Scioli entra en
boxes, Macri acelera
y el GPS de Cristina dice "recalculando"
Por Fernando Gutiérrez
El acuerdo del PRO y
la UCR cambió por completo el circuito en el que se venía desarrollando la
competencia. También, la forma en que se manejaban los candidatos, sus
discursos y su manera de hacer política. Se fortalecen las posiciones extremas,
en detrimento de las prudentes y moderadas.
Fue un festín para los tuiteros: el hecho de que la
convención nacional de la Unión Cívica Radical se haya transformado en el
evento político más decisivo de los últimos tiempos dio lugar a todo tipo de
humoradas e ironías, mezcladas con análisis y especulaciones.
Pero, más allá de los chistes sobre la histórica propensión
de los radicales a pelearse en internas, más allá de las "chicanas"
cruzadas sobre dirigentes que hoy se asocian con aquellos a quienes antes
criticaban ácidamente, hay algo que empieza a quedar claro: esa convención ha
marcado un antes y un después.
Las primeras reacciones del universo político dan la pauta
de cómo el acuerdo entre el PRO, de Mauricio Macri, y la UCR, liderada por
Ernesto Sanz, ya empezó a cambiar el panorama.
Por lo pronto, ha quedado en evidencia a quienes no les
agrada. Hacía tiempo que no se lo veía a Daniel Scioli tan nervioso y ofuscado
como en las entrevistas televisivas y radiales que dio luego que se anunciara
el pacto.
El gobernador bonaerense, apartándose de su clásica línea
moderada y conciliadora, no ahorró críticas para la nueva coalición, a la que
comparó con la Alianza que en 1999 llevó al poder a Fernando de la Rúa.
Pero, sobre todo, se preocupó por marcar diferencias con
Macri, por su rechazo a la mayoría de las políticas kirchneristas.
En contraposición, se definió a sí mismo como un garante de
la continuidad del modelo K. Fue así que realizó una "convocatoria a todos
los sectores independientes interesados en tener una Argentina desendeudada e
industrializada".
El hecho de que un dirigente peronista tenga que hacer una
apelación al votante "independiente" es todo un síntoma.
Parece claro que apunta a que los receptores de ese mensaje
sean todos aquellos ciudadanos que se identifican con los postulados históricos
de la UCR pero que están en desacuerdo con la alianza Macri-Sanz.
Hubo muchos guiños en ese sentido. Por caso, Eduardo
"Wado" de Pedro, el flamante secretario general de la Presidencia,
escribió en Twitter: "Algunos dirigentes de la UCR dejaron de lado las
ideas de Yrigoyen y Alfonsín para ponerse al servicio de los intereses de los
poderosos". Tras felicitar a los 130 congresales que habían votado en
contra del acuerdo, resaltó que "ahí está la esperanza del
radicalismo".
También Aníbal Fernández aportó su gota de provocación, al
remarcar que "si Alfonsín se levantara de la tumba, lloraría
largamente".
En ese marco, fueron inevitables las especulaciones respecto
de qué tan lejos llegará el kirchnerismo en su voluntad de seducir a los
radicales rebeldes y "robarle" votos a la flamante coalición.
Hasta circulan versiones en el sentido de que a Cristina Kirchner
no le desagradaría que hubiera un radical como vicepresidente en la fórmula
electoral del Frente Para la Victoria.
"¿Qué harán Leopoldo Moreau y Nito Artaza? ¿Se
afiliarán al FPV?", se preguntó el politólogo Rosendo Fraga. Lo cierto es
que los propios radicales disidentes están abonando estos rumores.
Moreau tuvo una muy curiosa y alta exposición en los
programas de TV afines al oficialismo, en los que fustigó el acercamiento de la
UCR a Macri.
Artaza, más explícito aun, afirmó: "Con este acuerdo
nos llevan a una ruptura. Es una alianza que marca un contraste con todo lo que
sea peronista".
La nueva polarización
A primera vista, hasta luce exagerado que desde el
kirchnerismo se muestre semejante interés por retener votos de un partido que
en las últimas elecciones presidenciales obtuvo un 11% de los sufragios (la
quinta parte de los que recibió Cristina).
¿Cómo es que, de pronto, los radicales pasaron a estar en el
centro de la escena política? La respuesta debe buscarse en las consecuencias
que trae la nueva coalición Macri-Sanz-Carrió.
Como ya están notando los encuestadores y analistas de
opinión pública, esa jugada tiene un doble efecto: por un lado, construye
-finalmente- una oferta electoral competitiva por fuera del peronismo.
Rosendo Fraga ya especula con la posibilidad cierta de que
Macri resulte el candidato más votado en las PASO de agosto.
De hecho, es el "piloto" que viene acelerando más
a fondo en la carrera electoral y el que más entusiasmado aparece en estos
días.
Pero, sobre todo, si hay algo que le da relevancia al
acuerdo Macri-UCR es que instala una nueva polarización entre una
centro-izquierda y una centro-derecha claramente definidas.
Así lo describe, con su particular estilo, el influyente
Jorge Asís: "A partir de su reconocida debilidad, los radicales de
Gualeguaychú consolidaron una competitiva proyección centrista. Es un centro
que, gracias a la insustancialidad teórica, se hace más de derecha. Por la
necesidad práctica de La Doctora. Prefiere imaginarse de izquierda."
¿El fin de la
"política light"?
Esta nueva polarización difiere notablemente del escenario
que se vivía hace apenas dos años, en las legislativas de 2013.
En ese entonces, el predominio era para los sectores que
evitaban los extremos y las frases altisonantes. Fue en ese contexto en el que
se produjo la irrupción de Sergio Massa, con su triunfo en la provincia de
Buenos Aires, que lo catapultó a la categoría de los presidenciables.
Por aquellos días, que hoy parecen lejanos, se hablaba de un
nuevo estilo de hacer política, más modelado por el marketing que por la
ideología.
Se remarcaba que se iban a terminar imponiendo los
candidatos que mejor sintonizaran con esa política "light" o
"new age".
Los críticos de Massa -y también los de Scioli- se quejaban
de esa predilección por decir que había que "preservar lo que se había
hecho bien y corregir lo que estaba mal".
Es decir, un discurso de obviedades, en los que siempre se
trataba de no hacer referencia a soluciones "piantavotos". Ejemplos
abundaban:
• La inflación es mala, pero se
evitaba decir que para bajarla podría ser necesario achicar el gasto estatal.
• La crisis de las economías
regionales debe ser corregida, pero no se mencionaba la necesidad de un dólar
más alto.
• El colapso energético requiere una
solución urgente, pero nada se insinuaba sobre un incremento de tarifas.
Ese estilo de campaña electoral fue muy fustigado por
intelectuales de todos las orientaciones, que se lamentaban por la falta de un
debate de ideas.
Massa, por ser el más exitoso en las urnas, era el que se
llevaba la mayor parte de las críticas. Al punto que la influyente ensayista
Beatriz Sarlo lo había calificado como "el típico demagogo".
"Da lo que la gente quiere escuchar. Dice la música del
momento, el hit", era el severo diagnóstico de Sarlo, que se declaraba
"asustada con los líderes post-políticos que hay hoy".
El dirigente de Tigre no era el único que encarnaba esta
nueva forma de hacer política. También en el seno del kirchnerismo se veía un
cambio.
El típico estilo agresivo basado en las teorías
confrontativas de Ernesto Laclau (sintetizadas en el eslogan "En la vida
hay que elegir") terminaron dando paso al estilo "optimista" de
Scioli. No era del agrado del núcleo duro K, pero los fríos números emanados de
las urnas parecían darles la razón a quienes afirmaban que había que evitar los
extremos y transitar por el camino del medio.
Un kirchnerismo
revitalizado
La percepción de estas horas es que ese panorama cambió. La
realidad argentina es lo suficientemente dinámica como para que, a sólo dos
años de aquella elección, las consignas de moderación parezcan inadecuadas para
este nuevo contexto.
Con el eje Macri-Sanz-Carrió por un lado, con su prédica
pro-mercado y su fuerte denuncia anti-corrupción; y con el kirchnerismo puro en
la vereda de enfrente, con su defensa de los "logros del modelo" en
materia de inclusión social y reindustrialización, ya no parece quedar espacio
para los conciliadores.
El propio Scioli da muestras de haber comprendido esta
situación. A punto tal que su estilo y su discurso "entraron en
boxes".
Es por eso que ahora luce hasta sobreactuado en su defensa
de las políticas kirchneristas más controvertidas y en su acusación a Macri de
querer arreglar con "los buitres".
Pero, sobre todo, el mensaje que quiere transmitir va
dirigido a la interna partidaria. Y tiene como eje principal presentarse a sí
mismo como el dirigente que tiene "la enorme responsabilidad de llevar al
peronismo a la victoria, ante esta alianza que se ha conformado".
Aunque Florencio Randazzo haya achicado su diferencia en las
encuestas -según Poliarquía, pasó de perder tres a uno a estar por debajo dos a
uno está claro que el principal temor de Scioli no pasa por un eventual revés
en las PASO. Más bien, tiene que ver con perder su lugar dentro del
oficialismo.
Por estas horas, se siente una fuerte presión por parte del
ala izquierdista K (la más incómoda con el estilo del gobernador) para que el
FPV se anime a radicalizar sus posturas con un candidato que represente mejor a
la Presidenta.
Por caso, el analista Eduardo Aliverti apuntó que las
posibilidades del kirchnerismo crecen ante una nueva oposición que refleja los
intereses del "establishment".
Y que si hay algo que pone en peligro la continuidad del
proyecto K no es ese conjunto de "ricachones menemistas, figuritas
mediáticas, militantes del denuncismo", sino la existencia de
conservadores que asoman como postulantes del FPV". Es decir, Scioli.
Y así como éste ha realizado rápidamente una puesta a punto
de su discurso en plena carrera electoral, el GPS de Cristina dice
"recalculando". A punto tal que la expectativa política está puesta
en si la Presidenta optará por dar un golpe de efecto, luego de analizar los
cambios en el circuito que trae el nuevo escenario.
En este sentido y según Asís, CFK mantiene explícitas
intenciones de "sacarlo a Scioli de la carrera", al tiempo que
"tiene el propósito de imponer a la dupla Randazzo-Kicillof".
Otros creen que, tal vez, el cambio venga por iniciativa del
propio Scioli quien, ante la constatación de que puede perder fuerza en las
urnas, decida unir fuerzas con el rezagado Massa.
A esta línea adscribe Rosendo Fraga, quien cree que el
kirchnerismo duro se beneficia en el nuevo "circuito" electoral, al
tiempo que los dos peronistas moderados sólo podrán dar pelea si deciden una
alianza.
Está claro que muchas cosas pueden ocurrir en el tiempo que
falta para las PASO. Pero, a esta altura, ya puede afirmarse que el panorama
político ha pegado un viraje sustancial.
Tanto, que una convención de la UCR se terminó convirtiendo
en el hecho más importante, crispó los ánimos y redefinió el circuito que los
candidatos deberán transitar para ganar la carrera electoral.
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