Por Gabriel Profiti |
Si bien no fue sorpresiva, la imputación de la Presidenta
por el supuesto encubrimiento de iraníes en la investigación del atentado a la
AMIA agravó más la crisis institucional desatada por la denuncia y posterior
muerte del fiscal Alberto Nisman.
El fiscal federal Gerardo Pollicita adoptó una determinación
lógica al abrir una investigación por la grave denuncia que había presentado el
fallecido jefe de la Unidad Fiscal AMIA, pero el Gobierno la tomó como una
declaración más de guerra.
"El Poder Judicial está ejerciendo golpismo
activo", disparó el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich. La embestida se
sumó a la descalificación por parte de la propia Cristina Kirchner de la marcha
del silencio convocada por el sector de la Justicia más enfrentado al Gobierno
para el miércoles en homenaje a Nisman.
En los años electorales el kirchnerismo siempre buscó bajar
un cambio en sus recurrentes enfrentamientos, sintonizando las expectativas del
electorado, pero en esta oportunidad la magnitud de la pulseada llevó a la
Presidenta a subir la apuesta.
La marcha del silencio del miércoles próximo -con sus
implicancias- será un nuevo mojón en esta escalada, cuyo final no parece
cercano. De hecho, desde que Nisman presentó su denuncia el 14 de enero, el caso
saturó la agenda política y mediática.
En el oficialismo entienden que la rebelión judicial seguirá
con nuevos eventos en el último año del Gobierno K, de la mano de jueces y
fiscales envalentonados por un fin de ciclo cercano.
Por lo pronto, esperan un posible llamado a indagatoria y
posterior procesamiento de Máximo Kirchner por parte del díscolo juez Claudio
Bonadío por la causa Hotesur, una sociedad de la familia presidencial que
administra el hotel Alto Calafate.
Impacto
El Congreso de la Nación se convirtió en una caja de
resonancia de la tensión institucional vigente, pero no se prevé que la crisis
pueda llevarse puesto al Gobierno, porque conserva sus mayorías y el PJ no
puede permitirse una derrota de ese tipo.
La incertidumbre está puesta en cómo impactará todo este
zarandeo en la elección presidencial y en el futuro del kirchnerismo. La
Presidenta se ocupó de colonizar sectores del Estado en los últimos tiempos
para garantizar su permanencia como espacio de poder aun después de diciembre.
Ese plan está amenazado a partir de sus problemas con la Justicia.
Según coinciden en el Gobierno y la oposición el caso Nisman
afectó la popularidad de Cristina Kirchner. De todos modos, su influencia en la
galaxia K no está en duda y las señales presidenciales son seguidas con
atención por los candidatos del oficialismo que esperan su unción.
Cristina pareció hacerle un guiño a Florencio Randazzo en
detrimento de Daniel Scioli, al respaldar a su ministro tras la denuncia que
efectuaron fondos buitre por su crecimiento patrimonial. Fue en el mismo acto
en el que repudió que "ellos", los que marcharán el miércoles, opten
por el "silencio".
Lo más sonoro resultó su pedido de que "todos" los
candidatos -la lista incluye al gobernador- presenten sus declaraciones
juradas. Lo sutil fue que ubicó a Randazzo como candidato presidencial cuando
un sector importante del PJ espera que la jefa lo "baje" a la
provincia de Buenos Aires.
El sciolismo sigue con atención todos estos eventos, pero le
preocupa más la radiación del caso Nisman que las inclinaciones de Cristina. En
verdad, aseguran que la Presidenta mantiene sus guiños hacia Scioli y que en
privado, dijo que su diálogo cómplice con Randazzo se debió a una defensa
propia más que a un respaldo explícito por el ministro del Interior y
Transporte.
"Todo esto no nos pegó de lleno pero nos frenó. Esto te
obliga a pelear y a salir de la agenda positiva. Acabamos de hacer unos
anuncios muy importantes en materia de seguridad y nadie le da bolilla porque
el eje pasa por otro lado", admitió un sciolista y señaló que inicialmente
la crisis benefició a Mauricio Macri por su condición de opositor neto al
Gobierno kirchnerista.
De todos modos en el oficialismo abrigan la esperanza de que
la economía dé señales positivas y que sea el bolsillo y no la convulsión
política la que termine definiendo la elección.
Es cierto que la economía influyó decididamente en los
comicios presidenciales desde el regreso de la democracia, pero si las cuentas
familiares no están en óptimo estado hay otros vectores que comienzan a
incidir.
Tras el mandato de Raúl Alfonsín, los argentinos buscaron
estabilidad económica en Carlos Menem. Luego de la decáda menemista, reclamaron
transparencia. Tras el fracaso de la Alianza volvieron a priorizar estabilidad
económica, gobernabilidad y autoridad presidencial. Ahora puede venir otro
volantazo. Más allá de cuál sea el reclamo central de las urnas, lo importante
es que las crisis siempre encierran oportunidades.
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