Por Alfredo Leuco |
El fiscal Gerardo Pollicita apeló el fallo del juez Daniel
Rafecas. Lo hizo con una precisión quirúrgica en su lenguaje técnico pero,
también, con unos huevos del tamaño de la Bombonera.
El fiscal que había imputado a la presidenta de la Nación y
a su canciller, entre otros, por encubrimiento del atentado terrorista más
grave de la historia argentina, argumentó su insistencia con sentido común y
ajustado a derecho.
Apeló la decisión de Rafecas por considerarla “prematura y
apresurada” y consideró que la negativa del juez a impulsar alguna de las mas
de 40 medidas de prueba solicitadas “impide contar con información necesaria y
esencial para establecer la verdad real”. Pollicita, con responsabilidad
institucional considera “prudente abrir la investigación” que reclamó para
recién después “tomar las decisiones de fondo”.
Se lo traduzco al lenguaje común para que se entienda mejor.
Pollicita le está diciendo al juez que una acusación de semejante gravedad
institucional que involucra a la máxima autoridad el país no se puede cerrar en
una semana sin averiguar absolutamente nada. Se lo digo más claro todavía:
Rafecas dice que no vio nada que sirviera para iniciar la causa. Yo me
pregunto: ¿no vio nada o no quiso ver?
Miró para otro lado y cerró los ojos. No puso en marcha ni siquiera
formalmente, una sola de las medidas de prueba pedidas. Le doy un ejemplo:
Pollicita había pedido allanar la Cancillería para acceder a toda la
documentación secreta y pública sobre la firma del tenebroso pacto con Irán.
Nadie entiende porque se firmó. Nadie explica por qué motivo, Cristina y
Timerman pegaron un giro de 180 grados y resolvieron llegar a un acuerdo
clandestino con los acusados de ser los terroristas de estado que volaron la
AMIA y asesinaron a 86 personas. ¿Porque Rafecas no ordenó aunque sea acceder a
toda esa documentación que seguramente arrojaría luz sobre el acontecimiento?
Insisto. No quiso luz, aumentó la oscuridad. Rafecas dedicó varios párrafos a
elogiar políticamente el comportamiento de Cristina y Timerman como si fuera un
militante. Fueron aseveraciones absolutamente innecesarias y sumamente
opinables y cuestionables como toda postura política. Conocer a fondo los
intercambios de cables entre Buenos Aires y Teherán. Mostrarles a los
argentinos que era lo que se le ocultaba al pueblo con esa firma irritante
hubiera sido un gran paso hacia la transparencia y la equidad. Nadie dice que
Cristina, Timerman y el resto son culpables. Eso es muy difícil de probar.
Pero está claro que Pollicita tiene razón cuando le dice a
Rafecas que busque un poco mas, que indague, que pregunte, que hable con los
capos de Interpol para ver si es cierto todo lo que se dice, que pregunte los
motivos por los que el fiscal Alberto Nisman escribió una acusación tan dura
que le costó nada menos que la muerte de un balazo en la cabeza.
¿No quiso averiguar nada más Rafecas? ¿O no le interesa
saber? Se ganó los elogios del círculo rojo del poder kirchnerista. Cristina
habló bien de Rafecas igual que Horacio Verbitsky y Eugenio Zaffaroni. Los
diarios kirchneristas convirtieron el fallo de Rafecas en un suplemento especial
en sus ediciones de fin de semana. “La democracia no se imputa”, fue el tiro
por elevación a Pollicita que se utilizó como consigna de la convocatoria del
1-M. Lo único que les faltó a los muchachos de La Cámpora fue crear una
agrupación llamada “La Rafecas”.
Más allá de la ironía, lo cierto es que Pollicita insiste
como corresponde a su condición de fiscal. El proceso no está cerrado. Dice que
Rafecas no agotó todos los recursos ni hizo todos los esfuerzos para que la
resolución sea con la mayor claridad, transparencia y equidad posible.
Traduzco: no se movió de su escritorio y eso hace más oscura e inequitativa su
decisión. “Esto se cierra y sanseacabó″, fue lo que dijo en síntesis Rafecas.
Pollicita le respondió que esto no se cierra, por lo menos
por ahora. Tal vez más adelante se llegue a la conclusión de que Cristina y
Timerman son inocentes y no encubrieron terroristas. Pero hay que argumentar
con datos y certezas y no con suposiciones y especulaciones ideológicas. Por
eso digo que los huevos de Pollicita son grandes como los de la Bombonera,
estadio al que rigurosamente va a alentar a su amado Boca Juniors. Porque, tal
como recomendó ayer Lorenzetti, resistió todas las presiones por más poderosas
que fueran. Lo apretó el gobierno con sus opiniones con el objetivo de que no
insistiera con su pedido. Y la solicitada vergonzosa de esta mañana es
realmente una extorsión publicada en todos los diarios a la luz del día. Parece
y es una grosera falta de respeto y humillación a la figura de Nisman al que fusilaron
mediáticamente antes de su muerte y lo siguen haciendo ahora. Pero además fue
una apriete a Pollicita, para evitar que apelara, al fiscal Germán Moldes que
tiene que actuar ahora y a las dos salas de la Cámara Federal, una de las
cuales va a tener que resolver sobre el tema.
Pero la solicitada y todo el discurso del gobierno y sus
soldados chupamedias tiende a amenazar a todos los que se atrevan a poner en
duda ante la justicia la honradez y la ética de la presidenta. Es un mensaje
mafioso y encriptado a Claudio Bonadío y la causa por lavado de la ruta del
dinero K de Lázaro Báez y Cristina y a todos los magistrados que están
investigando a corruptos como Amado Boudou, Ricardo Jaime y siguen las firmas.
Esa solicitada ordenada por Cristina fue un gesto
autoritario y prepotente para meterles miedo a los jueces y fiscales y acusarlos
preventivamente de golpistas. Para generarles pánico y que nadie se atreva a
investigar al poder. Para que se
consagre la impunidad de este gobierno. Algunos acusaron el cachetazo y se
callaron la boca. Pollicita puso el pecho, demostró coraje y apeló el fallo de
Rafecas. El gobierno ahora va a intentar destruirlo con su aparato mediático.
Rafecas había cerrado todos los caminos hacia la verdad. Pollicita abrió
nuevamente la puerta. Ahora comienza otra historia.
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