sábado, 7 de febrero de 2015

Sortilegio

Por Manuel Vicent
Después de una reyerta de café, cuando las disputas literarias se resolvían a bastonazos, Valle Inclán fue llevado al cuartelillo y allí un guardia sentado ante una máquina de escribir con la que ametrallaba el idioma castellano, le tomó declaración. Terminado el atestado el guardia pidió al detenido que lo firmara y después de leerlo el escritor exclamó: “Esta prosa no la firma Ramón María del Valle Inclán. Si lo hiciera se agitarían los huesos de Cervantes en su tumba”.

En la cripta del convento de las Trinitarias de Madrid se están buscando ahora los restos de Miguel de Cervantes. En tiempo de los Austrias, cuando el autor del Quijote fue enterrado allí con incuria y sin gloria, había en Madrid una secta de iluminados, uno de cuyos ritos consistía en practicar el sexo entre monjas y capellanes con la creencia que de esa unión carnal siempre nacerían profetas.

Es muy peligroso hozar en los nichos de los conventos. En las sepulturas de las Trinitarias han aparecido varios estratos de féretros podridos repletos de huesos de niños recién nacidos, que tal vez fueron paridos por novicias embarazadas en aquellas orgías místicas.

El Príncipe de las Letras, que fue muy agraviado en vida, está siendo profanado después de muerto, pero esta podredumbre es su venganza por no haberlo dejado tranquilo.

Puesto que el método científico para descubrir sus restos parece muy complicado, se podría probar con el sortilegio de Valle Inclán.

Se extienden sobre una tabla todos los huesos hallados en la cripta de las Trinitarias y se lee en voz alta un atestado de la policía, una hoja del Boletín Oficial del Estado, el discurso de un político corrupto, parte de un sumario judicial, un contrato de hipoteca con el banco o un párrafo pedestre del libro más vendido del año. Los huesos que se agiten serán los de Cervantes.

© El País (España)

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