martes, 3 de marzo de 2015

En el PJ ya empiezan a pensar en una vida sin Cristina

Duhalde planea un "congreso" partidario para el 14. El rol de Servini de Cubría 
y los intendentes.

Por Ignacio Fidanza
Un movimiento subterráneo está creciendo desde el peronismo bonaerense, con la participación activa de Eduardo Duhalde. “Es el último servicio a la Patria de Eduardo”, afirman con ironía cerca suyo.

La movida empalma además con las necesidades y rencores que acumulan intendentes y dirigentes del peronismo bonaerense y sectores de la Justicia. La idea, sintetizada, es sacarle el PJ a Cristina y dejarla sola con la franquicia del Frente para la Victoria.

O mejor dicho, asegurarse el control del sello del PJ para que Scioli y todos los que acompañen su candidatura presidencial, tengan un instrumento electoral para presentarse en las elecciones de Octubre, si Cristina decide negarle la boleta.

En esta trama compleja hay intereses cruzados y hasta identidades partidarias hoy enfrentadas. Pero el espanto de quedarse afuera del próximo ciclo de poder en la Argentina, es lo que une.

Duhalde trabaja con la ayuda activa de su mujer para realizar una suerte de Congreso del Partido Justicialista el próximo 14 de marzo. Hay contactos con referentes de provincias –en su mayoría de su época- como José Manuel de la Sota y Jorge Busti.

Pero ese “Congreso” sería el marco político para una jugada mucho más pesada: Lograr que la jueza federal con competencia electoral, María Romilda Servini de Cubría, decrete la intervención del PJ, que por presión directa de Cristina viene funcionando con una conducción prorrogada y eludiendo las elecciones internas para definir su conducción.

Esta jugada ya fue intentada el año pasado, como anticipó en su momento LPO, y Servini de Cubría la rechazo de plano. Hoy, al calor de la pelea de la Presidenta con la Justicia, los promotores de la jugada ven mayor permeabilidad en el fuero federal para “hacerle una maldad a Cristina”.

Granados y los intendentes

De manera simultánea a los trapicheos de Duhalde -y acaso sin que exista coordinación- el influyente ministro de Seguridad bonaerense, Alejandro Granados, encabeza ciertas conversaciones. El hombre fuerte de Ezeiza está convencido que existe una posibilidad cierta de que Cristina no le dé la boleta a Scioli y por eso es necesario tomar el control del PJ. El gobernador asegura en la intimidad que eso no va a pasar, pero precavido, deja hacer.

Granados logró empalmar esa necesidad de Scioli con un deseo de los barones del Conurbano: Recuperar autonomía política y financiera frente al avance de la Casa Rosada que vivieron estos años. “Quieren volver a armar las listas de la provincia y manejar los presupuestos de sus distritos. Ellos sienten que han sido un respaldo importante del gobierno nacional y no se les reconoce ese lugar”, explicó a LPO una fuente al tanto de las negociaciones.

Las charlas trascienden las actuales fronteras partidarias, pero no la identidad política. Participan de esas conversaciones además de Granados, los intendentes oficialistas de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde y de La Matanza, Fernando Espinoza; pero también los massistas críticos de Malvinas Argentinas, Jesús Cariglino; de Pilar, Humberto Zuccaro y de Hurlingham, Luis Acuña. Todos peronistas.

En las conversaciones preliminares se sobrevoló la idea de Insaurralde candidato a gobernador acompañando la boleta de Scioli presidente. Todo bajo el amparo del PJ. Este regreso vertiginoso a la pejotización es la consecuencia lógica del fin de ciclo que sufre el kirchnerismo. Entre los sucesivos “ismos” los peronistas suelen acordarse de la calidez de su casa natal, buen refugio hasta que se consolide el próximo liderazgo.

Los actores mencionados están hoy en proyectos distintos y hasta tienen aspiraciones similares y excluyentes: Cariglino, Espinoza e Insaurralde quieren ser candidatos a gobernador. Pero más que a sus diferencias le temen –en un caso- a la radicalización de Cristina y su opción por La Cámpora; y en el otro, a la pulsión nestorista de Massa de armar todas las listas y concentrar todas las decisiones.

La respuesta frente a esos riesgos es lo que genera consenso: Armar un polo de poder propio que permita bajo el paraguas del PJ, recuperar espacios de autonomía política y marcar límites de abajo hacia arriba. “Ellos nos necesitan más a nosotros que nosotros a ellos”, afirman estos fanáticos del poder local.

Con Scioli no tienen ese problema. Es sabido que el gobernador jamás demostró interés por los armados territoriales.

Es muy probable que esta Intifada, como tantas otras que desde el peronismo desafiaron a Cristina, termine en nada. Pero su mera existencia revela el deslizamiento que se vive en el poder, que como se sabe, suele transformarse por sucesivas oleadas de corsi e ricorsi.

© LPO

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