Por Fernando González |
El poder vive de las estadísticas pero también de las
sensaciones. Y la sensación de los últimos días indicaba que el kirchnerismo se
revitalizaba a partir de sus debilidades. Presionar a los jueces y a los
fiscales con causas sensibles. Denigrar la denuncia, la persona y hasta a la
madre del fiscal Alberto Nisman. Detener la investigación de Claudio Bonadío
sobre los hoteles de la Presidenta.
Y confluir en un mismo espacio Cristina
Kirchner, el candidato Daniel Scioli, el hijo Máximo y el aura del Papa
Francisco, quien se ha dejado rodear por el ímpetu kirchnerista lo mismo que
ciertos dirigentes y consultores, víctimas de un síndrome de Estocolmo
electoral que se terminaron enamorando del mismo verdugo que tanto los había
castigado.
Esa sensación de los últimos días tuvo un cambio contundente
anoche. Los triunfos de la UCR en las primarias de Mendoza y, sobre todo, el
más sorprendente triunfo del humorista Miguel Del Sel en las primarias de Santa
Fe se convirtieron en una tormenta que alimentó las expectativas algo
desteñidas de la oposición para reemplazar al kirchnerismo en el poder. La
victoria del radical Alfredo Cornejo revivió las esperanzas de sus
coprovincianos presidenciables, Ernesto Sanz y Julio Cobos, y el golpe que Del
Sel le dio al socialismo en Santa Fe robusteció las chances de Mauricio Macri,
quien se apuró a celebrar junto al Midachi y espera prolongar la racha el
domingo próximo con la ratificación de la hegemonía que el PRO tiene en la
Ciudad de Buenos Aires. Especialmente, si el candidato a sucederlo en el
gobierno porteño termina siendo su preferido, Horacio Rodríguez Larreta, sobre
la rebeldía partidaria que encarna inesperadamente la senadora Gabriela Michetti.
Está claro que ni una elección ni dos ni tres victorias
consecutivas garantizan nada. En los comicios que se vienen, el kirchnerismo
podrá conseguir buenos resultados también y la sensación de triunfo trasladarse
de la oposición al oficialismo en cada instancia porque la elección
presidencial va a ser una disputa muy reñida. Todavía no hay nada resuelto.
Daniel Scioli tiene buenas chances de convertirse en presidente como también (y
ayer se comprobó) las tiene Mauricio Macri y todavía las tiene Sergio Massa,
quien respaldó a los radicales en Mendoza. Pero si la oposición quiere
desplazar realmente del poder al kirchnerismo deberá dejar de lado las
mezquindades y las confusiones para entender que el fin de ciclo incluye,
además de un triunfo electoral, una batalla cultural que le ponga fin a los
años de intolerancia política, de estancamiento económico y de aislamiento
internacional que impidieron el salto demorado del crecimiento al verdadero
desarrollo.
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