Poner las cosas en su lugar
Por Martín Risso Patrón |
Donde recordar a veces es olvidar
Desconciertan a veces las conductas públicas de los
seres más significativos que tiene la sociedad, entre ellos los propios
gobernantes elegidos democráticamente. Por empezar, creer que se gestiona “el
Estado”, cuando en realidad, el mandato popular es: “Deberás gestionar el
Gobierno, la administración de la República, para eso te hemos votado”.
Hecha esta, aparentemente, descolocada aclaración,
me es posible encarar con dolor cívico este informe que tiene por objeto
reavivar la llama de la Vida escarbando entre las cenizas cuaresmales que
contienen huesos rotos, ojos que no verán más nada, senos que nunca
amamantarán, manos que tampoco volverán a acariciar, sonrisas que no lo son.
Porque en estos días se apodera del corazón de los vivos un aciago dolor
propinado por la prepotencia de una banda que asoló el país desde 1976, y
aunque se fue, aún destila sangre y fuego y el azufre maloliente de las ruinas
que son tantos espíritus, tantas familias, tanta escuela, tanto proyecto de
vida truncado. Entonces me resulta inevitable confesarme.
Resulta que el 24 de marzo, amargo y aciago, del
76, mesiánicos anunciantes de un Armagedón delirante, desataron las tinieblas
sobre la Libertad. Recuerdo muy bien esa madrugada,vivida por mí en un pueblito
patagónico que ese día del incipiente otoño recién nacido, estaba congelado con
hielo en los cristales. Vino mi amigo el médico y me dijo simplemente: “Rajate.
Tus camaradas te buscarán, ya se habla de que en tu pieza estuvieron los
gendarmes y sacaron los libros y los periódicos...” Había dejado yo mis
galones de la Gendarmería un año y medio antes, y había decidido amar a ese
pueblito del Río Mayo, entregándome a él.
Tardé dos días en decidir qué hacer, pero era
tarde; el Jefe ordenó a mi ex-camarada el correntino Martínez que me detenga en
la usina de la Cooperativa, en la que yo trabajaba. Me dijo: “Martín,
dice el Jefe que te espera en el cuartel”, esperame, que
enciendo los motores, y voy... “...no,dice que vayas ahora...”; dejame
que le deje el combustible al operario, y voy... “quiere verte ya”,
agregó, y dos gendarmes me alzaron de los brazos y me empujaron dentro del jeep
y partimos al cuartel: tres cuadras, lo separaban de la usina.
En dos días pasó mi vida por mis ojos, sentado en
una oficina; hasta que el Jefe me hizo llevar a su despacho, y sentenció: “Risso
Patrón, usted debe irse inmediatamente de Río Mayo... Tome el primer medio que
encuentre y se va, a la tarde yo no debo verlo aquí...” Y mirando pasar
por la ventana de la plaza de armas rústica del cuartel cómo pasaban gendarmes,
preparaban refuerzos de guardia y vehículos, eché una mirada sobre el
escritorio e hice el último inventario de mis bienes: Mis libros. Saint
Exupèry, César Vallejo, Neruda, dibujos, un fascículo de anatomía, dos poemas y
un cuaderno, además de los periódicos que repartía hasta antes de ayer nomás
entre los jóvenes del pueblo que se habían organizado para votarme como
Intendente por el Partido Socialista de los Trabajadores [PST La Verdad, el de
Coral], diciéndome “...la rompemos, Martín.. ganamos a muerte”, unos
cuantos changos y chicas que votarían por primera vez, en un padrón de 800
ciudadanos habilitados. Cerrando el inventario, estaba la Cédula de la Justicia
Electoral, inútil ya, que expresaba... “el mencionado está habilitado
para ser candidato a Intendente...” etcétera.
Cuarenta años después descubro que hubo dos
confabulaciones de las que ni estaba enterado: Una, la de algunas alimañas [mis
contendientes electorales, que eran dos: uno peronista y la otra, un engendro
emergente del radicalismo], que fueron los que llevaron al cuartel el día 25 de
marzo, mis periódicos La Verdad del Partido, mis libros, mis
cartas y mis poemas, buchones que corrieron a lamer las botas y a
denunciarme por subversivo. La otra, la otra, la otra, amigos, la
confabulación de quienes menos lo esperé, entre ellos el oficial de
Comunicaciones, hoy Cte. Pr GN [r] Juan Carlos Montorfano, [por
entonces, Alférez], al que misteriosamente se le rompieron algunos
cables o se le agotaron algunas baterías y no tenía comunicación para
enviar los informes cifrados sobre mí que le exigían desde Comodoro Rivadavia
los coroneles del espanto. También el Jefe, Cte. Pr. Pedro
Baltazar Cardozo, hoy residente en Villa general Belgrano, Córdoba, y unas
cuantas familias del pueblo, entre ellas familias gendarmes que
me prepararon sánguches y algún billete de los que a ellas les faltarían para
llegar a fin de mes, y me enchufaron en una camioneta que casualmente salía
a Comodoro en la madrugada de congelación del 28 de marzo de 1976 conmigo
adentro. He dicho: Dos confabulaciones. Una de las cuales se llevó
por delante la vida y la libertad de los argentinos; y la otra,minúscula,
anónima pero con unos cojones así de grandes, que me tocó a mí y puedo
contarlo. En Río Mayo y su jurisdicción, no hubo ni detenidos ni desaparecidos
a manos de la Gendarmería nacional.
Pido perdón por esta autorreferencia
Pero vuelvo a las primeras líneas de este despacho.
Las conductas de los administradores del Gobierno.
Para ser breve, lo digo sin filtro: Determinaron que
el 24 de marzo de cada año sea un día feriado inamovible [y ahora también
puente, no se entiende], el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y
la Justicia. Día de holganza y de juntar feriados en un puente ominoso para
no trabajar, ni siquiera en la Memoria. Creer que con un par de discursos,
murales o gesticulaciones se recupera la memoria, mientras el olvido se agazapa
en los feriados. Mientras los huesos hechos polvo, los ojos que no ven y las
manos que nunca nunca nunca más acariciarán, ingresan en el olvido
sencillamente porque los nacidos después, viven y vivirán “el puente de marzo”
como un feriado de holganza y nada más. Con la Bersuit Vergarabat, Los Pericos
y otros más.
Por eso, aquello de recordar es olvidar del
primer subtítulo. Entonces, pido disculpas por la autorreferencia, aparente
memoria mezquina, que incluye las dos confabulaciones; memoria que
ha tardado 40 años en madurar en un intento muy íntimo de poner en orden
algunas cosas. Porque descubro que lo que tenía oculto en mí, no estaba
destinado al olvido; y en la medida en que lo exprese, podrá servir para
que a tantos paisanos se les despierte ese atributo humano de colocar las cosas
en su lugar, con la Memoria. Y preguntarse de una vez por todas sobre tanto
botón y batifufa y ortiba anda por ahí suelto, por haber sido parte de
aquella confabulación, la peor, la que se aseguró la supervivencia de los
cobardes, y cuánto uniformado leal a la República se jugó con
sus galones y sus cojones para que no haya un ciudadano desaparecido.
Porque la Memoria, señores, no es juntar feriados
alargando los fines de semana para no ir a laburar. Es,sencillamente, poner las
cosas en su lugar.
Edición en
papel: Semanario "Nueva Propuesta"
Edición digital: www.agensur.info
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