domingo, 29 de marzo de 2015

Bigamia política

La campaña PRO y su líder, jaqueados por dos mujeres clave. Llamado que increpó, con dolor.

Por Roberto García
Cuando ya Mauricio Macri se imaginaba alejado de cualquier disputa con mujeres de su cercanía, con un currículum extenso en materia de uniones y separaciones, disfrutando de un idilio maduro con quien lo ha encuadrado familiarmente (y no sólo por la llegada de una niña), se le abre de pronto un horizonte femenino incierto con dos damas que dicen reconocerlo y acompañarlo en su candidatura: Elisa Carrió y Gabriela Michetti

Una bigamia política imposible en apariencia y en la cual, quizá por primera vez, él jura que no ha cometido ninguna traición. Con una dama acecha un conflicto el día menos pensado; con la otra, en cambio, se atraviesa una crisis de proporciones y consecuencias insospechadas. A un mes de la colisión electoral en la interna del PRO, el ingeniero se ha envuelto en la campaña a favor de Horacio Rodríguez Larreta versus la Michetti, como si fuera algo personal. Hace campaña, encomia a su funcionario más consecuente, se expone a su lado, concurre a los medios y reclama la adhesión a quienes, se supone, lo reconocen como líder indiscutido. Condición que Michetti quizá ponga en duda si triunfa en las PASO, posibilidad más que cierta –según las encuestas de todos los interesados– si los comicios se celebraran hoy. Esa espesa controversia ayer se expresó telefónicamente: ella lo increpó, dijo estar dolida, el no cedió un milímetro. La puja sigue, ella sale hoy en los diarios, él en la televisión.

Exageran algunos del círculo rojo de Macri: si gana Gabriela, para Mauricio sería como si Daniel Scioli fuera finalmente candidato del Frente para la Victoria en contra de la voluntad de Cristina. Trastabilla, entienden, el fenómeno de guía nacional que pretenden y amplían en todo el país. ¿Cuál es la imagen de conducción a ofrecer si no podemos designar al sucesor en la Capital Federal, el distrito de nacimiento y multiplicación de PRO? A nadie, de ese grupo, se le ocurre invocar el perfil democrático y abierto del partido por la concurrencia de una facción contraria al jefe boquense, del mismo modo que tampoco a nadie del kirchnerismo se le ocurriría ampararse en la alegría de la Presidenta si Scioli lograra ser su heredero en base al disfraz naranja de monje budista.

Quizá por la búsqueda de una centralidad, se asemejan tanto Macri y Cristina. Y no sólo ante la eventualidad de una derrota ante sus propios aliados en la interna. El jefe porteño copia la misma metodología de la mandataria en el orden nacional, un cristinismo explícito, al suponer que llegaría a la Casa Rosada, a las gobernaciones e intendencias sólo por la portación de apellido, de su fama y conocimiento, del Metrobus, la gestión capitalina y la sensación mayoritaria de cambio. Todo lo puede, todo pasa por él, como Cristina. Tal vez con menor despliegue egocéntrico, seguramente porque no se ha empinado del todo.

Negación. De ahí que, por ejemplo, se negara a exhibir un aspirante más connotado en la provincia de Buenos Aires (prefiere más confiabilidad que popularidad con María Eugenia Vidal), imaginando la proeza de Raúl Alfonsín por haber triunfado en ese distrito con un desconocido Alejandro Armendáriz. En otros lugares ocurre lo mismo, hasta les niega la boleta a los que quieren pasarse a su postulación.

Igualito a la doctora. No contempló Michetti esas inquietudes de poder del ingeniero, más bien aprovecha lo que es su propio poder porteño, basada en un favoritismo a confirmar, y la falta de inserción o cierto desprecio, que ha padecido en los últimos tiempos y dice no merecer. No es la única en ese resentimiento, para ser justos. Pero esa centralidad de Michetti en la Capital no es autónoma del ingeniero, existe gracias a su influencia; o sea que la dama puede ganar si va con Macri, no por afuera, necesita estar dentro del PRO, no cotiza por sí misma fuera de la compañía. Si se aceptan las encuestas en un sentido, también hay que asimilarlas en otro.

Por eso Michetti morigeró sus observaciones críticas a la gestión del propio Macri –cuando lanzaba andanadas por la expansión de la “patria ladrillera” o la connivencia con el negocio del juego kirchnerista–, se le pega ahora en los actos o reuniones en que se pueda colar (a veces la invitan en horarios equivocados), afirma que es su mejor amigo y, por más rebelión interna que produzca en el gabinete –esta semana explotó por primera vez un barullo por los intereses electorales de los dos grupos; sus ministros más operativos son el talibán Guillermo Montenegro y el prudente Hernán Lombardi–, ni se le ocurre instalarse en otro núcleo partidario, evita coquetear con Sergio Massa y parece algo distante de Ernesto Sanz y la Carrió desde que se estableció la entente. Son cuidadosas sus añejas fuentes inspirativas, validan más el acuerdo general que las relaciones particulares. Si hasta parece contenido su último compañero de vida, Juan Tonelli, uno de los que motorizaron la conveniencia de que ella pretendiera el dominio de la Capital antes que arriesgarse a tocar la campanilla en el Senado como vicepresidenta de la Nación. (¿Será cierto que hasta ahora Macri no se permitió hablar sobre proyectos conjuntos con Carlos Reutemann desde que éste se le aproximó como referente?).

Su alter ego en la casa, Tonelli, se ha vuelto un artífice clave en la campaña de Michetti, sea para evitar corrimientos o desvíos en los barrios –ella dispone de supremacía en algunos– o los pleitos por votos en las comunas (absurdamente, Macri permitió sus divisiones), o para coleccionar las adhesiones empresarias. Por decirlo de algún modo. No logra, en cambio, consistencia la candidata en sus apariciones públicas, curiosamente el lugar donde cosecho más simpatías. Tampoco muestra Rodríguez Larreta demasiada substancia, pero a su lado siempre aparecerá Macri hasta la realización de la interna.

Disgustado por el cuestionamiento a su propia figura cuando más necesita crecer, sospechado en lo personal por afirmaciones no olvidadas del pasado sobre su gobierno, indigestado por suposiciones corruptas que ella no ha desmentido, lamentando incluso la pérdida de tiempo en un episodio que lo distrae de su epopeya mayor. Y temiendo que otra mujer de su misma afición, Carrió, hoy silenciosa pero imprevisible, se convierta a futuro en un problema como la misma Michetti: ya objetó actitudes del PRO, personas, y hasta calificó de “bochornosa” la cena del partido en la Rural, como si juntar “plata blanca” fuera lo mismo que conseguir “plata negra” debajo de la mesa.

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