Por Nicolás Lucca
(Relato del Presente)
Semanas desacreditando la denuncia de Alberto Nisman, días
enteros dedicados a correr por izquierda, por derecha y por el centro a Gerardo
Pollicita. Tanto empeño le pusieron que descuidaron el flanco del juez federal
Claudio Bonadío y la causa de Hotesur ya está a punto caramelo. Al esfuerzo del
oficialismo por no comerse una nueva marcha multitudinaria sólo le faltó un
“por favor, no hagan llorar a Néstor Iván”.
La agencia de noticias estatal Telam se convirtió en una
cartelera antimarcha en la que pusieron en una sucesión de espacios que, por
lógica, deberían estar destinados a noticias, el listado de todos los que no
adherían a la movilización. Tres actores sin laburo, Adrián Paenza, Pacho
O’Donnell, Eduardo Aliverti y varios periodistas más de esos a los que vivir de
la teta del Estado les aniquiló el poder de crítica, se sumaron a un documento
presentado por Mempo Giardinelli y que, según él, tuvo buena repercusión en
Facebook –la intelectualidad ya no es lo que era– donde juntaron 25 mil adhesiones
–la cybermilitancia, tampoco– para afirmar que a los únicos que les importa que
se esclarezca la muerte de Nisman es a ellos. Por decantación, se podía deducir
que al resto de los mortales nos chupaba un gobelino, pero lo dijeron claro “a
los que van a la marcha, les importa un pepino”. Fino, con clase, aunque
hubieran preferido “un huevo”.
Al pedido se sumó la campaña “Yo no voy” en Twitter, como si
nos importara que nos avisen. No era una fiesta de Quince, ni un asado, ni un
Bar-Mitzvah. No teníamos que calcular los cubiertos, la carne, el tamaño de la
torta o la cantidad de pastrón. Por otro lado, luego de doce años de putearnos
por gorilas, cipayos, vendepatrias, imperialistas, neoliberales y fans de
Videla, no creo necesario que aclararan que no vendrían los que adhieren a un
Gobierno conformado por exfuncionarios de Menem, Duhalde y De La Rúa, que
entrega recursos no renovables a potencias extranjeras y que banca a un militar
imputado por un delito de lesa humanidad. Sin embargo, se comportaron como la
ex que te cagó la vida y te llama para contarte que no piensa ir al cumpleaños
al que no la invitaste.
Entre los próceres de la brújula desimantada, los de Carta
Abierta se llevaron el primer puesto al reclamar a la Corte Suprema que haga
algo para frenar la marcha, porque “es su deber, su responsabilidad histórica,
frenar esta autonomización de uno de los poderes de la República, esta evidente
partidización política de los magistrados del Poder Judicial que pone en riesgo
la vida institucional de un régimen democrático”. De los once años en los que
tuvieron en Zaffaroni a un juez gomía, no hablaron.
Parece mentira que tipos a los que nos vendieron como las
nuevas luminarias del faro cultural de la Patria Grande nuestroamericana no entiendan
conceptos tan arcaicos como libertad de expresión, libertad de protesta, o
libertad a secas. Hubiera estado bueno que hicieran lo mismo con el Poder
Ejecutivo, pidiendo que haga algo para dejar de ocultar números que
repercutieron en muertos de hambre, pero son cosas que se les puede pasar
mientras analizan al movimiento nacional y popular y su inserción en el
universo ante el nuevo orden de la coyuntura intergaláctica.
Cebados, cargaron contra los fiscales a quienes acusaron de
querer sacar partido político “con el pretexto de defender las instituciones”.
Era obvio que ese argumento iba a fallar justo en este país, en el que
justificaron cualquier bestialidad legislativa porque “la aprobó el Congreso
Nacional y hay que respetar las instituciones”.
El oficialismo también utilizó todos los medios de
comunicación posibles para carpetear a los fiscales que convocaron a la marcha.
Fueron tan simpáticos que nos recordaron que a José María Campagnoli lo
suspendieron por “mal desempeño”, pero se les pasó que todo quedó en la nada, a
excepción del quilombo que se armó por la suspensión del fiscal. Cual náufragos
en un mar de incoherencia sin agua potable para beber, tiraron que Stornelli
está vinculado con los barras de Boca y se lo pegaron a Macri. Si no tuvieran
el lóbulo temporal dañado, habrían tirado un freno de mano al hablar de
Stornelli, ex Ministro de Justicia y Seguridad de Daniel Scioli. Y si vamos a
hablar de barrabravas, mejor no recordar que el hermano de la Ministro de
Seguridad de la Nación apareció pegado a la barra de River en las escuchas por
lavado de dinero de Lázaro, o la ONG Hinchadas Unidas que “ayudó a crear”
Marcelo Mallo, de la agrupación Compromiso K de Rudy Ulloa. Y, ya que estamos,
cómo olvidar aquel hermoso discurso en el que Cristina manifestó su “admiración
y respeto” hacia “esos tipos colgados del paravalanchas” que “nunca miran el
partido y arengan”.
Por último, si nos van a pedir que tengamos cuidado con
quiénes marchamos en base a sus legajos recientes, imagínense cómo les habría
ido si nos hubieran pedido que tuviéramos cuidado a quiénes votábamos con
idéntico criterio.
Sin embargo, el
último intento lo dio Cristina ayer al mediodía, cuando convocó a un acto para
inaugurar la central atómica Atucha II. Teniendo en cuenta que inauguró cinco
veces el hospital pediátrico de Ciudad Evita y anunció catorce veces las
represas de Santa Cruz, que la inauguración de Atucha fuera la tercera
establece todo un récord en pragmatismo kirchnerista.
Para que la gente no se sumara a una marcha por un fiscal
federal que denunció por encubrimiento a la Presidenta de la Nación, Cris nos
contó que el plan nuclear tiene 5.220 especialistas, 1780 científicos y
expertos, 1100 profesionales adultos, 390 jóvenes profesionales, 620 jóvenes
técnicos para Atucha II, 1330 soldadores nucleares. Las encuestas de adhesión a
la marcha que se encargaron tras el acto no fueron concluyentes, pero se estima
que al 1% de los manifestantes le importó poco y al 100% le importó nada, con
un margen de error del 1%.
Luego de comparar el consumo energético con 2003 para
demostrar que se duplicó –nunca con un período previo al estallido– afirmó que
la historia no comienza ni termina con ella, para luego pedirnos que tengamos
cuidado a quién votamos, no vaya ser cosa que el apocalipsis no se adelante.
Siguiendo la misma senda de la contradicción inmediata, la misma mujer que hace
un par de semanas elaboró desde Facebook su propia teoría sobre la muerte de
Nisman, aseguró que ella no habla de conspiraciones, porque este “no es un
mundo de conspiraciones, sino de intereses, querido”, y que esos mismos
intereses chocan contra este Gobierno que “impide que le marquen la cancha”.
Enojada con la vida, quiso encontrar alguna explicación a
por qué no la quieren, dado que, si bien es cierto que tenemos la segunda
inflación más alta del mundo, muertos por desnutrición, problemas energéticos
estructurales, suspensiones laborales y una tasa de criminalidad que nunca pone
pausa, el kirchnerismo nos devolvió la dignidad. ¿Cómo no amarla, si cada vez
que puede nos recuerda que somos todos una manga de ingratos por pensar
distinto? La explicación hallada a esta notable injusticia romántica del pueblo
radicó en que no le perdonan la política de derechos humanos.
Luego de remarcar que ella tiene “ovarios, querida”, la
Presi decidió contar una anécdota, pero con otras palabras, “para ser
elegantes”. La historia era de un tipo de la UIA a quien no quiso identificar
–José De Mendiguren– que una vez le gritó a Fernando De La Rúa. Cristina
preguntó, entonces, si se imaginan a alguien que le venga a gritar a ella.
Flaco favor les hizo a los candidatos presidenciables, partiendo por Scioli, a
quien lo tiene en el rincón mirando a la pared desde 2003, o a cualquiera de
sus funcionarios, que no pueden hablar con los medios sin pedir permiso
previamente.
Finalmente, para terminar de arreglar el día la Presidenta
más rica de la historia reciente dijo que “el problema está cuando mandan los
que más tienen, porque eso repercute en los que menos tienen”, para luego
terminar a los gritos afirmando que trabajará hasta el último día de su
mandato.
No sé si habrá sido un problema de comunicación, o que a la
hora de la Cadena Nacional estaban todos en otra o, directamente, que a todos
les resbaló lo que tenía para decir la Presi, pero las marchas se hicieron
igual. Esa cosa que tienen algunos de no entender el mensaje conciliador de los
gritos recriminadores y ser tan tercos de salir a reclamar justicia cuando
tenemos satélite.
Lo que vi anoche fue distinto a todo lo que he visto. No fue
mejor, no fue peor, fue distinto. No hubo más gente que en el #8N, pero tampoco
coincidían los motivos, ni los organizadores, ni el clima. Juntar 400 lucas un
día de semana bajo una lluvia torrencial es algo que no se ve todos los días. Y
a la luz de lo que fue el último acto kirchnerista en el que llovió y no
quedaron ni los granaderos, no se consigue ni pagando.
Familias enteras, padres con hijos, abuelos con nietos,
ancianos en bastones y pibes que jugaban con plastilina cuando llegó el
kirchnerismo al poder, se juntaron en la Plaza de los Dos Congresos. Como es
normal en gente que no colapsa ideológicamente tras la bajada de línea del
personalismo, cada uno llevó su propia consigna de por qué se sumaban al
homenaje al fiscal Alberto Nisman. Algunos dijeron que estaban para defender a
la República, otros gritaban que estaban hartos de todo, y muchos,
sencillamente, pedían Justicia.
Los que plantearon la politización desde el punto de vista
de la concurrencia de la oposición, se quedaron con la sangre en el ojo. Nadie
habló de ellos y no hay otra cosa que un puñado de fotos. Los que la encararon
para el lado de que los fiscales deberían encargarse de hacer Justicia en vez
de reclamarla, no tuvieron en cuenta el detalle de que la marea de paraguas se
detuvo en la puerta de la Unidad Fiscal de la AMIA, que queda en el mismo
edificio donde funciona la Procuración General. Como tampoco tuvieron en cuenta
que los fiscales que convocaron y marcharon no intervienen en la investigación
del asesinato de Nisman. Del mismo modo, no se detuvieron a pensar que son
fiscales y no jueces. Como era de esperar, no se les cayó la idea de que además
de fiscales, son ciudadanos con libertades y colegas de un compañero muerto. Y
mejor ni hablar de las ganas que tenían las hijas de Nisman de formar parte de
algo que represente a ese padre que ya no tienen. Supongo que también son
golpistas.
Sólo en la cabeza de un eunuco ideológico con serias
carencias de fósforo en su desarrollo cognitivo puede entrar la idea de que una
manifestación de familias con paragüas que tiene hora de inicio y hora de
vuelta a casa, es un “Golpe de Estado blando”. Si realmente hubieran sido
jodidos, los manifestantes habrían bancado hasta la medianoche para cantarle
el feliz cumpleaños a Cristina.
Sobrevivieron a la crisis con el campo que tuvo al país
paralizado durante cinco meses, se sobrepusieron a que una lista encabezada por
un expresidente y dos futuros candidatos a presidente perdiera en una
legislativa, sobrellevaron las multitudinarias marchas de 2012 y 2013. Lo único
que explica la reacción hacia una manifestación de dolor y bronca organizada
por los amigos y familiares del muerto, es el cagazo a dejar de ser Gobierno.
Un miedo cada vez más real y cercano.
Si tuvieran aspiraciones de vida reales que trascendieran lo
que dice y deja de decir la Presidenta, no cargarían con esa mochila de
angustia. Sin embargo, debo reconocerles que en esa incapacidad de pensar un
futuro independiente de una figura de poder, están hermanados con los que menos
tienen, esos a los que el Gobierno quiere tanto que los mantiene así, pobres y,
sólo si tienen suerte, asistidos.
Ayer hubo una marcha en la ciudad de Buenos Aires. Ayer hubo
marchas en Ushuaia, Mar del Plata, Mendoza, Salta, Rosario, Santa Fe, Paraná,
Catamarca, Río Gallegos, Chubut, Bariloche, Sidney, Berlín, Madrid, Barcelona,
Río de Janeiro, Ciudad de Cabo y Toronto. Ayer hubo una marcha bajo un diluvio,
sin micros, sin shows musicales y sin ningún presidente que bailara mientras
otros lloran la muerte.
Ayer hubo una marcha convocada por personas que forman parte
de uno de los Poderes del Estado, pero que fueron a título personal. Un dato
que, lamentablemente, no se puede contrastar con el Presidente de la Nación
dando un discurso frente a manifestantes en la puerta del Poder Legislativo
para meter presión a la hora de votar la 125. Ayer hubo una serie de marchas de
gente anónima alrededor del mundo reclamando algo tan básico y elemental que
forma parte del cimiento de cualquier Estado de Derecho occidental moderno,
aunque a algunos se les olvide a la hora de enumerar los logros de un Gobierno
nacional y popular. Ayer, una masa humana convirtió el paisaje urbano en una
salpicré multicolor que contrastaba con la oscuridad del cielo, utilizando
paraguas para dejar de mojarse, manifestándose para que dejen de mojarlos.
Ayer, un grupo de amigos homenajearon a un colega. Ayer, dos
chicas lloraron nuevamente a su padre. Ayer, cientos de miles de desconocidos
salieron a hacerles el aguante.
Ayer, en Argentina hubo un intento de Golpe de Estado tan,
pero tan blando, que sus actores sólo pidieron Justicia.
Jueves. “La lluvia de mañana limpiará las manchas, pero algo
quedará para siempre en nuestras mentes“.
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