Por Maristella Svampa (*) |
La muerte del
fiscal Nisman ha generado un gran estupor, casi una conmoción
nacional. Suicidio o asesinato, su muerte tiene un claro mensaje
político-mafioso; aunque nadie en este país crea que se trate de un
suicidio. Poco importa lo que digan las usinas gubernamentales, tratando de
alimentar esa hipótesis. Esta muerte constituye un punto de inflexión y por más
de que el gobierno kirchnerista y sus voceros traten de hacer malabares
retóricos –el periodista Víctor Hugo Morales aventaja a muchos en esto-,
resulta difícil volver de esto.
Creo que este espantoso hecho puede servir para abrir una ventana de
oportunidad no sólo para desclasificar los archivos de la SIDE, algo que el
gobierno ya ordenó hacer, sino para disolver este organismo, (y otros
organismos de inteligencia) que arrastran una siniestra historia reciente, para
poder pensar así otros escenarios institucionales, más acordes a un verdadero
sistema democrático. Basta recordar que la SIDE ha sido el
principal responsable de los encubrimientos por el atentado de la AMIA, como
denuncia Laura Ginsberg desde APEMIA; que además arrastra una importante
responsabilidad en la represión del Puente Pueyrredón, el 26 de junio de 2002,
que terminó en el asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki y produjo
un centenar de heridos; en fin, que en los últimos años se ha dedicado a espiar
sistemáticamente -por orden del gobierno- a referentes de movimientos sociales
y partidos de izquierda, en un contexto político social de endurecimiento de la
criminalización y la represión a la protesta social. No creo que estas sean
propuestas que esté barajando la oposición de derecha, que tiene chances de
llegar al gobierno y sólo piensa en endurecer el discurso en torno a la
“seguridad”.
La muerte de Nisman termina por hacer rodar cuesta abajo la imagen que
el gobierno se empeñó en construir, a fuerza de acumulación de poder y aparato
propagandístico, en nombre de la “inclusión social” y la “calidad
institucional”. Lejos de esta imagen feliz que el oficialismo repite sin cesar,
éste aparece cada vez más asociado a hechos tenebrosos que lastiman la
democracia y la hacen cada vez menos creíble, entre los que abundan escenas
impúdicas de enriquecimiento económico, que involucran desde funcionarios y
empresarios ligados al gobierno hasta la familia presidencial; y otras que nos
alertan sobre la existencia de mafias incrustadas en el Estado, que no se
controlan…
Hace unos días me preguntaba cómo recordaremos en el futuro, nosotros
los argentinos, estos doce años de gobierno kirchnerista. No es un ensayo
anticipado o imprudente de balance histórico-sociológico sino más bien un
intento de palpar el “sentimiento colectivo”. Tiendo a pensar que este gobierno
no será recordado por sus aciertos (los juicios a los genocidas de los ´70;
ciertos elementos de inclusión social), tampoco por la nefasta política
extractivista que produce tanto daño en los territorios (y que traerá tantas
consecuencias negativas en los años que vendrán); sino más bien por el aumento
de los casos de corrupción y prebendarismo y, sobre todo, por el afán desmedido
por expulsar todo tipo de control interno, en función de acumular poder, más
poder, como si tuviera por delante cincuenta años más de gobierno. La muerte de
Nisman también está vinculada a esta estrategia de construcción de
poder absoluto.
(*) Socióloga
y escritora, miembro de Plataforma 2012.
© Perfil.com
0 comments :
Publicar un comentario