Gran parte del
oficialismo cree ver señales de que Cristina se inclinará
por el gobernador.
Apoyos fast y ninguneo a Randazzo.
Por Roberto García |
Composición del día: Daniel Osvaldo Scioli. En
su mejor semana del año, no hay comentario que lo ignore, avezado o
principiante. Para objetarlo por su constante sumisión a la Casa
Rosada o para halagarlo por su poca escrupulosa contumacia para ser
candidato. Provocó una suerte de endogamia periodística sobre un mismo
tema, algo parecido a lo que Clarín y sus medios realizan todos los días con La
Nación como si fueran un mismo grupo incestuoso. Tal vez lo sea. Ahora
todos somos Daniel, como Charlie Hebdo, como Nisman, un repetido y efímero
estrellato político.
Típico de la frivolidad argentina. Aunque no se escuchó la palabra de
Ella para autorizarlo como delfín en la interna, algunos de sus
portavoces –tipo Diana Conti o Carlos Kunkel–
coincidieron en alinearse y alabarlo. No son los únicos. Tal vez recibieron la
orden o, atentos al campeonato, revivieron una anécdota de la Corte de Luis XV
sobre los mensajes crípticos de la monarquía.
Ocurre que Cristina debe haber saludado con simpatía a Scioli en uno de
sus últimos actos, al revés de la indiferencia y desprecio habituales. Algunos lo ven
como un cambio sustancial, del mismo modo que un día María
Antonieta le preguntó –como si nada ocurriera entre ellas– a Madame Dubarry:
“¡¿Cuánta gente vino a la fiesta?!”. Justo ella hablando, futura reina, quien
jactanciosa había prometido que nunca le dirigiría la palabra a la amante del
disipado Luis XV. Pero tuvo que cambiar por una crisis política, morderse el
juramento, y la Corte entendió que en ese momento la Dubarry era tan importante
como la dauphine austríaca que años más tarde guillotinaría la Revolución
Francesa.
La única verdad. Más pueden los hechos que las intenciones, las
preferencias o los caprichos. Según las encuestas, sin Ella nadie del Frente
para la Victoria puede ganar. Pero sin Scioli
tampoco el oficialismo puede sucederse a sí mismo, aunque su aporte
resultaría menos significativo que el de Cristina. Sobre todo para la
determinante primera vuelta (sacar un piso de cuarenta puntos y conservar una
diferencia de diez con el segundo), quizá la única alternativa de
triunfo. Se complementan entonces, vienen a ser el caballero y la dama
perfecta de la foto, uno para el otro. Y viceversa, aun cuando les disguste
compartir el tálamo electoral.
Hace un mes se confirmó la tendencia: el Gobierno, para evitar
deserciones ya manifiestas en el distrito bonaerense y en el Interior,
conservar intendentes, gobernadores y audiencia justicialista, consideró
conveniente asimilar al gobernador, patrocinarlo. Garantizaron libertad y
fondos a los municipios, también mostrarse más peronistas, apareciendo Ella en
un homenaje a Cacho El Kadri –no era la primera vez, es justo decirlo– como si
hubieran compartido la resistencia peronista, mientras entusiastas camporistas
se referían con orgullo al peronismo no precisamente progresista de la
provincia de Buenos Aires. Como si provinieran de la verde Juventud
Sindical de los 70, y no de las formaciones especiales. De última, La Cámpora
parece adaptarse, son parte de la Corte. Como en Versalles.
Mientras Scioli sube en el entorno, Florencio Randazzo se
desvanece. Otras conveniencias: lo sacaron de una presentación de la SUBE que
le correspondía y, lo más degradante, le arrebataron un área vinculada a
puertos, dragados, vías navegables, depósitos, containers, bajo la sospecha de
que algunos funcionarios arbitraban a su gusto ese negocio millonario. Un
sablazo en un medio acostumbrado a los sablazos. Aunque se hizo cargo Kicillof,
el operativo lo fogoneó Wado de Pedro: otras empresas ingresarán al sector. Al
menos, así denuncia uno de los sindicatos postergados, el de Omar Suárez, el
Caballo, el favorito alguna vez de Cristina y el mismo que le causó una
incomodidad en un cóctel cuando la lisonjeaba afanosamente.
No objetar. Además, cuentan, un confidente de la mandataria señaló que no sólo
evitarían objeciones a la perseverante aspiración presidencial de Scioli, que no
pensaban marginarlo de la interna ni devaluarlo. Al contrario, hasta
sostuvo que la doctora se mantendría al margen de designaciones futuras,
inclusiones en listas e influencias en la gestión del Gobierno, si
eventualmente le tocaba ser elegido.
Una sorpresa total, escasamente probable por otra parte, para quien sólo
espera que les lleguen condiciones y, por lo menos, le anticipen quién será su
acompañante de fórmula. No vaya a ser que le ocurra lo mismo que en la
designación de Gabriel
Mariotto como su vicegobernador: se enteró luego de que Ella se
lo informara a los medios.
Algo parecido a su propia designación como vicepresidente: se anotició
por la tapa de Clarín, en un kiosco marplatense, una mañana cuando salió
a correr. Cuando ese grupo hegemónico ya disfrutaba de las primicias de Néstor
Kirchner. Gratis, por supuesto.
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