lunes, 2 de marzo de 2015

El fallo de Rafecas no alcanzó


Por Walter Curia

Nisman no puede responder a la pregunta que formuló la Presidenta. 

Pero la Presidenta sí tuvo la ocasión ayer para responder a la cuestión de fondo que rodea el caso AMIA. 

En el formato retórico que empleó ella misma en el Congreso: ¿con qué Presidenta debemos quedarnos? ¿Con la que reclamaba a Irán ante los foros internacionales por su falta de colaboración en la investigación por el atentado a la mutual judía o con aquella que impulsó un inexplicable acuerdo para crear una comisión de la verdad que revisara lo actuado por la justicia argentina y dispuso notificar de ese mismo acuerdo a Interpol?

A la Presidenta no le alcanzó con el fallo reivindicatorio del juez Rafecas, que rechazó in limine la imputación por el delito de encubrimiento de los presuntos autores del atentado contra la AMIA. La expeditiva resolución de Rafecas –que por otra parte ha tenido como antecedente el pronunciamiento de una buena cantidad de connotados juristas– ¿debería estar acompañada además por un pedido de disculpas? Así como no puede responder a la pregunta de la Presidenta, Nisman tampoco tiene posibilidades de decidir si disculparse o no por su investigación. Veremos qué actitud presenta el fiscal Pollicita.

La resolución de Rafecas podría haber influido en el ánimo de la Presidenta de manera de que diera por cerrada la cuestión del memorándum en su mensaje ante la Asamblea Legislativa. Pollicita trabaja en la apelación de la decisión del juez, pero será finalmente la Cámara Federal la que determine el curso de los acontecimientos. La investigación sobre la muerte de Nisman además sigue abierta y las opiniones sobre los motivos de su muerte están cada vez más divididas. Habría bastado un gesto de magnanimidad presidencial tras la profusa publicación del fallo de Rafecas en formato de suplemento especial de los diarios amigos para demostrar inocencia.

La Presidenta sin embargo consideró que la tragedia con la que concluyó la tarea de Nisman, cualquiera haya sido la causa de su muerte, debería ser un caso aleccionador. Es el talante con el que cerró ayer sus casi cuatro horas de discurso y que decidió imprimirle al final de su mandato.

Cristina Kirchner olvidó ayer un pasaje de una de sus recientes comunicaciones en Facebook y admitió que Nisman fue designado "por nosotros", como el mismo Rafecas y una buena parte de los jueces federales que hoy investigan supuestos delitos que comprometen a funcionarios del Gobierno.

Otro de los que debería pensar en la frialdad que ha mostrado el kirchnerismo para patear un cadáver es el juez Bonadio. Podría preguntarse la Presidenta con qué Bonadio se queda, si con aquel que desestimó la denuncia sobre los Kirchner en 2010 por enriquecimiento la compra de u$s 2 millones o con el que investiga irregularidades en la conformación de la sociedad que comparte la Presidenta con el empresario Lázaro Báez.

No es temerario decir que el gobierno de Cristina Kirchner terminó ayer. La conclusión le cabría a cualquier presidente que diera su último mensaje ante el Congreso, con doce años a cuestas y cuando faltan apenas seis meses para las elecciones primarias. La Presidenta pareció hasta obstinada en que así sea.

Con la salvedad de un nuevo anuncio de nacionalización en la administración ferroviaria, un articulador del discurso de campaña de su candidato, Florencio Randazzo, la Presidenta se concentró en repasar su gestión y en exigirles garantías de continuidad a quienes la sucedan. Los arqueólogos de los medios habrán advertido que recogió una definición editorial del diario La Prensa, de cuño sciolista, para hablar de la incomodidad de los que vendrán.

Como ha quedado ayer expuesto, la única agenda será la batalla con la justicia. Ricardo Lorenzetti sabe de esto desde que Carlos Zannini advirtió años atrás: "Mi decepción con esta Corte es que nosotros la pusimos para otra cosa".

© El Cronista

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