Macri, Scioli y Massa tienen en el sube y baja a
sus think tanks de las finanzas.
Detalles de indisciplinas y de candidatos poco
tolerantes.
Por Roberto García |
Insalubre, tóxico, el
empleo de economista. Al menos, para los profesionales que rodean a los tres
candidatos más perfilados a la presidencia. Pierden, sufren, se persiguen antes
de los comicios, en la campaña, casi ignorando que luego su destino seguramente
será peor ya que no abundan antecedentes de ministros del área que se hayan
retirado aplaudidos por la población. Aun así, insisten en su vocación
masoquista: siempre hay alguien dispuesto a salvar a la patria.
Entonces, basta ver la
tortura, el infierno volátil que afectó en los últimos días a los economistas
de Daniel Scioli, Sergio Massa y Mauricio Macri.
◆
MACRI: Carlos
Melconian parecía la cabeza de un trío dominante (sobre Federico Sturzenegger y Rogelio Frigerio)
que se reclutó bajo las órdenes del ingeniero. Poco para discutir, mucho para
repartir. El economista en jefe hasta desechó cargos en la administración
porteña, al revés de los otros dos. Le sobraba un curso. Además, Frigerio
apuntaba a la política (Entre Ríos) y a Sturzenegger lo reprendía Jaime Duran
Barba para que contuviera los excesos verbales. Sin embargo, por hablar,
también se opacó Melconian justo cuando cambiaba su look y se peinaba: cometió
la osadía de corregir a su
mandante cuando éste sostuvo que iba a quitar el cepo cambiario de
un solo golpe, en un solo día. Melconian devaluó la frase, dijo que se trataba
de un simple título y desarrolló su teoría de que la salida del cepo cambiario
debía producirse en forma gradual. Le cayó mal a Macri el comentario suficiente
y doctoral, igual no entró en polémica; pero, al economista –como suele hacer
Cristina con su tropa a través de Carlos Zannini– le recomendaron que
enmendara su opinión técnica. No hizo caso. Por algo no es
kirchnerista. Desde entonces ingresó al refrigerador del PRO: sus
informes y contribuciones ya no fueron en voz y mano a Macri; debían detenerse
y sepultarse en la antesala gravitante de Nicolás Caputo, “Nicky”, el otro yo
del ingeniero. La suspensión de Melconian, para muchos, obedece a que el jefe
de Gobierno convocó al deambulante Alfonso Prat-Gay, con
quien tiene una identidad común: ambos son egresados del mismo instituto, el
Cardenal Newman, igual que Caputo, detalle que Macri siempre ha considerado
especialmente. Pero Prat-Gay es, por ahora, enlace con los radicales en
lo económico, y su incorporación al “equipo” no parece bloquear el peso
eventual de Melconian, proveniente de un colegio de Valentín Alsina. Si
hasta dispone de la contribución de su amigo Fernando Niembro, de consulta
habitual con el boquense y hasta medido en la provincia como segundo de María
Eugenia Vidal y en el orden nacional junto a Laura Alonso, Esteban Bullrich y
el aplicado Frigerio. Igual le queda una duda al economista enfriado: ¿cuál de
sus colegas nutrió a Macri con la idea de quitar el cepo en un solo día?
◆
SCIOLI: Nunca se destacó el
gobernador por refugiarse con economistas del rubro televisivo en su cercanía.
Tampoco de la academia. En busca de fama, de formar “equipo” , para el eventual
paso de la Primera B a la A, sumó a Miguel Bein y Mario Blejer –hay
cierta obviedad del autor que le sugirió los nombres–, figuras más cotizadas
que sus ministros Alejandro Arlía o Silvina Batakis, mucho más de su dilecto
contador Rafael Perelmiter. Ninguno de los nuevos irritaba a Cristina. Blejer
viene de aproximaciones pasadas y de su militancia en el Grupo Elsztain; la
propia Presidenta en un discurso llegó a
ponderar a Bein por un comentario favorable. Pero todo cambió
de repente, culpa del periodismo. Si Melconian cayó por una frase, Bein
se derrumbó en lo de Scioli por un comentario escrito –en un informe
para clientes suyos–, por insinuar preocupaciones sobre el estado de la
economía una vez que se retirara la dama. Fue como raptar a la nena,
destapó el encono oculto de Axel Kicillof y el aceitado aparato policial del
Gobierno , lo bombardearon de mil rincones, le hicieron una solicitada en
contra, le recordaron su sociedad con José Luis Machinea, hasta deben haber
rescatado un aplazo en el colegio primario. Blejer se salvó porque
no estaba en el país (pasa gran parte del año en Israel), pero tanto
él como Bein no son los sucesores que desea el ministro si Scioli llegase a
triunfar. Un dato que los mercados no suelen observar. Como Macri, también el
gobernador le reclamó prudencia a su colaborador externo, aun en su actividad
privada: ese informe que divulgaron los diarios justo le viene a ocurrir cuando
promete seguir con Milani, Vanoli, Echegaray y Galuccio, jura ante la Biblia
que no hay cepo, que Máximo es un intelectual desconocido y hasta hace la cruz
cada vez que ve el diario Clarín. Una falta de consideración, sin duda, del
cándido Bein.
◆
MASSA: También el ex
intendente de Tigre tuvo tropiezos y, nada menos, con su máximo consultor
económico, Roberto
Lavagna. No hubo declaraciones ni comentarios escritos que
afectaran, tal vez intereses que amenazan otras convivencias. Trascendió el
episodio en el momento de cambio de la campaña presidencial, alteraciones de
estilo, vestimenta, eslóganes, discurso, consultores y asociados, cuando
aparecen significativos hechos públicos y privados, como la marginación quizás
temporal de Juan José Alvarez, antes clave en las inmediaciones, a quien hasta
lo palparon para dejarlo ingresar al vip en el acto de
Vélez Sarsfield. Si algunos bajan, como corresponde, otros
suben: por ejemplo, Martín Redrado,
quien se posicionó mejor luego de haberse sumergido en romances altamente
divulgados con promesas femeninas de la Economía y las Finanzas, casi
un Strauss-Kahn del subdesarrollo. La recomposición de Redrado en el círculo
áulico, sin embargo, no generó el desasosiego con Alvarez, mucho menos con
Lavagna. Por el contrario. El problema, en apariencia, se reconoce en un ukase
o condición que algunos empresarios de innegable influencia le plantearon a
Massa. Así como el entorno rojo de Macri le aconsejó no llevar a Carlos
Reutemann como vicepresidente (por razones de edad, escaso aporte de votos,
filiación partidaria, etc.), en este caso hubo quienes expusieron
razones semejantes para impedir que Lavagna fuera su número dos en la fórmula (lugar
que, por otra parte, nadie sabe si a Lavagna le interesaba ocupar). Sólo que
esa presión teórica alcanzó niveles más atrevidos cuando uno de los aportantes,
en el medio de la discusión, sostuvo: “Mirá, si lo llevás a Lavagna, no cuentes
más conmigo”. Y en estos casos, como en cualquier otra campaña, la cuestión de
contar es bastante sustancial.
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