viernes, 13 de marzo de 2015

Está en duda la transparencia de los actos de gobierno

Es por la omisión deliberada de información en los múltiples 
niveles de responsabilidad.

Por J. Valeriano Colque (*)
El derecho de acceso a la información pública es uno de los pilares básicos del sistema republicano, aunque la vieja práctica de los funcionarios de retacear datos y estadísticas de utilidad para los ciudadanos rompe con aquel principio fundamental.

La omisión deliberada de información sobre la administración del Estado no sólo interfiere el necesario conocimiento y evaluación de situaciones de alta complejidad social (por caso, los índices de pobreza), sino que pone en duda la transparencia de los actos de un gobierno en los múltiples niveles de responsabilidad.

La administración nacional ha dado muestras fehacientes de esa mala práctica, al cabo de casi 12 años en la conducción del país. Huelga apuntar que las controversiales mediciones de diversa naturaleza operadas por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) encabezan la lista de desvaríos. Esta obsesión por esconder lo que debe ser público sumó un nuevo capítulo con la difusión de los sueldos que cobran la presidente Cristina Fernández y sus ministros y secretarios.

A raíz de un pedido de información pública canalizado por el diario La Nación, de Buenos Aires, la Casa Rosada había subido a su sitio web una planilla con detalles de los haberes que perciben la Presidente y sus funcionarios. No estaría en discusión en este caso el monto de los salarios (Cristina tiene un haber bruto de 100 mil pesos), pero sí el hecho de que el gesto de transparencia fue fugaz. No está claro por qué motivos, pero la Secretaría General de la Presidencia, que conduce Wado de Pedro, ordenó borrar del sitio la mayoría de los datos vinculados con los sueldos del Ejecutivo.

Una administración sacudida por las sospechas de corrupción pública (con la propia Presidente y su vice, Amado Boudou, en problemas con la ley) no cesa en tomar medidas arbitrarias, como negar o distorsionar la realidad de sus actos.

Pero no se puede ocultar lo que es irrebatible: se sabe que los índices de pobreza e indigencia en la Argentina vienen creciendo a valores preocupantes, pese a que el Gobierno optó por cancelar la difusión de esos parámetros. Se trata de datos indispensables para conocer la gravedad de dicho fenómeno social. ¿Es necesario profundizar sobre la nula confianza que genera el Indec luego de haber dibujado durante años los índices de inflación?

La credibilidad de un gobierno elegido por el voto popular (no sólo el que administra el país) se sustenta en la franqueza de sus acciones, una materia que pocos podrían aprobar a la hora de rendir cuentas frente a una sociedad cada vez más madura. Por ello, ante el desafío de un año electoral, esas y otras falencias seguramente se verán reflejadas en la voluntad de las urnas.

Tanta cantidad de políticas sociales y millonarias inversiones del estado no alcanzan para reducir la cantidad de pobres

El gasto social es una obligación fundamental del Estado, bajo cualquier perfil ideológico partidario. Pero lo que define el resultado no es el volumen, sino su efectividad, aspecto a veces olvidado por la gestión.

Este año, el Estado nacional pondrá en el gasto social 734.155 millones de pesos, 25 % más que el año pasado, cifra que representa casi 60 % del total del presupuesto, que este año llegará al récord de 1,2 billones de pesos. Casi 513 mil millones de pesos corresponderán a la seguridad social, que además de las jubilaciones y pensiones de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses), incluye los 8,4 millones de beneficios distribuidos por asignaciones familiares (más de 53 mil millones de pesos), los casi 1,5 millones de personas que gozan de las pensiones no contributivas (un monto similar de casi 53 mil millones de pesos) y los casi 3,4 millones de beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo (AUH).

Así, todo el sistema de seguridad social realizará este año más de 20 millones de asistencias, lo que no quiere decir que sea igual la cifra de beneficiarios, ya que algunas personas pueden participar de más de un ¬programa o cobrar más de una prestación.

Los datos se desprenden de la Ley de Presupuesto 2015, que incluye cifras sorprendentes por su volumen en gasto social.

Por ejemplo, el plan Argentina Trabaja, del Ministerio de Desarrollo Social, con el cual se forman cooperativas para obras de infraestructura local, sumará este año 5,5 millones de puestos de trabajo. Es un 80 % más que en 2014 de integrantes que están vinculados con otros planes sociales. Cada beneficiario cobra 2.600 pesos mensuales desde noviembre del año pasado además de 300 pesos por productividad y 250 pesos por concurrencia a las actividades de capacitación y promoción del empleo.

Otro dato que llama la atención surge del rubro seguridad alimentaria. En 2013, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) destacó en su último informe sobre Pobreza e Indigencia, que en el primer semestre de ese año había 189 mil hogares indigentes en el país (1,4 %). Para 2013, el programa de Asistencia Alimentaria para Hogares Indigentes preveía 14,1 millones de beneficiarios; para este año, esa cifra llegará a 17 millones.

En el marco de este tipo de programas, está el plan de asistencia financiera a comedores, que en 2014 ayudó a 11.412 centros y que este año pretende llegar a casi 15 mil.

En tanto, en el orden del programa Familias por la Inclusión Social, el plan Manos a la Obra trabajará en microcréditos con 850 organizaciones sociales y asistirá a 800 consorcios de gestión de redes de microcréditos. El registro de efectores de desarrollo social, los inscriptos en el monotributo social, prevé reunir este año a casi un millón de personas, por la incorporación de 200 mil beneficiarios.

Lo coyuntural, permanente. Los programas y las cifras se multiplican y se superponen con regímenes similares de las provincias y los municipios, generando una batería de planes sociales sobre los cuales no hay datos acerca de su efectividad.

La incógnita es por qué tanta cantidad de políticas sociales y millonarias inversiones del Estado en todos sus niveles no alcanzan para reducir la cantidad de pobres, cuya cifra el Gobierno nacional dejó de informar hace un año y medio. Peor aún, para algunas organizaciones dedicadas a temas sociales, pobreza e indigencia vienen en aumento desde 2013.

Lo que está claro es que la economía no está generando la cantidad de puestos de trabajo que la sociedad requiere, hay más desempleo, hay más pobreza y hay segmentos de la población que reciben ingresos que les permite paliar la situación, pero no sirven para dejar de ser pobres o indigentes. La gran deuda de la política social es crear empleo para sacar a los pobres de esa situación. No está generando una cultura del trabajo, la economía no está creando fuentes de trabajo porque no está creciendo. El subsidio es bueno para el momento en el que debe estar. El problema es cuando lo temporal se convierte en permanente.

Los planes sociales son necesarios, no se puede dejar a los niños sin comida. Pero hace falta trabajo genuino.

(*) Economista


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