Por Ana Gerschenson |
La estrategia de congelamiento patagónico con el Reino Unido
que llevó adelante el kirchnerismo durante 12 años termina sin avances
diplomáticos concretos, más bien todo lo contrario.
"Venimos desde el sur de la Patria, de la tierra de la
cultura malvinera y de los hielos continentales, y sostendremos
inclaudicablemente nuestro reclamo de soberanía sobre Malvinas", aseguró
Néstor Kirchner en su discurso de asunción, el 25 de mayo del 2003.
Desde el comienzo, el kirchnerismo quiso ser la contracara
de la política de seducción a los kelpers, que en los 90
había llevado adelante Carlos Menem. Con
cartas, ositos Winnie the Pooh, y apertura informal del diálogo con los habitantes de las islas, la Argentina menemista
cedió demasiado, pero también logró que los ciudadanos con pasaporte
argentino puedan viajar a las islas, un ingreso que tenían prohibido desde el
final de la guerra.
Además, luego de una pulseada diplomática, en la que
colaboró el gobierno de Chile en 1999, también los malvinenses tuvieron que aceptar
que los aviones de LAN deban hacer una escala en Río Gallegos una vez por mes,
como parte de un acuerdo con Londres, para autorizar los vuelos entre Chile y
Puerto Argentino que atraviesan el espacio aéreo nacional.
Kirchner rompió el protocolo la primera vez que se encontró
con el exprimer ministro británico, Tony Blair, en 2003. Le dijo, sin vueltas,
que tenían que sentarse a conversar sobre la soberanía de Malvinas, y obtuvo
por su audacia sólo una sonrisa incómoda del premier.
Inevitable, sobrevino la rispidez abierta con el gobierno
británico. La Argentina anunció la suspensión de los vuelos chárter a las
islas, que se habían multiplicado por la actividad turística y petrolera. Y
aunque hubo gestiones y reclamos desde Londres, los kelpers se negaron a
aceptar la oferta que Cristina Kirchner realizó para instrumentar un puente
aéreo entre Buenos Aires y Puerto Argentino, vía Aerolíneas.
Tampoco ha tenido efecto alguno el anuncio argentino de
sancionar a las empresas petroleras que operen en Malvinas sin autorización
nacional. Ni lo tuvo el decreto 256 de 2010, que dispone que "todo buque o
artefacto naval que se proponga transitar" entre puertos ubicados en el
territorio continental argentino y puertos ubicados en Malvinas "deberá
solicitar una autorización previa expedida por la autoridad nacional
competente".
La idea era obstaculizar la llegada de la plataforma
petrolera que comenzó a perforar aguas malvinenses, para poner en marcha el
proceso de extracción de hidrocarburos, hoy previsto para el 2017.
La Cancillería intentó frenar la actividad pesquera, una
industria que convirtió a los malvinenses en millonarios. En 2007 se
endurecieron las sanciones a los barcos que operen en zonas aledañas sin
permiso argentino. Pero no tuvo éxito.
CFK trató también la vía de la mediación. Le pidió a Hillary
Clinton "una intermediación amigable" ante Londres, cuando las
relaciones bilaterales con los EE.UU. todavía eran fluídas. Y repitió la
solicitud ante el Papa Francisco, en 2013.
En el marco de Naciones Unidas, el secretario General Ban Ki
Moon también manifestó su deseo de intermediación para que la Argentina y el
Reino Unido negocien la soberanía de las islas, tal como lo establece su
resolución de 1965. Londres se ha negado al convite sistemáticamente, sin que
su rechazo genere represalia en la ONU.
En los años de administración K, el principal logro
diplomático ha sido la inclusión del reclamo por la soberanía en todo foro
internacional posible.
Pero la ruptura deliberada del diálogo con Londres en la
última década ha generado -como sucedió esta semana- que el rumor de un apoyo
de la Rusia de Vladimir Putin a la Argentina para "invadir" las islas
sea usado como excusa doméstica por el gobierno inglés para reforzar la defensa
de Malvinas.
Entre la seducción a los kelpers y el congelamiento
patagónico de los lazos, existe un camino diplomático intermedio. Será tarea
del próximo gobierno encontrar el color justo de la relación bilateral, el que
sostenga el legítimo reclamo por las islas, pero que también permita avances
que acerquen a las islas un poco más al continente nacional.
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