miércoles, 22 de abril de 2015

Cristina, Nisman y Putin

Por Román Lejtman
Desde Moscú, CFK iniciará su gira oficial en Rusia con una exhibición de poder frente a Vladimir Putin, su principal apoyo político en las negociaciones desplegadas para suscribir el Memorando de Entendimiento con Irán que entierra la investigación del ataque terrorista a la AMIA. Cristina y el aparato del Estado desgastaron la imagen pública del fiscal Alberto Nisman, atacaron a sus familiares directos y lograron que la denuncia por encubrimiento sea rechazada por un soldado judicial que hace guardia en la Cámara de Casación.

Ese abuso de poder, sólo para clausurar una presunta hipótesis de crimen de Lesa Humanidad que involucraba a la Presidente y su canciller, demostró a Putin que su aliada táctica en América Latina conoce la lógica del Kremlin: el poder existe cuando se ejerce sin límites.

El fiscal Nisman era un enemigo público para Irán y su decisión de iniciar negociaciones con Argentina implicó una consulta informal con Rusia. La respuesta desde Moscú no se hizo esperar. CFK apoyaba la estrategia diplomática de Venezuela y era ignorada por Barack Obama, que terminó de tomar distancia cuando comprendió que Argentina no cumpliría con ningún compromiso asumido en la reunión bilateral del G20 en Cannes. Estos antecedentes abrieron la negociación con Teherán que se hizo en Siria, otro país que tiene mucho para explicar en los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA.

Putin desea aprovechar el aislamiento internacional de Argentina para consolidar su poder en la región. Tiene la misma estrategia que China: apoyo en los organismos multilaterales, inversiones directas y créditos blandos que profundizan la dependencia económica y financiera. CFK cree que la foto en Moscú mejorara su imagen en el mundo, y eso demuestra su escaso conocimiento de la historia de Rusia. El Kremlin sólo negocia con supuestos iguales, mientras que trata a los demás Estados como piezas menores del tablero internacional.

CFK ignora que la Nomenklatura rusa compara su estrategia bilateral con el giro desesperado de Leopoldo Fortunato Galtieri durante la Guerra de Malvinas. El dictador argentino estaba alineado con Ronald Reagan y no tuvo problemas en enviar a un grupo de tareas que combatió junto a la CIA en América Central. Después, cuando Washington apoyó a Londres, Galtieri cruzó a la otra trinchera de la Guerra Fría para encontrar un aliado que estaba en las antípodas de su ideología.

La Nomenklatura explica sin eufemismos su comparación: Galtieri gira porque estaba desesperado y aislado. CFK también, si no es imposible de comprender porqué Argentina reclama la soberanía en Malvinas alegando razones históricas y territoriales, y apoya a Rusia y su anexión de Crimea que se hizo en base a la población rusa, el mismo argumento que usa Londres para defender su posesión en las Islas del Atlántico Sur pobladas en su mayoría por kelpers.

Cristina siempre intentó que Obama sea su referencia regional, pero cometió tantos errores de política internacional que la Casa Blanca cerró todas las puertas. CFK, entonces, no paró con los berrinches y ahora le queda un sabor amargo que jamás reconocerá: está aislada en Occidente e hizo un papelón en Panamá cuando Cuba y Estados Unidos se acercaron definitivamente.

El fiscal Nisman está muerto, su denuncia fue sepultada en Casación, Putin aparece como un aliado indispensable para Argentina y la causa AMIA está en manos de un puñado de funcionarios que responde a las órdenes directas de Balcarce 50. Visitar Granada, para pasar las horas, viajar a Moscú con toda la pompa y circunstancia, es mejor que hacer un balance de los últimos años de gestión.

© El Cronista

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