En los próximos siete
días se define buena parte de la supervivencia
del proyecto presidencial de
Massa.
Por Ignacio Fidanza |
Sergio Massa ingresó en la etapa más crítica de su proyecto
presidencial. Los márgenes de error se estrecharon al límite. Ya despilfarró
con entusiasmo, el secreto placer de equivocarse. De la incorrección, el
ninguneo.
Su candidatura se mece sobre el filo, hecho que habla de un riesgo
pero de ninguna manera enuncia un proyecto naufragado.
En el “war room” del Frente Renovador los asesores
extranjeros –que acumula en capas geológicas-, coinciden en el diagnóstico con
una mirada positiva: “Que suerte que esto ocurrió a seis meses de la elección y
no un mes antes”. Es decir, sí se hace todo bien hay tiempo para remontar la
cuesta y soñar con el premio mayor.
Hillary Clinton es según sus consejeros, un ejemplo de una
líder que en su momento sufrió la caída demasiado cerca de la votación y se le
escapó la Presidencia.
Empujado por su grupo originario de intendentes que vieron
encenderse la luz roja, Massa inició la semana pasada un esfuerzo por
reencauzar la campaña y ordenar su espacio político, que estaba cruzado de
internas tan insignificantes como dañinas.
Afecto a las tenidas gastronómicas –que ya le valieron retos
para que baje de peso-, Massa reunió ayer en Pilar a 20 intendentes de la
provincia de Buenos Aires, el núcleo duro de su poder político. De las 9 hasta
las 3 de la mañana, horario en que el diputado suele despachar mensajes de
texto, el debate zanjó la primera decisión fuerte: Rechazar las presiones de un
sector del establishment para que Massa se baje y acompañe a Mauricio Macri
como candidato a gobernador.
“Ni loco me subo a una aventura que puede terminar, en el
mejor de los casos, con Macri en la Casa Rosada como títere del Coti Nosiglia”,
chicaneó el intendente de Hurlingham, Luis Acuña. A su lado, el anfitrión
Humberto Zuccaro exageró: “Esto es Massa o muerte, a matar o morir”.
Se entiende la exaltación. Acuña y Zucarro son los que
acompañaron a Jesús Cariglino en el cisma más fuerte que sufrió Massa y que lo
obligó a poner el freno de mano y volver a consultar a sus pares. Cariglino
está técnicamente afuera del Frente Renovador. Fue el que se atrevió a decir en
voz alta que Massa debía bajarse. “Luis, hacete cargo de Jesús”, lo despachó el
ex jefe de Gabinete cuando se trató el tema del intendente de Malvinas
Argentinas.
En la reunión se coincidió que la pelea de los precandidatos
a gobernador había enredado el proyecto presidencial en un cabaret que Massa
agitó y le terminó explotando en la cara. “Acá los que traccionan votos somos
los extremos de la boleta, Massa y nosotros. No podemos seguir tolerando que
los del medio nos marquen la agenda”, sintetizó uno de los presentes.
Por eso, Massa avanzó en definiciones que venía demorando.
Este sábado en San Martín se hará un congreso que decidirá lo que está
decidido: El Frente Renovador tendrá dos candidatos a gobernador, Darío
Giustozzi y Francisco de Narváez. La lista de diputados nacionales la armará
Massa y la de legisladores provinciales los intendentes. Punto.
El armado nacional y
la vía del medio
Mañana al mediodía Massa se trasladará hasta la sede de
avenida La Plata del sindicato de petroleros que dirige el senador Guillermo
Pereyra. Allí lo estarán esperando Ramón Puerta y Juan Carlos Romero. La idea
es tratar de resucitar el acuerdo con el Peronismo Federal que habían esbozado
el año pasado. Se habla incluso de una fórmula compartida, reubicando a Roberto
Lavagna en “otro lugar”.
Adolfo Rodríguez Saá todavía no dio el sí definitivo, aunque
mantiene conversaciones, mientras habla al mismo tiempo con José Manuel de la
Sota. El gobernador cordobés, en un movimiento fractal muy natural en el
peronismo, a su vez dialoga con Daniel Scioli.
Para De la Sota la situación no es sencilla. Massa tiene un
canal directo con Olga Riutort que mide fuerte en la capital provincial y
Scioli apoya la candidatura a gobernador de Eduardo Accastello, que empezó a
crecer en serio.
Accastello, pícaro, dice a quién lo escucha que quiere a
Adriana Nazario como vice. Se trata, claro, de la nueva esposa de De la Sota.
La política siempre encuentra la manera de superar su crueldad natural.
Por eso, ahora De la Sota maquina un acuerdo con Scioli para
poner a Accastello como vice de su aliado Juan Schiaretti. Se verá.
El riojano Eduardo Menem también es parte de estas
conversaciones. Se trata de un combinado heterogéneo que jura que tiene
estructura política en 15 provincias. Algo parecido le garantizaron a Duhalde
en sus últimas incursiones electorales y así le fue.
Como si necesitara más suspenso, la otra fecha clave que
enfrentará Massa está prevista para el último día del mes, cuando se reúnan los
perdedores de la Convención nacional para presionar a Ernesto Sanz. Morales,
Cano, Alfonsín, Naidenoff y otros, exigirán precisiones sobre la libertad de
acción que les da el punto cinco del documento aprobado en la Convención Nacional,
para avanzar en sus distritos en alianzas que incluyan al massismo.
Así con retazos de uno y otro lado, Massa intentará
articular algo parecido a una estructura nacional. Nada para alarmarse ni muy
distinto a lo que ensaya Macri.
En todo caso, el problema central del ex jefe de Gabinete
está en otro plano más inasible. El posicionamiento de su oferta. Se vive una
situación paradójica, según varios analistas la sociedad se está polarizando
entre los que pretenden la continuidad –Scioli o Randazzo- y los que quieren el
cambio –Macri-.
Es decir, que se estrecha el espacio para los candidatos
“catch all” que al estilo de Clinton –el que ganó- roban votos de todas las
franjas ideológicas. La paradoja es que según los estudios que le acercan a
Massa, el grueso de la sociedad sigue rescatando cosas de la experiencia
kirchnerista y reclamando cambios.
O sea, como siempre, el ganador será aquel que acierte en el
blend preciso que construya una nueva mayoría. Se sabe que los autores de éxito
no son los que escriben pensando en determinado lector, sino los que logran
inventar su propia audiencia.
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