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jueves, 23 de abril de 2015

Claves para una política pública de juventudes

Por Andrés Fernández


¿Juventud o juventudes?

Desde una posición democrática y progresista, es importante entender a la juventud desde una perspectiva de construcción sociocultural, que contemple a su vez la visión biográfica del sujeto. Esto nos permite reconocer las singularidades que adquiere el término en distintos momentos y espacios.

Surgen entonces varias cuestiones a tener en cuenta: en primer lugar, que la edad como criterio biológico no alcanza para definir a “la juventud” ya que asume valencias distintas en diferentes sociedades, como así también al interior de una misma sociedad. En segundo término, que la juventud es también una concepción relacional, es decir “se define en relación a” y que puede encubrir una relación asimétrica en favor de los adultos, quienes se establecen como punto de referencia del “deber ser” que los jóvenes deben alcanzar. Por último, la juventud se fija de acuerdo a otras relaciones en las que se involucran los sujetos, como ser las territoriales, las de clase, las de género, las étnicas, etc. Esto genera que la condición juvenil sea vivida y expresada de diferentes formas, lo que nos lleva a identificar que no existe una única forma de ser joven, sino muchas. Por esta razón, es imprescindible hablar de “las juventudes” antes que de “la juventud”.

Atendiendo a la creciente complejidad que implican los cambios tecnológicos y la aceleración de las transformaciones sociales, es fundamental que los gobiernos implementen planes integrales de juventud como vía hacia la defensa y promoción de los Derechos Humanos. Es un camino con numerosas dificultades, pero necesario y urgente.

Juventudes y políticas públicas

En relación a las políticas implementadas por los diferentes niveles del Estado, salvo algunos temas muy puntuales, parece una obviedad remarcar que existe una descoordinación y hasta una competencia en la relación con su “población – objetivo”. Esto genera una clara ineficacia en la aplicación de las políticas y una ineficiencia en la ejecución de recursos públicos.

La necesidad de una coordinación o articulación entre Nación y Provincias y entre éstas y los gobiernos locales, radica justamente en la cada vez mayor complejidad que atraviesa a las relaciones sociales y a los efectos inequitativos del mercado.

Más allá de los esfuerzos (importantes) dedicados por los municipios, es imprescindible una acción conjunta con los otros niveles del Estado que considere a las y los jóvenes como grupo estratégico del desarrollo de sus comunidades; ya que nos encontramos con numerosas deudas pendientes, que deben ser atendidas para evitar la profunda desigualdad y vulnerabilidad que genera el sistema económico – político imperante.

Deudas pendientes

Las y los jóvenes deben ser considerados como sujetos de derecho y en este sentido, el Estado debe garantizar las políticas que los contemplen como ciudadanos. Parece contradictorio entonces con el Estado de Derecho, la vigencia de mecanismos autoritarios de control social que priorizan la primacía de un discurso inexpugnable sobre la seguridad.

De igual manera, es prioritario pensar una reforma del sistema educativo que contemple los aspectos formales e informales de una verdadera herramienta emancipadora. Que la educación sea realmente un camino hacia una mayor igualdad. De la misma forma, es vital pugnar por la vigencia de un sistema integral de salud.

El acceso al trabajo es otra de las deudas pendientes. Si bien son conocidas y abundantes las iniciativas que buscan capacitar o formar a las y los jóvenes (como paso previo al empleo), no es del todo claro que esas políticas sean tan efectivas como se las presenta. La escasez de estadísticas, por ejemplo, no permite trazar horizontes claros en políticas que debieran trascender a los períodos de gobierno para convertirse en claras políticas de Estado y que sin embargo son utilizadas como estrategias de marketing en una visión privatista y paternalista de la cosa pública.

La permanencia en el territorio y el acceso al hábitat son dos cuestiones que se entrelazan y se alimentan mutuamente, pero que no figuran en la agenda. Es conocido el proceso de destierro que sufren muchos jóvenes de comunidades alejadas (en lo general, de comunidades rurales) que no encuentran posibilidades y deben alejarse de sus lugares de origen con todas las consecuencias que ello acarrea; como así también las dificultades de acceso al hábitat que los jóvenes de comunidades urbanas padecen como un elemento más de su vida cotidiana. El no acceso a servicios básicos como así también la creciente dificultad en lograr la vivienda propia son temas que debieran ser prioritarios.

Claves para una política pública

En la búsqueda de políticas públicas que transiten el camino para superar las deudas pendientes y desde una perspectiva progresista, podríamos establecer algunas claves tentativas.

En primer lugar la igualdad de oportunidades: que significa considerar a las políticas públicas de juventud como una herramienta de generación de igualdad y la garantía de los derechos respetando la diversidad de realidades de las juventudes. También considerar una visión de integralidad que implica analizar en toda su complejidad las situaciones que atraviesan a las juventudes.

Es importante la participación de los jóvenes; ya que participar implica estar en movimiento, ponerle voz y cuerpo a los cambios. Es llevar adelante las ideas, de forma conjunta y para el bien común, buscando transformaciones a través de la acción colectiva. Es entonces necesaria una participación real de los protagonistas, es decir, de las y los jóvenes. Por su parte, no debe faltar el diálogo intergeneracional pero considerando que para dialogar entre generaciones es necesario superar las concepciones tradicionales que sectorizan a los jóvenes, el enfoque adultocéntrico, la conformación de micro–grupos de jóvenes que se excluyen del resto de la sociedad y la deficiente visualización de la juventud como “el futuro”.

Por último es imprescindible la transversalidad y la búsqueda de sinergias. Esto redunda en una mayor y mejor comprensión de las diversas dimensiones de la realidad como así también exige la coordinación entre los diferentes niveles del Estado y la participación de la sociedad tanto en la formulación como en la implementación de las políticas públicas de juventudes.

© La Vanguardia

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