“Odio a los
indiferentes. Vivir es
tomar partido”
Para Antonio Gramsci, "la indiferencia es el peso muerto de la historia". |
Por Begoña Piña
Asombra que los
escritos de Antonio Gramsci, "Odio a los indiferentes" (Ariel),
publicados originalmente en 1917, parezcan tan vivos y actuales. Sería como el
manifiesto de apoyo de cualquier pensador contemporáneo en su acción de
secundar los últimos movimientos ciudadanos. El “el arte del fingimiento”, o la
extendida intolerancia.
El pensamiento de Antonio Gramsci parecería nacido en este
siglo XXI, producto de sus circunstancias. A la vista de esta recopilación de
artículos y discursos del pensador italiano, cualquier podría pensar que el
intelectual los escribió como textos de refuerzo y refrendo del movimiento
ciudadano de los ‘indignados’ extendido por ciudades de varios países del
mundo.
Qué cuenta
Se trata de una recopilación de artículos y discursos de
juventud de Antonio Gramsci, que, a pesar de haber sido publicados en 1917,
cobran hoy máxima actualidad. En estos textos, el pensador plantea la necesaria
lucha contra la indiferencia, contra la apatía, la desilusión, contra la
desesperanza... y expone la conveniencia de enfrentarse a los poderes establecidos
“que coartan la liberta de los ciudadanos”.
“Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar
partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y
partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son bellaquería, no
vida. Por eso odio a los indiferentes”, escribía Gramsci en estas páginas, en
las que, al mismo tiempo que animaba a participar activamente de la vida
política y social, también criticaba algunas prácticas políticas, como lo que
llama “el arte del fingimiento”, o la extendida intolerancia.
Por supuesto, denuncia no solo la indolencia ciudadana, sino
también la inacción de los gobiernos. Además, en estos escritos defiende la
independencia judicial.
“La indiferencia es el peso muerto de la historia”, escribía
Gramsci, quien advertía de la inevitable pérdida de voluntad de los hombres,
permitiendo a los gobiernos manejar a los ciudadanos a sus anchas, mediante
leyes que los ciudadanos no se molestarán en debatir. En este texto, el
pensador acusa a los indiferentes de adquirir posteriormente el disfraz de
víctima, “algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero
nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad,
habría pasado lo que ha pasado?”.
El libro, que ha sido un éxito en su reaparición en Italia,
con 100.000 ejemplares vendidos, ha ocupado durante más de cuatro meses los
primeros puestos en las listas de venta. Circunstancia que demuestra la
renovada actualidad del pensamiento de Antonio Gramsci.
Por qué hay que
leerlo
Odio a los indiferentes es un texto magnífico para colocar
en su verdadero lugar el pensamiento de Antonio Gramsci, figura que se ha
manipulado constantemente. Su vínculo con el Partido Comunista no le impidió
denunciar algunos prejuicios de la izquierda, y aquí queda clara su ideología
respecto a algunos de ellos.
Pero, fundamentalmente, la lectura hoy de este libro se hace
casi urgente por su asombrosa actualidad. Odio a los indiferentes parecería
escrito para los ‘indignados’ que han tomado las plazas y calles de ciudades de
todo el mundo, sería como el texto o manifiesto de apoyo de cualquier pensador
contemporáneo en su acción de secundar o refrendar los movimientos ciudadanos
surgidos en medio de la crisis frente a los poderes económicos y políticos.
Otro motivo importante que pide la lectura de esta
recopilación de artículos y discursos de Antonio Gramsci es la importancia
fundamental de la figura de este pensador en el siglo pasado y en éste. De gran
altura intelectual, una de las facetas más oportunas para recuperar hoy es la
de su activismo político, ejemplo de lo contrario que él mismo denunciaba, la
desidia de la clase política y su sumisión a los poderes económicos imperantes.
Filólogo, periodista, luchador antifascista, original
teórico del marxismo, Antonio Gramsci es el perfecto ejemplo del pensamiento
positivo frente a la abulia. Deforme físicamente, siempre enfermo, condenado a
20 años de cárcel, de los que cumplió diez, este hombre jamás se rindió y
siempre, incluso en prisión, mantuvo activo el pensamiento y el deseo de cambio
y la lucha por la libertad.
“Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la conciencia de
los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi
parte están construyendo –escribió–. Y en ella, la cadena social no gravita
sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la
fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando
desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista.
Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes”.
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