Por Ana Gerschenson |
Un muñeco gigante amarillo con la figura de la Justicia, la
boca vendada en lugar de los ojos y un cartel que decía "necesito un
fiscal con coraje por mi independencia". Fue el único en un mar de
paraguas y carteles de "Yo soy Nisman", la tarde de la marcha del 18
de febrero.
El miércoles, en medio de los miles de pasos mojados por
Avenida de Mayo, también hubo un mensaje nítido para los jueces y fiscales de
la Argentina, para que administren justicia y no impunidad, como sucedió en
demasiados casos durante la última década.
El grito de Justicia, que se escuchó reiteradamente,les cabe
a los magistrados. A todos.También ahora comienza el tiempo del silencio y que
los jueces hablen de verdad por sus fallos.
La muerte de Alberto Nisman se complejiza con las horas. Se
retrasan los resultados periciales, se repiten, surgen dudas sobre la escena
del hallazgo del cuerpo, si se preservó o se destruyó evidencia, y la maraña de
datos contradictorios no parece acercar a la fiscal Viviana Fein, a cargo de la
investigación, a ninguna conclusión.
Fein no es amiga del silencio. De hecho, se la puede ver en
televisión y escuchar en radio para aclarar públicamente cuestiones de la
causa, e incluso para rectificarse, casi como un dirigente política más.
El juez federal Daniel Rafecas está a cargo de la denuncia
póstuma del fiscal Nisman, que acusa a la Presidente Cristina Kirchner por el
presunto encubrimiento a los terroristas iraníes que volaron la AMIA en 1994.
La marcha del miércoles también fue un mensaje para el juez, que se excusó en
un principio por incompetencia para investigar la denuncia. Fue un mensaje de
respaldo pero para que se investigue si lo que Nisman aseguraba tener probado
hasta el día de su muerte es o no verdad.
El reclamo de Justicia incluye su ejercicio, en una década
en la que se encumbró al juez federal Norberto Oyarbide como el símbolo de la
administración de impunidad para el kirchnerismo.
Otros, como el juez federal Sebastián Casanello, se toman
demasiado tiempo para ordenar medidas que refuercen una investigación y, se
sabe que la Justicia es menos justa cuanto más tarde llega.
Casanello está a cargo desde hace años de la causa de la
ruta del dinero del empresario kirchnerista, Lázaro Báez, por maniobras financieras
como la compra de un campo por u$S 5 millones en efectivo. El fiscal Guillermo
Marijuán, uno de los convocantes a la marcha del silencio, había salido a
defender a Casanello en diciembre pasado, asegurando que no había lentitud en
el juez. Pero a principios de febrero no opinó lo mismo la Cámara Federal, que
ordenó a Casanello que indague a Báez el 13 de marzo próximo.
También para el juez federal Claudio Bonadío fue la marcha.
Cuestionado por sus actuaciones durante el menemismo y los primeros años del
kirchnerismo, el magistrado tiene hoy a su cargo la causa más sensible para la
Presidente. Y es la investigación por supuestas maniobras de lavado de dinero
en la empresa Hotesur, propiedad de Cristina y de Máximo Kirchner.Bonadío fue
amenazado de muerte por avanzar en esta causa, y la Presidente teme que muy
pronto cite a declarar a su hijo.
La jueza federal, María Servini de Cubría, supo ser la
Oyarbide de la década menemista. Hoy investiga si hubo desvío de fondos
públicos en Fútbol para Todos.
El mensaje de los paraguas es también para todos ellos. La
marcha del miércoles no fue un cheque en blanco para la Justicia. Los jueces,
especialmente los jueces federales, tienen un pasado. Pero hoy el presente los
ubica con un solo reclamo, nítido, silencioso, potente. Que investiguen, que
pretendan llegar a la verdad, que no se sometan a los deseos del poder, que no
cajoneen causas por conveniencia política. Que ejerzan Justicia y alejen la
impunidad.
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