jueves, 15 de enero de 2015

¿Somos o no somos Charlie?


Por Walter Curia

Si no imperara el miedo, la obediencia ciega y el secretismo, a nadie se le habría ocurrido especular con que si durante su escala en París, de regreso de su viaje a China, el canciller Timerman firmó el libro de condolencias en el Quay d’Orsay y luego se volvió a Buenos Aires; firmó el libro y dedicó esa noche a cuestiones personales para volverse al día siguiente a la Argentina o, como era de esperar que hiciera, participó de las multitudinarias marchas en Francia contra los abominables crímenes del integrismo islámico.

Si no hubiera temor en la Cancillería, como lo hay en todas las reparticiones oficiales, a ejercer con voluntad y firmeza y, está claro, cumpliendo como corresponde, las instrucciones que les ha encomendado el Poder Ejecutivo, todos podríamos haber sabido el domingo que la Argentina estaba siendo representada por su canciller durante la más grande manifestación en favor de la libertad de la historia de Francia.

Lo supimos finalmente ayer martes mediante un nuevo y pintoresco comunicado distribuido por la Cancillería, un organismo que una vez más mostró sus dificultades para distinguir entre lo que supone una comunicación oficial del Ministerio y lo que en realidad es un mensaje informal del ministro en funciones.

En respuesta a una nota del diario Clarín, Timerman develó ayer que participó de la marcha del domingo en París en condición de "ciudadano común", en lo que fue al parecer una decisión autónoma que no mereció consultas con Buenos Aires. "Participé, con un grupo de amigos y familiares, junto al pueblo francés como muchas veces a lo largo de mi vida (...). Fue mi decisión. No me arrepiento", dice el texto que firma el canciller.

Respetamos la decisión del ciudadano Timerman de transmitir su solidaridad personal con el pueblo francés en una hora tan dramática para Europa. Hubiéramos preferido, es verdad, que dada su investidura aprovechara la oportunidad de su presencia en París para transmitir la solidaridad de todo el pueblo argentino, como había hecho la tarde anterior con su firma en la Cancillería a instancias de la embajadora en París, María del Carmen Squeff.

Lo que aquí importa, creemos, no son las decisiones personales de un ministro que estando en una nación extranjera, cuando desea cuelga el traje y no trabaja más de ministro. Lo relevante son más bien las cuestiones que comprometen al Estado y a sus relaciones exteriores.

No hay modo de afirmar que la Presidenta hubiera desautorizado a Timerman a participar por alguna razón de la manifestación en París en su condición de canciller. Pero es fácil inferirlo de las palabras del propio ministro.

La noche anterior a la marcha, además, la Cancillería había difundido otro comunicado en el que buscaba, en una decisión incomprensible, tomar un tranco de distancia del dolor por la tragedia europea para concentrarse en la que en esas mismas horas atravesaba Nigeria, blanco de un nuevo atentado terrorista. El subtexto de ese comunicado intentaba denunciar un supuesto doble estándar de la comunidad internacional frente a hechos de esta naturaleza en el mundo.

Resulta muchas veces difícil penetrar en los verdaderos estados de conciencia de la presidenta de la Nación. Podría inferirse que la decisión de reducir la representación del país en la marcha -a nivel del embajador- y el reproche indiscriminado al mundo por relativizar el ataque en Nigeria respondería a la falta de apoyo de la comunidad internacional a los esfuerzos por el esclarecimiento de los atentados en Buenos Aires en los 90.

La Presidenta suele ser gobernada por las emociones y también ha respondido con despecho ante cuestiones como la de la deuda en default. Pero tampoco es seguro que la razón sea aquella.

En Brasil, el periodista Clovis Rossi mencionó también la distancia que puso Brasilia al tema y se preguntó ayer en Folha de Sao Paulo: "¿Por qué no fuimos Charlie?". La posibilidad de una acción conjunta con los gobiernos de la región fue descartada de plano por fuentes de la embajada brasileña. Sería de una gravedad inusitada.

Un embajador de carrera que ha tenido destinos importantes incluso durante esta administración hizo notar que la ausencia de Obama el domingo en París podría estar hablando de lo difícil que sigue siendo para Estados Unidos asimilar la falta de apoyo de Francia en la ONU para legitimar la invasión a Irak, en 2003. Como sea, Obama reconoció que fue un error no haber ido a París.

El Gobierno de Cristina Kirchner condenó el miércoles pasado "enérgicamente" el "bárbaro ataque" a la redacción de Charlie Hebdo. Cumplió con lo que la mayoría del pueblo argentino seguramente deseaba ese día expresar. Después ingresó en un extravagante lenguaje de señas con el que no consiguió otra cosa que confundir. ¿Somos o no Charlie?

© El Cronista

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