Por J. Valeriano Colque (*) |
El Gobierno está aferrado a una tabla de salvación que en
seis meses mostrará hasta dónde llegó, en un mundo que dejó de soplar a favor
por la suba del dólar y la caída en el precio de los productos primarios.
A través de sanciones, operativos policiales y la intimación
a bancos, frenó operaciones de quienes pretenden refugiarse en el dólar para
cuidar sus ahorros. Desde el 27 de enero de 2014, cuando entró en vigencia el
“dólar ahorro”, el Banco Central se desprendió de 4.370 millones de dólares,
sólo hasta marzo.
El llamado ahora “dólar puré” (se compra en la ventanilla de
un banco y el particular sale y lo hace ‘puré’ en el mercado del blue) contuvo
al billete, que muchos toman como referencia de la inflación real. Pero el
dólar blue se despertó: la semana pasada terminó a 12,72 pesos, con una brecha
de 43 % sobre el oficial (8,88 pesos).
Los precios volvieron a moverse. La inflación Congreso acusó
2,1 % en marzo y sin bien la oficial resultó casi la mitad–1,3 %– refleja un
salto sobre febrero (0,9 %).
Las cifras que miden los precios están en permanente
discusión. Aun así, extécnicos del Indec, usando la metodología del organismo,
denunciaron que la pobreza afectaba a fines de 2014 al 25,1 % de la población:
hay 9,5 millones de pobres. Para la Universidad Católica Argentina, el número
es mayor.
El Gobierno se enoja porque se tiran cifras “al voleo”, pero
desde 2013 el Indec no informa ese dato. Increíble, pero cierto.
Vino y carne.
Ejemplos simples muestran cómo el país perdió competitividad (precio en
definitiva) para llegar al mundo. Por ejemplo, de una botella de vino que tanto
Chile como la Argentina vendían a ocho dólares. El país transandino devaluó su
moneda 14 % en un año y tuvo una inflación del 5 %. El productor chileno ganó 9
%, por lo que si resigna algo de ganancia puede aún venderla más barato y ganar
mercado. El argentino vio que el peso se devaluó 10 %, con una inflación
oficial de 24,9 %. Sus costos subieron 15 %. Para mantener mercado, debe perder
plata. El mismo ejemplo usó para la carne en comparación con Brasil.
La oficialista Cámara Argentina de la Mediana Empresa (Came)
se declaró en alerta por la crisis que afecta a las economías regionales (la
del vino es una). En un congreso que reunió a 300 dirigentes de 128
agrupaciones, que actúan en 28 complejos agroindustriales, reclamó medidas para
compensar “el atraso cambiario, revertir las altísimas subas en los costos de
producción y reducir las excesivas cargas tributarias”. “Hay 900 mil empleos en
riesgo”, advirtió.
La (falsa) estabilidad depende del swap con China, de la
ayuda del Banco Central de Francia y de los más de 9.000 millones de pesos que
el Gobierno colocó en letras (Bonac). Este plazo fijo habrá que comenzar a
pagarlo cuando en la noche del 25 de octubre se conozca el nombre del futuro
presidente y qué hará su equipo para afrontar la herencia. Desarmar el cepo es
sólo una parte de la pesada mochila.
No hay Cepo
Los últimos días fueron pródigos en declaraciones del
ministro de Economía de la Nación, Axel Kicillof, en su paso por la asamblea
del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, y en Rusia, con la
comitiva presidencial.
En Washington, Kicillof se mostró indiferente a la
evaluación que pueda hacer el FMI sobre la medición de la inflación real, luego
de que–a instancias de ese organismo–el Instituto Nacional de Estadística y
Censos (Indec) debió dejar de lado el índice de precios al consumidor, que no
resultaba creíble.
Desde enero de 2014, la inflación se mide por el índice
nacional urbano, que aún está en evaluación por el Fondo para saber si este
indicador se compadece con la realidad.
La presidente Cristina Fernández no alude nunca a la
inflación, en tanto el jefe de Economía insiste en minimizar su impacto sobre
la competitividad de los productos argentinos. Muestra palpable de la gravedad
del tema es que el gobernador de Buenos Aires y precandidato presidencial Daniel
Scioli, al ser consultado sobre el nivel de la inflación actual, titubeó y
dijo: “Es del 20, 22 o 23 %”.
El kirchnerismo perdió las elecciones primarias en Mendoza,
provincia afectada por una fuerte crisis de los sectores vitivinícola y
metalmecánico. Paralelamente, se conoció que las exportaciones de la Argentina
cayeron en los últimos 17 meses.
Ambos datos debieran preocupar a las autoridades, pues la
inflación está muy por encima de los cálculos oficiales y degrada la
posibilidad de venderle al mundo. Y el peso acumula un atraso cambiario
respecto del dólar, mientras que los socios regionales de la Argentina han
devaluado sus monedas.
Kicillof insistió en que “no hay cepo”, dado que–dijo–se
venden dólares para el ahorro, a turistas y se permite la remisión de
utilidades. Las palabras del ministro son verdades a medias, pues en los tres
casos existen restricciones.
Además, el Gobierno exige a los agroexportadores un anticipo
de los dólares que percibirán por sus ventas, en tanto limita las operaciones
de importación a más de 90 días, con lo cual genera una mayor caída en el nivel
de actividad, dado que el 70 % de los componentes industriales son importados.
Además, el Ministerio de Economía acaba de captar deuda por
1.415 millones de dólares, a través del Bonar 2024. Semanas atrás ya había
tomado prestado de bancos e instituciones privadas casi 10 mil millones de
pesos. La sola mención de estas colocaciones–aun las que se realizaron con el
supuesto de financiar “viviendas populares”–echa por tierra el reiterado
discurso de que se avanzó en el desendeudamiento.
La estabilidad ficticia que se vive en estos momentos
esconde graves problemas de la economía, que empiezan en el desorbitado déficit
del Estado nacional, que sólo en febrero último alcanzó los 13.700 millones de
pesos, 140 % más que hace un año.
Las palabras de Kicillof sólo están anticipando una pesada
carga para el próximo gobierno.
(*) Economista
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