Por Alfredo Leuco |
Mi olfato periodístico me dice que la movilización convocada
por los fiscales para el 18 de febrero puede ser de una masividad
impresionante. Suele ocurrir que cuando se cruzan las demandas de una mayoría
de la sociedad con un referente genuino, se producen esos milagros cívicos de
la participación popular en cataratas. Esos referentes son los fiscales a los
que me permití bautizar “fiscales coraje”.
Ellos quieren generar un hecho político de magnitud para que
el calor ciudadano respalde y contenga el trabajo de la justicia independiente
y para rendirle honores a uno de sus pares, el fiscal Alberto Nisman que
entregó su vida buscando la verdad del caso más grave de terrorismo producido
en democracia en nuestro país como fue la voladura de la AMIA con 85 muertos.
Ahora hay que agregar a Nisman a esa lista. Es el muerto número 86. Porque su
misteriosa muerte, luego de hacer una gravísima denuncia contra la presidenta
Cristina, el canciller Timerman y otros kirchneristas fue como un tercer
atentado, como si hubiera explotado otra bomba en Pasteur al 600.
Los fiscales y los trabajadores de la justicia son conscientes
de la gravedad institucional de lo que está pasando pese a que el gobierno mira
para otro lado y quiere instalar un clima de frivolidad celebratoria que no
existe. El terremoto de tristeza y temor, nunca producido en democracia, es
porque el balazo en la cabeza de Nisman es responsabilidad, por acción o por
omisión de la presidenta de la Nación. Ella, es la que más debería haberlo
protegido y no lo hizo con la suficiente capacidad. Hay datos que son de una
crueldad terrible y que muestran el corazón de hielo de la presidenta. Todavía
hoy no fue capaz de expresar sus condolencias hacia la familia. Como dijo ayer
Felipe Solá en estos micrófonos: “Parece que Nisman es un muerto de ellos, no
es de los nuestros”.
Ni hablar de la colección de metidas de pata y falsedades
que dijo e hizo mientras jugaba alegremente a ser una detective. A eso hay que
sumarle la amenaza de muerte hacia el doctor Claudio Bonadío. Es un juez que
está investigando la cadena de hoteles de los Kirchner y su complicidad con
Lázaro Báez en un hecho contundente de la matriz corrupta del estado. Toda la
información disponible decía que Bonadío estaba por citar a declaración
indagatoria a Máximo, el hijo de la presidenta. El apriete que recibió en su
despacho decía que le iban a inventar una causa por droga al hijo del juez .
¿Casualidades o causalidades?
Este es apenas un resumen de algunos sucesos que han
conmovido a gran parte de la comunidad. Son argentinos hartos ya de estar
hartos. Ya se cansaron, no soportan más los niveles de impunidad de la que
gozan los más altos funcionarios nacionales. Sienten desprecio por el
enriquecimiento ilícito de las principales figuras del gobierno, empezando por
Cristina y Boudou y terminando por Ricardo Jaime y varios empresarios amigos
del poder. Ciudadanos independientes y pacíficos han comprendido la importancia
de la división de los poderes y de evitar que el gobierno domestique la
justicia y le ponga la camiseta partidaria.
Ese límite que se le puso al intento de destitución del
fiscal José María Campagnoli es el espíritu que aparece en las redes sociales y
en los llamados telefónicos de los oyentes que me hacen presagiar que el 18 de
febrero las calles de Buenos Aires y tal vez de otras ciudades, se convertirán
en asambleas de ciudadanos en movimiento exigiendo el fin del autoritarismo y
la impunidad de estado. La idea y la invitación surgió de los colegas de Nisman
que más valentía han tenido para aguantar los embates y los ataques del
gobierno. Son los que pusieron el cuerpo y decidieron no arrodillarse ante el
poder ejecutivo para mantener su independencia y su dignidad.
Hay señales que pueden ir más allá de las simples anécdotas.
La muerte de Nisman fue el 18 de enero y la movilización
está convocada para el 18 de febrero. Los terroristas volaron la AMIA también
un día 18. En numerología, el 18 es el número de los grandes líderes, de los
cambios, las convulsiones, las grandes creencias y la transgresión de ellas.
El apellido Nisman también tiene su costado simbólico. Nis
en hebreo significa estandarte. Y Man en idish, significa hombre.
Esa marcha de silencio del 18 será un grito de justicia por
Nisman. Será un día de cambios con las fotos de Nisman como único estandarte
entre los ríos de personas construyendo una mejor democracia para nuestros
hijos. Con miles y miles suturando las heridas de la Republica. La ausencia de
banderas y consignas partidarias permitirá unificar todos los reclamos y
mostrar cohesión y masividad.
Tal vez sea uno de esos días en que los argentinos parimos
una nueva realidad. Refundamos nuestra esperanza en una convivencia pacífica,
con una sociedad más libre e igualitaria.
Tal vez ese día 18 del estandarte y los cambios, podamos combatir
el autoritarismo y la impunidad. Para que Nisman sienta que su muerte no fue en
vano. Para que el silencio simbolice la paz que necesitamos recuperar.
Tal vez ese día 18, gran parte del pueblo salga a la calle.
Será en defensa propia.
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