Por Liliana Bellone (*) |
A pesar de la posible existencia de siniestros entramados de
inteligencia y de espionaje, las pericias
científicas sobre la muerte del fiscal Nisman parecen encaminarse hacia
el suicidio.
Decimos suicidio y pensamos en el sentido de la vida y en su
ausencia. Esto es lo que Albert Camus analiza en el primer capítulo de su
famoso ensayo “El mito de Sísifo” (1942) donde enuncia que no hay un problema filosófico más serio que el
suicidio.
A propósito de la falta de sentido y el suicidio anota que aquello
que otorga sentido a un existencia, o sea “eso” por lo que se vive
equivale también a aquello por lo que se
puede morir: una causa, una pasión, una obra, una utopía… ¿La causa AMIA no
era, según se comenta y según sus propias acciones y palabras, una causa vital
para Nisman?
Camus señala:
“Un acto como éste
(el suicidio) se prepara en el silencio del corazón, lo mismo que una gran
obra. El hombre mismo lo ignora. Una noche dispara o se sumerge. De un
gerente de inmuebles que se había matado me dijeron un día que había perdido a su hija hacía
cinco años y que esa desgracia le había cambiado mucho, le había “minado”. No
se puede desear una palabra más exacta, comenzar a pensar es comenzar a ser
“minado”. La sociedad no tiene mucho que
ver con estos comienzos. El gusano se
halla en el corazón del hombre y hay que buscarlo en él. Este juego mortal, que
lleva de la lucidez frente a la existencia de la evasión frente a la luz, es
algo que debe investigarse y comprenderse.” (…)
“Vivir, naturalmente, nunca es fácil. Uno sigue haciendo los
gestos que ordena la existencia por muchas razones, la primera de las cuales es
la costumbre. Morir voluntariamente supone que se ha reconocido, aunque sea
instintivamente, el carácter irrisorio de esa costumbre de vivir, la ausencia de toda razón para vivir, “(…)
La palabra y concepto “instintivamente” señala un límite, el
encuentro con lo real según los psicoanalistas, con aquello que no puede ser
puesto en palabras, o sea imposibilitado de ser tramitado por lo simbólico.
Prosigue Camus: “Son muchas las causas de un suicidio, y,
de una manera general, las más aparentes no han sido las más eficaces. La gente
se suicida rara vez por reflexión. Lo que desencadena la crisis es casi
siempre incontrolable. Los diarios hablan con frecuencia de penas íntimas o de enfermedad incurable. Son
explicaciones valederas. Pero habría que
saber si ese mismo día un amigo del desesperado no le habló con un tono
diferente. Ese será el culpable, pues tal cosa puede bastar para precipitar
todos los rencores y todos los cansancios todavía en suspenso.” (…)
Una observación también arroja luz sobre el caso y nos
alerta:
Dice Camus: “
…quienes se suicidan suelen estar con frecuencia seguros del sentido de la
vida…”
El mito de Sísifo muestra la contradicción de la existencia
humana representada por la condena de
empujar una pesada roca hasta la cima de una de las colinas del Infierno (el
Hades o Averno grecolatino) para toda la eternidad, una piedra que rodará de un
nuevo al abismo para que el pobre Sísifo emprenda de nuevo la empresa, una
empresa que es símbolo de las empresas humanas, absurda, tal vez vacía, sin
resultado alguno, gratuita, infinitamente rutinaria y agobiante…Pero que sin
embargo posee un instante de felicidad, el pequeño momento de la labor
cumplida, efímera, antes de comenzar de nuevo el inacabable suplicio cual es el
de la vida consciente.
Las presiones, el hastío y la fatiga marcan un camino sin
regreso a ese pasaje mortal, a es pasaje
sin regreso que es la decisión de quitarse la vida
Los argentinos,
proclives a las teorías conspirativas de la historia, lo que explica en
gran medida el desarrollo que tuvo en nuestro país la literatura de
investigación, el fantástico policial y el policial propiamente dicho (Borges,
Bioy, Walsh) deberíamos mirar los hechos
desde una perspectiva más humana, interrogar otras posibilidades, ahondar en
otros misterios que no son siempre las tramas detectivescas del policial.
(*) Escritora
© Agensur.info
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