Por Fernando González |
Un fantasma recorre el universo opositor. Y ese fantasma es
la estadística electoral. Los estrategas estudian el mapa de la Argentina,
exprimen el porcentaje de cada provincia y el resultado siempre conduce a la
misma conclusión. Si Mauricio Macri y Sergio Massa concurren a la elección
presidencial por separado es probable que terminen beneficiando a Daniel
Scioli, sostenido en un piso electoral cercano al 30% de los votos y demasiado
cerca del 40% necesario para triunfar en primera vuelta si le saca diez puntos
al segundo.
Ni siquiera la euforia del PRO, repetida anoche en Costa Salguero
por el amplio triunfo de Horacio Rodríguez Larreta en las primarias porteñas
pudo despejar el dilema fundamental. Cuánto hace falta para que el candidato
presidencial opositor le pueda ganar a la conjunción oficialista formada por la
Presidenta, Máximo Kirchner, la agrupación de funcionarios estatales La Cámpora
y Scioli, cada vez más aferrado al universo impredecible del kirchnerismo.
Entre las victorias de Santa Fe la semana pasada y la de
anoche en Capital, Macri redondeó una semana ideal para sacarle ventaja en las
encuestas a Massa y mostrarse como el principal referente de la oposición. El
triunfo de los radicales lo apuntala en Mendoza y crecen sus chances en Córdoba
sobre la base del acuerdo con la UCR local y con Luis Juez. Son cuatro
distritos importantes pero, sumados, representan la misma cantidad de votos que
la estratégica y decisiva provincia de Buenos Aires. Allí se dará, como
siempre, la madre de todas las batallas y en ninguno de los sondeos del
macrismo logran acercarse al 20% de intención de voto. Ni en la presidencial ni
en la elección clave a gobernador bonaerense.
Por eso es que en los equipos de Macri y de Massa, en la
dirigencia de la UCR y en los sectores empresarios y sindicales más cercanos a
la oposición sólo se habla sobre la posibilidad de un acuerdo entre los dos
principales candidatos que evite la fragmentación y asegure el triunfo de uno
de ellos en primera o en la definitoria segunda vuelta de noviembre. Todas las
encuestas serias registran que dos tercios de la población manifiestan su
hartazgo con el kirchnerismo pero la paradoja es que sólo uno de ellos podrá
aprovechar esa ecuación favorable.
Y aquí es dónde empieza a tallar la batalla de los egos, que
ha marcado las tres décadas de democracia restaurada en el país adolescente.
Favorecido por los resultados, Macri rechaza hoy cualquier posibilidad de acuerdo
con Massa y considera que el orígen peronista del diputado de Tigre y de la
mayoría de sus aliados podrían espantar más votos de los que atraigan. En el
otro extremo, Massa sólo aceptaría un acuerdo en el marco de una gran primaria
opositora en la que él, Macri, Ernesto Sanz y Elisa Carrió diriman en las urnas
quién es el más indicado para la pelea mano a mano con el kirchnerismo.
Hoy la alternativa de un acuerdo parece imposible. Pero
sería muy interesante que Mauricio y Sergio lean la columna que la politóloga
Liliana de Riz escribió el miércoles en Clarín bajo el título "Una
coalición amplia, un mejor gobierno". Allí, De Riz describe con
clarividencia que "la oposición fragmentada no podrá ser alternativa de
poder y, quien triunfe en las urnas, no podrá gobernar sin formar mayorías en
el Congreso". Está claro que sólo una coalición que agrupe al PRO, a los
radicales y a los peronistas desencantados con el hegemonismo K tendrá chances
de revertir la crisis económica y cultural que encuentra a la Argentina en
recesión, empobrecida, en default y aislada hasta de los vecinos regionales. El
país incompleto se debe una etapa de desarrollo bajo el paragüas imprescindible
de la tolerancia. La oportunidad está en la visión histórica y en la
generosidad de sus dirigentes.
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