Arturo Pérez-Reverte
presentó en Buenos Aires su último libro y habló
sobre la cultura, la política
y la Iglesia.
Arturo Pérez-Reverte en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires presentó su última obra, Hombres Buenos. (Foto: EC) |
Por Sebastián
Salvador
La 41 ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires tuvo
el viernes la presencia de uno de los invitados especiales que siempre apura
lucidez a la hora de hablar. Con la moderación de Jorge Fernández Díaz, el
escritor español Arturo Pérez-Reverte presentó su esperada nueva obra
"Hombres Buenos".
La novela, editada en argentina por Alfaguara, está basada
en un hecho real que investigó el autor: el viaje al París prerrevolucionario
de dos miembros de la Real Academia Española, don Hermógenes Molina y don Pedro
Zárate, uno bibliotecario y el otro almirante, para encontrar los volúmenes de
la Encyclopédie de D'Alembert y Diderot, una obra impresa entre 1751 y
1772 que reunía los pensamientos científicos
más novedosos de la época y que estaba prohibida en varios países de Europa.
En momentos históricos de enfrentamientos sangrientos entre
los hombres de fe y los de razón la empresa no carecía de riesgos graves, sin
mencionar las cuestiones geográficas o el transporte que debían utilizar los
viajeros.
Este puñado de datos fueron el motor inicial de la nueva
obra que en la pluma del autor de ‘El Tango de la Guardia vieja’, un hábil
conocedor de los resortes del género de aventuras y suspenso, se transforma en
lectura atrapante hasta el epílogo.
En ‘Hombres Buenos’ conviven
costuras y podríamos decir en este caso ‘zurcidos invisibles’ de realidad y
ficción. Es que el narrador es un escritor, miembro de la RAE, amante de los
mapas y la navegación (como lo es Pérez-Reverte) que reseña en las páginas del
libro sus investigaciones para desarrollar el relato y da paso a las escenas en
sí. Aparecen entonces retratados amigos del autor, otros miembros de la Real
Academia, libreros, pero Reverte aclaró que esos diálogos y conversaciones son
totalmente ficcionales.
Durante la presentación, el autor nacido en Cartagena contó
otra de las ideas motivadoras para el desarrollo posterior de la obra:
"Era seductor imaginarse a dos abueletes, el bibliotecario inocentón,
ingenuo, y el buen almirante, todo un marino científico en un París que hervía
de inteligencia, de agitación prerrevolucionaria, con esos salones libertinos y
los cafés con tertulias", explicó.
Fascinado en la reconstrucción de época que realizó, al
momento de escribir la novela dijo que se pensaba recorriendo aquél París junto
a sus académicos, "Me he sentado a la mesa con Voltaire, Franklin,
D'Alembert" y bromeó: "El actual París es un decorado para
turistas".
"A medida que escribía me daba cuenta que todo era
válido para el presente, los conceptos que se manejaban en aquélla época, las
ideas sobre la educación y el acceso al conocimiento. Porque sin cultura no hay
futuro. Es el único antídoto frente a la vileza. Esos hombres hicieron
patriotismo cultural, era gente que creía que la cultura iba a hacer mejor al país",
dijo el autor de "El capitán Alatriste" y "La Reina del
Sur".
En la novela, durante el viaje en carreta desde Madrid a
París el autor aprovecha narrativamente lo que serían esos ‘tiempos muertos’
del viaje para hacer aflorar minuciosas descripciones de caminos, rutas,
espacios; mientras esos dos hombre estrechan vínculos a pesar de sus
diferencias e historias.
"Quise hacer una aventura de amistad y libros. Porque
no me gusta el mundo que veo. Sobre todo en España, somos herederos de una
larga tradición de infamia y violencia por razones históricas. El progreso
siempre tropieza con el trono y sobre todo con el altar", afirmó y agregó:
"Desde los púlpitos han hecho mucho daño, la Inquisición, llegaron a
límites ridículos, hasta prohibieron la bragueta de una fila de botones, había
que usar dos filas de botones y el que no, pues al cadalso".
Lo anticlerical ebulle fácil desde la boca de Arturo
Pérez-Reverte y Fernandez Díaz le pica un recuerdo de la infancia cuando lo
echaron de la escuela marista. "Le pegamos a un cura con mi hermano",
evocó. Para dejar en claro su posición respecto de la religión lo asaltó un
recuerdo que enmudeció la sala y cambió el tono de la charla: "En la
primera guerra que participé como corresponsal se me borró la idea de
Dios".
El autor que cumple 30 años de su debut como escritor y
lleva vendidos 15 millones de ejemplares en todo el mundo, contó sobre los
conflictos armados que participó y que llevó libros a la guerra porque "Lo
ayudaban a digerir lo que veía, a mantener hilos de cordura, algo de luz para
iluminar el presente".
Esa misma luz es la que buscan el almirante y el
bibliotecario en París. La Enciclopedia era de esos libros que podrían
instaurar una nueva noción de país. A los personajes los mueve el deseo de una
España educada en las ciencias y la filosofía por sobre los deseos oscuros y
quedados de tronos y altares, contra los que despotrica con vehemencia cada vez
que puede Arturo Pérez-Reverte.
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