Por Fernando González |
En 1932, el británico Lionel Robbins definió a la economía
como la ciencia social que analiza cómo los seres humanos satisfacen sus
necesidades ilimitadas con recursos escasos. Y nadie cuenta con recursos más
escasos que los ciudadanos pobres, quienes requieren la asistencia más urgente
de la distribución de la renta. Sin embargo, el ministro Axel Kicillof no sabe (o lo sabe, y
prefiere no hacerlo público) cuántos pobres hay en la Argentina actual.
De todas las definiciones públicas disparatadas de estos años,
la de Kicillof es probablemente la más triste. Y lo es porque su ignorancia
sobre la cantidad de pobres deja traslucir la escasa importancia que le da al
tema.
Le importa tan poco la pobreza que ni siquiera le da
prioridad a la variable económica que más la multiplica: la inflación.
Los plomeros deben saber cuántas canillas hay en una casa.
Los médicos cuántos enfermos hay en los hospitales. Y Kicillof debe saber e
informar cuántos pobres hay en el país. Porque el primer objetivo de la
economía, y de cualquier ministro de economía, debe ser reducir la pobreza.
Si un país emergente como la Argentina no achica sus niveles
de pobreza, no tiene destino. Y es, en la práctica, como si no tuviera
ministro.
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