularse como
la candidata progresista no resulta muy atractivo. El kirchnerismo se
ha ocupado de vaciar de contenido un sinfín de conceptos, y el progresismo es
uno de ellos. El romanticismo murió: socialismo sí, pero solo si hay dinero.
Además,
insiste con desterrar la corrupción, y en trance de ser sinceros, no es eso lo
que atrae al elector. “Roban pero hacen” no fue un invento del
relato sino una radiografía de cómo vota el ciudadano. Y el bolsillo
sigue siendo el órgano al que más atención le prestamos.
Finalmente, en
las PASO se medirán Elisa Carrió, Mauricio Macri y Ricardo Sanz. Como cualquier
otro, los tres tienen sus glorias y derrotas. El radicalismo tiene
peso en las provincias donde el gen conservador no deja que se opaque el sino
de un Arturo Illia o un Hipólito Irigoyen.
A su vez,
por circunstancias que en su momento hemos analizado, la muerte situó a
Raúl Alfonsín en un pedestal más alto de lo que comúnmente hay. Eso es un claro
respaldo para las chances de Sanz, aunque luego lo desamparen los finales
anticipados de sus correligionarios.
Lilita
Carrió es en política, aquello que el argentino promedio es a la sociedad: un
misterio. Desde la
derecha hasta la izquierda hallan en sus denuncias visos concretos de realidad.
Mucho de lo que ha advertido, sucedió, y sabe de qué está hablando (lo cual no
es común en la dirigencia actual).
Pero…, sí, siempre
hay un pero en la idiosincrasia nacional. Y es que a la hora de votar
Presidente, la titular de la Coalición Cívica encuentra al electorado
convencido de que ella debe representarnos pero en el Congreso Nacional. “Todos
con Carrió” pero en el recinto donde se discursea en exceso, y es
menester alguien que diga que desentone, que diga que lo negro es negro y no le
cambie el color.
No hay forma
de engañarse, la sociedad argentina, aún con su prédica igualitaria,
encasilla.
Y queda
Macri, también embebido del mito. Pese a no haber ocupado cargo alguno (como sí
lo ocuparon muchos de los nombrados), desligarlo de los 90′ parece trabajo de
Sísifo. Otra incongruencia de las tantas que nos confinan. Una cosa debería ser
el padre, y otra el hijo.
Pero es
sabido que los “Derechos Humanos” manipulados por el kirchnerismo han
llevado a que la portación de apellido sea considerada un delito. Recuérdese,
por ejemplo, cuántos militares fueron pasados a retiro por el solo hecho de ser
“hijos”. Claro, si los ancestros han pertenecido a montoneros tampoco hay
igualdad, pero hay privilegios…
Así y todo,
el PRO viene a ocupar el lugar de lo nuevo. Al menos la mayoría de sus
equipos no pasaron aún por la Casa de Gobierno. En cuanto a propuestas, hay
mucho de voluntarismo, y si acaso hay escasez del “cómo hacerlo” hay técnicos
entre sus miembros.
Al margen,
la sociedad no pide más una plataforma electoral. No se lo hace desde que
Carlos Menem sinceró el método de los políticos: “Si se dice qué va a
hacerse al asumir como Presidente, no nos votarían”. Quizás por eso
ganó aunque nadie lo votó. Además, quienquiera que llegue a la Rosada
deberá ver primero qué dejó sin incendiar el kirchnerismo.
No hace
falta ser analista para saber que el país quedará como tierra arrasada
en lo crematístico, y peor aún, sin credibilidad frente al mundo. Entonces, tal
vez deba evaluarse a los candidatos no por sus ofertas propiamente dichas, sino
por lo que con su presencia son capaces de hacer.
En ese
sentido, aquel que atraiga más inversiones y capitales tendría que ser
el elegido, sobre todo si nos sinceramos y asumimos que más allá de lo
partidario, lo que pesa a la hora de votar es el bolsillo.
Amén de
ello, ni Vaclav Havel, ni Churchill ni De Gaulle participan en los próximos
comicios. Y de hacerlo, en esta jungla del cortoplacismo, interesante sería
saber cuántos argentinos votarían a un político, que solo ofreciera “sangre,
sudor y lágrimas” porque piensa en términos de destino, en lugar de
coyunturas y “veranitos”.
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