miércoles, 1 de abril de 2015

La lástima como forma de gobierno


Por Nicolás Lucca
(Relato del Presente)

En el entorno de Cristina deberían protegerla un poco más, sacarla del partido para cuidarla. Pero no, otra vez le arman una Cadena Nacional justo en una jornada de puteadas contra el Gobierno.

Hace poco más de un mes, inauguró por tercera vez una central atómica horas antes de la marcha del #18F. Podría haber apaciguado los ánimos, pero pateó el tablero. Esta vez le organizaron la inauguración de una canilla de agua en González Catán minutos después de la conferencia de prensa de los sindicalistas, como para que diga que no le dolió y que su papá sabe taekwondo.

El paro fue tan generalizado que Máximo, para llevar la contra, hoy decidió hacer algo y apareció al aire con Víctor Hugo Morales para desmentir que tiene cuentas en el extranjero, además de asegurar que no sale del país desde 2003, más o menos para cuando Lázaro armó la empresita para ganar todas las licitaciones, y todos sabemos que eso tampoco significa nada.

Ya en la previa, hubo quienes garantizaron que la huelga fuera todo un éxito. Tomada aseguró que sólo el 10% es alcanzado por el impuesto a las ganancias, dando por sentado que el 90% de los trabajadores registrados cobra menos de 15 mil pesos de bruto. La cadena de reconocimiento de la misiadura la continuó Kicillof, quien también sostuvo lo mismo. Pero el autor de éxitos tales como “te volteo el acuerdo con los buitres en veinte minutos” y “debíamos 7 mil millones al Club de París pero arreglamos por 9.5 mil millones”, sostuvo que “van al paro los que más ganan” y que, precisamente por ello, los verdaderos motivos de la huelga son otros, pero no sabe cuáles.

Y tiene razón el miniministro. Está claro que los motivos fueron otros, dado que la inmensa mayoría de los asalariados en blanco no pagan ganancias porque ganan mierda, más allá de un pequeño detalle: el Indec reconoció que el 50% de los trabajadores registrados cobra alrededor de 5 mil pesos, cuando la canasta básica se encuentra por arriba de ese monto. O sea, buena parte de los asalariados argentinos que no paga ganancias, además son pobres con laburo, un mérito que no da como para exigir que no les hagan un paro porque son buenos, nos devolvieron la dignidad, tenemos satélite y Néstor bajó el cuadro de Videla.

La cadena de Cris no pudo tener un mejor marco. Para escaparle al paro fue a González Catán, que junto a Laferrere y Virrey del Pino concentran la mayor tasa de desempleo de toda La Matanza. Allí, dio por inaugurado un microestadio con capacidad para 6 mil personas y, a través de videoconferencias, hizo lo mismo con un paseo costero de Entre Ríos y una línea de producción de una fábrica mexicana en Pablo Podestá. Una máquina de mostrar que somos potencia.

Antes de que hablara Cristina, tomó el micrófono Fernando Espinoza, el intendente de La Matanza, quien afirmó que ahí estaba el pueblo que no paraba –seis mil personas– de lo cual se puede deducir que, habiendo sido convocados para las 15.00 horas al microestadio, los muchachos laburan de relleno de acto. Para redondear, el intendente pidió que los partidos de la Davis se jugaran en ese estadio de Catán, además de solicitar que se considere a La Matanza como sede de los Juegos Olímpicos a futuro, dado que “ninguno de la NBA podría ganar allí”. Una táctica que tiene sentido si tenemos en cuenta que los multimillonarios deportistas norteamericanos tendrían que atravesar el cruce de Laferrere, y, de mínima, tres villas si van por ruta 3, con lo que llegarían agotados al estadio. El resto, es una papa.

Cristina arrancó la cadena emocionada. El que se perdió el acto y estaba mirando la novela, pasó de la bandera flameando a la cara compungida sin escalas. Ya que estaba lagrimeando, recordó a Néstor, que cuando llegó a La Matanza no habían cloacas, agua potable, asfalto, luz, gas, construcciones, civilización, cristianismo, ni seres humanos, dado que Dios recién estaba haciendo fiaca del primer día de la creación. El tema es que, entre tanto palo para lo que fue La Matanza en los años A.N. (Antes de Néstor) se le olvidó mencionar que, desde 1983, el partido fue gobernado durante ocho años por Federico Russo, otros ocho años por Héctor Cozzi –hasta que fue depuesto sobre el final de su mandato y, en su lugar, asumió el presidente del Consejo, compañero del mismo partido– y, para el arribo de Kirchner, el intendente era Alberto Balestrini. Entiendo que correr a Cristina con el PJ es de pelotudos, dado que se la pasa puteando al oficialismo de los noventas del que ella formó parte, pero ya que no habían pasado ni cinco minutos de unas palabras de cariño hacia Balestrini, podría haber aflojado un cachito.

A pesar de todo no pierdo la capacidad de asombro, ni Cristina la de irse a la banquina. Cuando afirmó que con las políticas hídricas del kirchnerismo “inundaron la provincia y el país a lo largo y a lo ancho”, quedé más helado que ciudadano de La Plata en la madrugada del 2 de abril de 2013. Cebada, la Presi les pidió a los asistentes que, cuando les digan que van a los actos “por el micro y el chori”, respondan que en realidad van por las obras y el trabajo. Si eso no es blanquear el asistencialismo clientelista, no sé qué sí lo será.

Enojada con la vida, cargó contra “los que se olvidaron de dónde vienen” y le dicen que no, que no está todo bien. El problemita es que eso de putear a los sindicalistas y trabajadores del transporte cuando, según su propia boca, su madre fue delegada gremial y su padre colectivero, no le hizo justicia a lo de no olvidarse de los orígenes. Mucho menos si recordamos que los sindicatos que pararon son, en su mayoría, de bandera peronista. Por culpa de dar vuelta la tostada y apoyarla con la manteca para abajo, podríamos seguir con todo su currículo que no nos quedaría una persona que se haya cruzado con ella o su marido y no diga “cómo te me diste vuelta, mamu”.

Por suerte aclaró que no estaba enojada, dado que tenía la certeza de los números dibujados en el aire de que “si hubiera habido trenes, si hubiera habido subtes, si no hubiera habido huelga de transportes, como lo que realmente fue, una huelga de transporte, no hubiera habido paro general, lo sabemos todos, lo saben todos, hubieran ido todos a trabajar”. Mientras demostraba que tiene problemas para manejar los condicionales de la lengua castellana, pudimos comprobar que no tendrán los números de la pobreza, pero de la nada pueden deducir cuántos querrían ir a laburar.

A continuación, la que se cagó de risa de la forma de hablar de los chinos en medio de una visita protocolar, le pidió a las autoridades de la colectividad judía que hagan algo en contra de Luis Barrionuevo, que le dijo “rusito” a Kicillof. Parece que cada tanto caía en la cuenta de que estaba en una cadena nacional y volvía a la inauguración de las cloacas, tirando palos a los municipios opositores y felicitándose a sí misma por las obras en Ituzaingó, donde en 2003 ”tenían 43 y hoy tienen 102.758: o sea, mil veces”. No, la matemática tampoco es lo suyo.

De ahí en más, el discurso no paró de mejorar: dijo que el PROCREAR es para aquellos que no entraban en ningún plan y tampoco podían acceder al crédito hipotecario porque los bancos “te piden hasta el ADN” –como si no fuera responsabilidad de su patética política económica inflacionaria con joda financiera–, pidió que construyan un anfiteatro para ir a ver un concierto popular “al aire público” y avisó que sacará a 700 gendarmes de las fronteras y las rutas de la Patria para bancarle la seguridad a Espinoza. El intendente, mientras tanto, usa los fondos públicos para hacer propaganda en la televisión…sobre su política de seguridad.

Rumbo a la nada argumental, la Presi volvió a recordar que se siente orgullosa de ser la mandataria del país con el mayor salario mínimo de toda latinoamérica –lo mismo dicen en Venezuela del de ellos mientras en Panamá se nos cagan de risa a los dos– y pidió a todos los argentinos que piensen en lo que estaba inaugurando a la hora de votar. Y por lo que se ve, tampoco se destacó en educación cívica, instrucción cívica, estudio de la realidad social argentina, formación ciudadana o como corno se llamara esa materia cuando le tocó ir al Misericordia de La Plata. Porque si el habitante de un lugar que tiene intendente y gobernador, tiene que agradecerle a la Presidenta de la Nación por una red de cloacas, es porque se volteó todo resorte de conocimiento sobre derechos y obligaciones de ciudadanos y gobernantes.

A la hora de votar, el ciudadano no tiene que recordar que tiene una cloaca gracias a la Presidenta, sino que tiene que saber de memoria cuáles son las obligaciones de un presidente, de un gobernador, de un legislador nacional, de un intendente, de un legislador provincial y de un concejal. Porque sabiendo esa diferencia, podrá reclamar a quién le toque, y agradecer –si tiene ganas de agradecer lo que deberían hacer por obligación, porque ése es su trabajo– a quien le corresponda. Deberían saber que la otra pata de ese desconocimiento –que no es privativo de la falta de educación, dado que muchos universitarios con tres posgrados también votan sin tener la más puta idea– es este Estado centralista que se cagó en el sistema federal, y en el que hay que agradecerle al que nos cobra el IVA y el impuesto a las Ganancias por las obras que deberían haber construido los que nos cobran la tasa municipal y los impuestos provinciales. Es este país en el que las provincias que mejor están son las que le chupan las medias al que esté sentado en la Rosada para que le construyan tres cuadras de asfalto a un municipio.

Un paro no se le niega a nadie. Más allá del derecho constitucional a la huelga, cualquier presidente que se precie de tal merece algunos paros. Ocurre desde siempre, para qué sorprenderse. Se comieron paros los radicales, los militares y hasta el mismísimo Juan Domingo. ¿Cómo no ser democráticos y clavarle una patriótica medida de fuerza a Cristina?

El drama no es que la Presi no entienda que el sillón de Rivadavia viene con dos programas sindicales adosados –un folleto para peronistas, un compendio para radicales– sino que la tiene clara. Su problema no pasa por ser tratada con igualdad, sino por todo lo contrario: a ella no se le hacen paros.

Propio de quien no quiere asumir que esto del amor y el desprecio son sentimientos inherentes a los seres humanos, que se desarrollan en base a historias personales, parámetros mentales y vivencias cotidianas, y no por imposición mediante decreto, Cristina colapsa cada vez que alguien le dice que no, que no tiene ganas de ir a su cumpleaños de quince, así se trate de ciudadanos comunes con sus propias banderas, o de un grupo de sindicalistas que “si sienten que tienen representación, que se presenten a elecciones”. Mamu, se presentan a elecciones ante sus laburantes y ésa es toda la representatividad que la ley les exige. Y si los que quieren ir a la huelga son laburantes del transporte es lógico que las calles se queden sin bondis, trenes y subtes. ¿O acaso también hay un manual de cómo ejercer el derecho a huelga y nadie nos avisó?

Todos, alguna vez, hemos tenido un motivo para no laburar que exceda la obvia preferencia de quedarnos en casa comiendo en la cama antes que ir a la oficina. Alguna vez nos tocó un sueldo de mierda, una patronal abusiva, condiciones edilicias paupérrimas, compañeros que cobran menos por igual tarea, compañeros que cobran más y no se les conoce la cara porque no tienen la delicadeza ni de pasar a retirar el recibo de sueldo, etcétera. Pero cuando son muchos los que coinciden en uno o varios puntos de queja, la huelga es lógica. Suponer que los empleados son amigos es torcer la realidad de las cosas que dicta que la relación es de intercambio contractual.

Ahora, cuando la huelga se la come el Gobierno, el tema es muchísimo más sencillo. No es difícil de entender: si el reclamo es por la situación económica, no nos podemos quejar con los marcianos; si la protesta es por la inseguridad, no podemos reclamarle a los duendes; y si la queja es por un impuesto aplicado por el Gobierno Nacional, se llame ganancias o inflación, está claro que no podemos putear a Dios, más allá del detalle de habernos hecho nacer en Argentina.

El resto es pucherear y demostrar que nunca se superaron algunos traumas infantiles.

Mercoledì. La Patria es el otro. No, usted no: el otro. No, ese otro tampoco. O sí, para ese otro que encuentre, si tiene alguna queja, la Patria será el otro, siempre y cuando no tenga otra queja, porque el otro es el otro que es Patria, y no el otro que por otro…

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