El fallo que
desestimó la denuncia del fiscal permite al Gobierno desplegar
sus planes hacia
las elecciones.
Por Roberto García |
Si se trata de oportunidades, no fue la más propicia la
resolución del juez Daniel Rafecas rechazando in limine la denuncia del ex
fiscal Alberto Nisman contra la Presidenta por el acuerdo no nato con Irán (en
rigor, el rechazo fue contra la versión atenuada y corregida por el fiscal
Gerardo Pollicita).
La medida de Rafecas alegró a la Casa Rosada, aunque
apareció teñida de sospechas, condicionamientos, ciertos compromisos de lodo
judicial y, por si fuera poco, justo en la misma jornada en que trascendía otra
información relevante: las amenazas personales y familiares que recibió Nisman
para que no presentara su escrito involucrando al Gobierno, a las que el muerto
no hizo caso en su momento. Si se cotejan las dos decisiones en la
confrontación informativa, Nisman y Rafecas, uno queda como un valiente.
Tal vez no corresponda esa comparación desdorosa que surge
de las noticias, al menos para uno de los protagonistas, circulante hoy en
Comodoro Py, donde algunos rabiosos –entre los más irritados, el fiscal Pollicita,
a quien no esperó cuando éste lo fue a visitar– claman contra el juez,
asegurando que procedió contra lo que había barruntado con anterioridad y con
un trámite de urgencia inexplicable cargado de errores formales, al menos poco
profesionales para un magistrado en un caso de tamaña envergadura, que hasta
volvieron suspicaz su autoría. Por no mencionar, aunque él se apresuró a
negarlas, las insoportables presiones que padeció del Gobierno –de acuerdo con
voceros de la oposición política– debido a su fragilidad en el cargo ante el
Consejo de la Magistratura. Espuma, claro, de quienes aguardaban otro
resultado. Pasto eventual para teóricos del acomodaticio Derecho que pasarán
meses debatiendo sobre encubrimiento o tentativa, el nuevo curso en que habrá de
empantanarse la denuncia quizás endeble que planteara Nisman, y el posterior
escándalo sin solución que generó su muerte dudosa.
Oxigenación. Para el Gobierno, lo de Rafecas fue un respiro,
casi una oxigenación. Anticipo de una recuperación que, piensa Cristina, se
fortalecerá este domingo con su discurso en el Congreso. Se pegó además a la
refacción ministerial en la que el promovido Aníbal Fernández como jefe de
Gabinete, ahora, puede justificar ante su familia la razón por la cual obsequió
tres años más de cómodo mandato en el Senado por este poderoso cargo de
duración efímera. Un canje. Son disponibilidades únicas que se avecinan para el
experimentado funcionario, aparte del egocentrismo característico del “yo
puedo”.
Aunque para esa excusa, ya basta con la mandataria; ante los
tormentones, suele repetirle a su claque la misma frase. Sin embargo, la
omnipotencia pareció exigua en los últimos cincuenta días: se hundió el
Gobierno en las encuestas y un gran beneficiado fue Mauricio Macri, quien, de
proseguir con el ascenso de los últimos dos meses, sumando de a dos puntos por
mes, podría acceder a la presidencia sin necesidad de una segunda vuelta. Al
menos es lo que opinan especialistas de los números que, hace poco tiempo, le
otorgaban la misma posibilidad al cristinismo. O a Daniel Scioli, si fuera lo
mismo que el cristinismo.
Para la dama, es fundamental detener su propia caída. Aníbal
Fernández, en ese aspecto, puede ser clave: lo necesita para alinear la
provincia de Buenos Aires, mantener vivos a los intendentes propios,
necesitados o ávidos (parece que no alcanzan las ayudas de Julio De Vido). Ya
que, si los vientos no favorecen a Cristina en el orden nacional, al menos hay
que buscar un verosímil refugio físico hacia el futuro, léase como alternativa
democrática según unos, léase como aguantadero, según otros. Y allí, en ese
distrito fundamental, Macri hasta ahora no descubrió siquiera un referente para
ocupar parte del territorio, donde además de tener los votos que dicen los
encuestadores, tendría que poder contarlos. Una orfandad evidente para quien ya
se presume de ganador aunque los números, tal vez, podrían reflejar una
singular repetición de antaño: presidente de un partido, gobernador bonaerense
de otro (ejemplos: Fernando de la Rúa, Carlos Ruckauf). Es que en la provincia,
donde sólo hay segunda vuelta para presidente, la primera instancia es clave:
allí los intendentes se juegan el pellejo, les costará apartarse de la
asistencia de la Rosada. Pronóstico entonces de convivencia difícil, sobre todo
si el oficialismo retiene, además de la provincia, unos 65 diputados y unos
veinte senadores. Con esa batería de defensa, Cristina entiende que no habrá
partido judicial ni fiscal atrevido que la complique en el futuro.
Ni Macri, si fuera ganador. Mucho menos si la necesita para
gobernar, lo que en principio será caro por obligación. El peronismo,
cualquiera sea su vertiente, no regala nada. Este dominio actual de Macri en la
población, fruto de pactos, hurtos políticos (Reutemann, Carrió) y corrientes
favorables, señala también el curioso interés objetivo de dos enemigos
indeseables, una coincidencia impensada: Cristina por un lado y Héctor Magnetto
(Clarín & Cía) por el otro. Ambos se aplican en guiñar sus ojos al
ingeniero boquense. A Ella porque carece de un sucesor confiable y le conviene
protagonizar la oposición, ser única para negociar o condicionar, tarea harto
compleja si Scioli o Sergio Massa fueran presidentes: los peronistas, como se
sabe, no aceptan doble conducción si una está en el poder. A la vez, el
empresario mediático se ha desanimado de las experiencias justicialistas en el
Gobierno, a pesar inclusive de que cimentó su desarrollo económico gracias a
ese partido. Se imagina otra propuesta, otro candidato, y para tal fin debe
mantener con vida tanto a Scioli como a Massa, auxiliarlos, otorgarles el mismo
espacio, quizás más a uno que a otro (obviamente, no se encariña con las frases
del gobernador tipo “voy a hacer lo mismo que Cristina”). Pero divididos al
fin, una forma de que se neutralicen y no ganen para repetir la tendencia que
le provocó enormes y cuantiosos dolores de cabeza.
Será un gusto ver a
los dos, Cristina y Héctor, salir del brazo del civil junto al padrino
Mauricio.
0 comments :
Publicar un comentario