Milani podría
explicarle a CFK la teoría del espionaje para sostener que al ex fiscal
lo
mataron. Ofensiva judicial y escuchas sorpresa.
Por Roberto García |
Nunca estuvo más desconcertado. Léase kirchnerismo, Gobierno
o Ella misma. Ni con las marchas de Juan Carlos Blumberg, que obligaron a
concesiones en las escaleras de la Casa Rosada. O en la deliberada ausencia de
la pareja oficial ante el desastre de Cromañón. Ni con el venezolano retorno
valijero de Antonini Wilson. O la arrogante batalla con el campo por la absurda
l25. Ni con la derrota electoral ante De Narváez, que precipitó un temporal “me
quiero ir” de los dos. Ni, tampoco, con la muerte dolorosa y menos pensada de
Néstor.
En más de una década, ningún episodio político confundió y
sacudió tanto al Gobierno como la denuncia del fiscal Alberto Nisman sobre el
affaire con Irán y, sobre todo, el trágico y violento final de su vida, justo
el día anterior al que imaginaba pasar a la historia en el Parlamento.
Raro es morir un día antes de la batalla decisiva o de una
pelea por el campeonato mundial, por utilizar dos ejemplos vulgares. Raro es
considerar el desenlace como un suicidio a pesar de que “ese acto (voluntario o
inducido) prueba que hay peores cosas que la muerte”, según expuso con lúcida
obviedad Ernest Junger, notable escritor, alto oficial nazi y entomólogo, en
uno de sus dos tomos de memorias.
De ahí que gran parte del país pasa de sospechar una
conspiración sofisticada, literaria, a entusiasmarse con lo que la especialidad
–Inteligencia básica– atribuye a un operativo o “penetración técnica”, concepto
criminal que un experto como el general Milani podría desarrollar en la Casa
Rosada, si es cierto que está tan cerca de la Presidenta. Claro que un atentado
de esa envergadura requiere, además de la descripción profesional, capacidad y
equipos que tal vez no abunden en la Argentina.
Con casi veinte días de crisis y tinieblas, a Cristina le
cuesta dormir, se ha sensibilizado, al extremo de convertir una pesquisa en un
acto de fe y, como poco le ha salido bien por falta de información precisa y
dadores de materia gris –además, no ignora que en tren de echar culpas la gente
le carga por lo menos la desidia de no proteger a quien la denunciaba–, salió
ayer a exhibir bondades de su gobierno por la cadena nacional, cerca del mediodía.
Y con transparencias, señal de que luego asistiría a un coctel.
Poco habitual el horario de la ceremonia, pero necesario
para acomodar al menos la tropa que la vitorea y aplaude. Si hasta el lote
menos ferviente de seguidores electorales se viene complicando: Daniel Scioli
padece bajas en el mes que pensaba subir y el meritorio Florencio Randazzo
desapareció de escena hasta el discurso, cuando ya había alguno que presentaba
hábeas corpus para encontrarlo en los diarios.
Verano caluroso. Para colmo, al margen de la indigestión
interna de los veinte días que conmovieron al Gobierno, empieza un febrero
caliente en el terreno judicial, con causas flotantes, tal vez con citaciones
familiares por parte de Claudio Bonadio, la demorada resolución de una sala sobre
el vicepresidente Amado Boudou, el tratamiento de la denuncia del fiscal Germán
Moldes, que involucra a la Presidenta & Cía. con el empresario Báez (ahora
en manos temblorosas de Norberto Oyarbide) y tres nuevos expedientes surgidos
tras el caso Nisman (la investigación de su muerte, la
causa AMIA y la denuncia de la espuria relación con Irán),
que el oficialismo intentará reducir a uno solo.
Todo eso, por no hablar de la suerte judicial que acecha a
un influyente colaborador, el general Milani: una causa emparchada con prisa
por enriquecimiento ilícito, bastante común a la de otros funcionarios
prósperos, y otra más grave y menos frecuente, sobre la desaparición de un
soldado en el Tucumán de los años 70, que se intentará dilatar hasta octubre o
noviembre, pero cuyo final hasta el mismo militar conoce.
Para responder al enemigo en Comodoro Py, al Gobierno quizá
le resta un intento misilístico contra Clarín (causa Papel Prensa), a través de
la colocación de un nuevo fiscal que tal vez pretenda indagar a Héctor
Magnetto, siempre y cuando logre afirmarse en el cargo y atraviese la
recusación del Grupo y el reproche por la inconstitucionalidad de su
designación.
Nada fácil el panorama entonces para la señora, que
emprendió viaje a China.
Cambios. Mientras, antes del mensaje de la víspera, por
culpa de la muerte del fiscal y la denuncia sobre los vínculos con Irán,
Cristina propuso discutir la disolución del organismo sobre el cual se apoyó
todos estos años, por derecha e izquierda, con su extinto marido (la Secretaría
de Inteligencia), cambiar la orientación del aparato omnímodo construido por un
tal Stiuso, que controlaba vidas por encargo, y en apariencia cederle más
facultades a un futuro mega Stiuso con la fusión de servicios ad hoc, semiautónomos,
como Prefectura, Gendarmería, Policía, Penitenciaría, etc. Y unificar en una
única telefonista, la procuradora Alejandra Gils Carbó, todas las
interferencias de aire, fijas, mails y mensajes que demandan los magistrados.
No se habla en el proyecto de cierta tercerización de
empresas periféricas y semiprivadas que también investigan ciudadanos,
relaciones, actividades, buscan cuentas o gastos en el exterior, para solaz de
algunos tributaristas o funcionarios celosos de la vida privada de otros.
Como si nadie supiera que existen.
De paso, para agigantar los debates y disminuir el impacto
Nisman, la titular del Poder Ejecutivo promovió revuelo con un treintañero que
sugiere para integrar la Corte Suprema de Justicia, de modo que la eminencia
del cuerpo se asegure trabajo y poder por más de 42 años (se jubilan a los 75).
Un dictador de bolsillo para la Justicia.
Alguien, al margen de las condiciones del candidato, se
preguntará la razón por la cual en un instituto como la Iglesia ante ciertas
responsabilidades sólo votan los mayores de 60 años.
Contraataque. En paralelo, como se supone que habrán de
circular más grabaciones cosechadas por Nisman para justificar sus denuncias
–ya se conocieron algunas desopilantes y alentadoras para la enseñanza en la
escuela primaria–, no sería extraño que en respuesta se difundieran otras,
vinculadas a un caso que a Mauricio Macri le costó un procesamiento. Justo él,
al que los encuestadores estiman beneficiario político de los últimos
episodios.
Sin embargo, estas alternativas ocupacionales y los anuncios
de la Presidenta con su visión paradisíaca de la Argentina cristinista, no
parecen tapar el apresuramiento que, por desligarse del caso Nisman, delató
errores y falsedades en la Casa Rosada. Un sinfín de dislates. Se requería otra
prudencia para un episodio oscuro, trágico, y una denuncia de ribetes
internacionales (ayer mismo, Hezbollah sostuvo que los blancos judíos son en
todo el mundo, no en Israel únicamente) que se funda en personajes de
cuestionable solvencia e importancia (Esteche, D’Elía, Larroque y hombres que
atienden en Casa de Gobierno pero dicen no ser funcionarios, algo así como los
tuits de la Casa Rosada que Aníbal Fernández sostiene que a veces no son de la
Casa Rosada), que remiten a Oscar Parrilli y a un grosero e impresentable
operador de lo que fue el opulento imperio de Irán, el de Dario, Ciro, Jerjes,
interpretado por un lenguaraz antisemita que hasta se atreve a utilizar como
seudónimo el nombre de Yusuf, que correspondía al salvador del islam, el sabio
Saladino. Poco serio si no hubiera un muerto.
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