Por Nicolás Lucca
(Relato del Presente)
El domingo pintaba tranquilo. Entré a la redacción a las
14,30 horas y no pasaba nada. Pero nada de nada. El único tema potable era la
previa a la declaración del fiscal federal Alberto Nisman ante la cámara de
Diputados de la Nación del día siguiente. Luego de chequear que Jorge Lanata no
estaba al borde de la muerte, sino que se estaba clavando un choripán en
Costanera –con foto en Instagram y todo– la jornada estaba cocinada.
Media hora después de llegar a casa empezó a correr por
Twitter el rumor de que Nisman estaba muerto. Luego su condición mejoró a vivo
y tan sólo estaba sufriendo un escrache en la puerta de su edificio. Como
varios, ante la imposibilidad de tener un dato concreto, volví a tomar las
llaves y salí de casa rumbo a Puerto Madero, sin pensar siquiera en que no
llevaba el Pasaporte encima.
No éramos muchos en Madero y todos habíamos llegado por
nuestra cuenta. Resumiendo: había más mosquitos, patrulleros y curiosos que
periodistas. Y eso, un lunes por la madrugada es mucho decir.
1,30 horas. Los muchachos de Prefectura, devenidos en
policías del barrio más kirchnerista de la Argentina, se comportaron como
corresponde y nos forrearon con cortesía. La cinta de exclusión perimetral la
pusieron 30 centímetros por delante de los únicos banquitos que había en la
zona y respondían como el orto hasta cuando se les preguntaba la hora. Sí, no
nos dejaron ni lugar para sentarnos mientras esperábamos que alguno del más de
medio centenar de personas que participaban del procedimiento se acercara a
confirmar el hecho más grave de la década. Ocho patrulleros de Prefectura, tres
Unidades de Medicina Forense de la Federal, un camión de bomberos, una
ambulancia del SAME y nadie quería confirmar un choto. El médico militar Berni
esta vez rompió con la regla de atender a los medios y explicar lo sucedido con
flores a la gestión de la Presidenta, y se escapó por la puerta de atrás. Un
desfile de personal policial y del ministerio de Seguridad estuvieron horas
entrando y saliendo del depto de un fiscal que, de no haber muerto, horas más
tarde estaría presentando el 95% restante de las pruebas que dijo tener en
contra de Cristina Fernández de Kirchner, Héctor Timerman, Fernando Esteche,
Andrés Larroque y Luis D’Elía. Luego dirían que “secuestraron la documentación
para peritar”. Todo normal.
Lo que eran tan sólo rumores, una fuente policial lo
confirmó a la 1 de la matina pero en “off the record”, que es lo mismo que nada
a fines profesionales. Corremos la ambulancia del SAME. Por la otra punta llega
una diputada. Corremos a ver a la diputada. Es Patricia Bullrich. Volvemos a
nuestro puesto de guardia. Datos van, rumores vienen, el juez confirmar que el
fiscal murió, prometen una conferencia para las 3,30 horas.
3,45 horas. Parece que la conferencia deberá esperar para
otra ocasión más importante.
4,50 horas. Por otra puerta –otra vez a correr– la fiscal
atiende a la Prensa para “dejarnos tranquilos”. Como si se pudiera estar
tranquilo luego de que una funcionaria de la Procuración confirma que apareció
sin vida el fiscal federal que debía exponer ante el Congreso y aportar
elementos para probar que el Gobierno transó 85 muertos por unos barriles de
petróleo para paliar el déficit generado por el gobierno mismo.
5,00 horas. Lo engancho a Adrián Pérez entre los curiosos y
le pregunto si el fiscal contaba con custodia. “Sí, pero hoy no”. Minutos
después, resulta que el fiscal había pedido a su custodia que se tomara un
descanso porque él no los iba a necesitar hasta el día siguiente. Es la versión
de la custodia a la que Nisman, por razones que tienen que ver con factores
biológicos, no podrá ratificar ni rectificar.
6,15 horas. Soy el único humano en pie con una Coca-Cola en
la mano. Nadie tiene piernas, pero nadie quiere irse.
8,00 horas. Jorge Capitanich encara su habitual slowmotion
stand-up matutino con su habitual cara de cólicos intestinales pujando por
salir. Se limita a leer el mismo comunicado que todos teníamos. Era eso o
afirmar que la muerte de Nisman fue un caso aislado, dado que el resto de los
vecinos del Le Parc estaban vivos.
11,35 horas. Luego de una siesta de tres horitas, me entero
que Nisman murió antes de la cena del sábado y que para la colectividad judía
es un fiscal “irremplazable”. A partir de allí, vienen las declaraciones de
todos, sin importar si saben o no. Sin existir sentencia firme, peritaje
concluyente o, al menos, un video, el Gobierno sólo habla de suicidio y celebra
cada prueba que va en esa línea, como si hubiera algo para festejar. Y como si
acá no nos hubieran dicho que el hijo de un Presidente murió en un accidente.
Timerman llega a Estados Unidos para pedirle al Consejo de Seguridad de la ONU
que combata las condiciones que fomentan el terrorismo. Parece joda pero,
vamos: es Timerman.
14,00 horas. Empieza el show de la oposición. Macri pide que
se esclarezca el caso, al que calificó de grave. El monotributista de la mesa
de entradas del palacio municipal habría tenido más temperatura. Sergio Massa
montó un escenario para hablar como si ya fuera el presidente del país y pidió
que el congreso voltee el acuerdo con Irán. Sí, es cierto, lo pide desde
septiembre de 2013. Sin embargo, podría pedirle alguna explicación al diputado
de su bloque, Oscar Martínez, quien votó a favor del acuerdo antes de sumarse
al Frente Renovador. Maggie Stolbizer, Julio Cobos, la chomba de Roy Cortina,
Hemes Binner y Humberto Tumini pidieron preservar las instituciones y
–compitiendo con Mauri– que se esclarezca el caso.
16,20 horas. En el bloque de legisladores del Frente para la
Victoria llevan a cabo un brainstorming para poder decir algo luego de que
apareciera muerto el fiscal al que iban a enfrentar “con los botines de punta”.
Luego de correr en círculos golpeándose la cabeza con las manos repetidamente,
llegan a la conclusión unánime de que había que postergar la declaración, al
menos hasta que Cristina levante el teléfono.
17,05 horas. Luego de consultar a un grupo de semiólogos
para poder analizar el comunicado de Daniel Scioli, llegamos a la conclusión de
que, cuando el gobernador bonaerense dice “figura central de la investigación
en la causa AMIA”, se refiere al mismo fiscal cuyo accionar en la investigación
calificó de “inconcebible” cinco días antes, cuando imputaron a Cristina.
18,00 horas. Oscar Parrilli comunica que puso a disposición
de la Jueza Servini de Cubría el levantamiento de secreto del personal de
inteligencia señalado por Nisman en su denuncia. La jueza se había negado a
habilitar la feria para tratar la peor denuncia institucional de las últimas
décadas. Nisman no mencionaba los nombres de los agentes involucrados, pero
Parrilli ya está dispuesto a entregarlos. Todo legal. Cristina sigue sin
aparecer.
19,25 horas. El bloque de legisladores del FpV se junta para
un comunicado en el que se manifestaron dolidos por la muerte de Nisman, hecho
al que calificaron de “irreversible”, demostrando que, si tuvieran un
superpoder, sería el de la pelotudez. Mencionaron a Magnetto para no romper con
la cábala y centraron sus sospechas en
el accionar del propio fiscal. Defendieron a Cristina.
20,34 horas. Aparece Cristina en forma de mensaje de
Facebook. Luego de poner “suicidio” entre signos de interrogación, la
Presidenta de la Nación hizo lo que tenía que hacer: hablar de lo que le dolió
el atentado a la AMIA en 1994. A ella, no a los familiares de los 85 muertos
por un atentado cuyos principales sospechosos habrían sido encubiertos por
ella, según el fiscal nombrado por su difunto esposo. Luego de tirar que tiene
un amigo o un canciller judío, cargó contra el gobierno de los noventa, donde
era parte del bloque oficialista de una gestión que tenía medio gabinete de la
cole. Contó que como parte de la comisión de investigación se interiorizó de
las circunstancias del hecho y de los testimonios de los familiares. A Nisman
no lo nombró. Del petróleo no habló. De porqué la imputaron, tampoco. Se ve
que, además de faltar a la entrega de diplomas, también estuvo ausente en la
clase de derecho procesal penal en la que explicaron que, ante una imputación,
la defensa se hace declarando ante el Juez, no por Facebook.
0,35 del 20 de enero. El tachero que me trae a casa me
pregunta cómo es que nos fuimos tan a la mierda y no puedo evitar el recuerdo
de Salsa Criolla de Enrique Pinti: de a poco. Un día se produce una
devaluación. Otro buen día, al gobierno le parece poco popular aumentar los
precios de los combustibles, el transporte y los servicios públicos. Ese día de
2004, al estadista que venía a proponernos un sueño se le ocurre clavar
retenciones a la exportación de petróleo en un país exportador y, por ende, con
autoabastecimiento. Resultado lógico: para mantener el margen de ganancia, la
empresa deja de invertir. Nadie se avivó que los trenes y colectivos, que ya
estaban subsidiados, necesitaban del combustible, al igual que buena parte de
los servicios de energía eléctrica y gas. La bola de guita en subsidios empieza
a crecer, pero el combustible no aparece. El país exportador deja de exportar,
pierde el autoabastecimiento y empieza a importar. La monada festeja como logro
de la Patria Grande la reconexión del gasoducto con Bolivia, que se había
cerrado por innecesario. Hay cada vez menos combustible, los cortes de luz se
multiplican, las empresas tienen que cerrar en invierno para que en las casas
se pueda cocinar y Venezuela nos vende fuel oil con lluvia ácida incluida.
Años después, con la crisis energética al palo, Cristina
empieza a mirar a Oriente Medio. Por un poco de petróleo barato, fue capaz
hasta de llevar a Florencia de dama de compañía a una visita protocolar. Fotos
con Kadafi que enloquecen a la militancia, promesas a los jeques, barcos con
gas líquido que llegan a Baires a precios insólitos. Y los subsidios sin
tocarse.
Que Nisman planteara el acuerdo de petróleo a cambio de
granos e impunidad, no me sorprende. Si la Presi se mostró con un dictador
asesino y pederasta, si reivindico dictaduras genocidas pero de izquierda, un
atentado que ya llevaba 18 años impune, no generaba demasiados problemas. El
país seguía girando y podía continuar así.
Y como acá no le damos bola a nada a no ser que haya
muertos, nos enteramos que algo andaba mal con eso de pagar centavos por lo que
cuesta mucho, mucho más cuando 51 personas que viajaban en un tren
ultrasubsidiado ya no podían comentarlo.
Atrás de la denuncia de Nisman y el archivo para siempre de
la demanda de justicia para las víctimas de la AMIA, está el petróleo que nos
sobra, pero que nadie quiere poner un peso para sacarlo si no hay un acuerdo
entreguista imperialista de por medio. Y atrás de cada pelotudez que se dice
sobre que este gobierno es el que más hizo en la búsqueda de la verdad para la
AMIA, hay una verdad que grita que entre todo lo que hizo, nombró a Nisman como
fiscal a cargo de la investigación. Y Nisman, siendo partidario de muchas de
las políticas del Gobierno, se encontró con esto y no lo pudo callar.
Después pueden venir con las internas de los servicios de
inteligencia y demás. Pero las escuchas entregadas por una parte rebelde de la
ex SIDE respecto de la otra parte, no son inventadas. Dejarse llevar por el que
diga lo contrario, es correr el eje de la discusión, es matar al mensajero, es
putear a la amiga de tu mujer porque le contó que le metiste los cuernos,
cuando el punto es que se los metiste.
A Nisman lo mataron antes de que muriera y todos nos
pusiéramos a especular con si lo suicidaron, se pegó un tiro, lo obligaron a
matarse o se cayó de cabeza sobre un proyectil calibre 22. Desde que el tipo
presentó la denuncia de 300 páginas, lo mataron mediáticamente. Primero dijeron
que la denuncia estaba preparada. Y sí, muchachos, nadie escribe 300 páginas en
15 minutos. Luego, tiraron que suspendió sus vacaciones y se vino porque
recibió la orden de alguna fuerza oscura, cuando la única fuerza oscura que
estaba en juego era que le querían sacar el manejo de la causa porque sabían la
que se venía.
Lo atosigaron, lo defenestraron, lo putearon, lo amenazaron,
utilizaron todo el aparato del Estado –conglomerado de medios incluidos– para
aniquilar su nombre. Lo que todos, en mayor o menor medida, padecemos a diario,
en este caso se concentró absolutamente en una sola persona. Si la Presidenta
escrachó por Cadena Nacional a un viejo jubilado de Mar del Plata por querer
comprarle diez dólares a su nieto, es difícil de dimensionar todo lo que se ha
dicho y escrito sobre un tipo que pretendió hacer lo que sus funciones dictaban
que debía hacer.
Lo reventaron hasta con carpetazos baratos, como que la
mujer era la que archivaba las causas de los hijos de Ernestina Herrera de
Noble, cuando se encontraba divorciado de la Jueza Arroyo Salgado desde hacía
tres años y medio, jueza que también fue puesta en su cargo por Néstor
Kirchner. Deschavando lo que piensan de cómo debe manejarse la Justicia,
afirmaron que colocaron a Nisman en ese cargo para que busque culpables. Irán
lo sentenció a muerte. Cristina firma un acuerdo con quienes el fiscal cree que
son los culpables. La Presidenta arregla con los que sentenciaron a muerte al
fiscal del país que preside. Le ofrecen a Nisman que vaya a tomar declaraciones
a un país en el que, si lo pisaba, lo habrían colgado. El fiscal descubre la
tramoya escondida tras el acuerdo. Y, como el Código Penal dice que el
Encubrimiento se da cuando alguien ayuda a otro a eludir las investigaciones de
la autoridad o a sustraerse a la acción de ésta, oculta, altera o hace
desaparecer los rastros, pruebas o instrumentos del delito, o ayuda al autor a
ocultarlos, alterarlos o hacerlos desaparecer, Cristina y una parte de su grupo
de porristas impresentables quedaron pegadas.
Sí, pequeño saltamonte del campo nacional y popular: importa
tres carajos que Cristina en 1994 estuviera en Santa Cruz bordando edredones.
Si el delito que se está ayudando a encubrir fue cometido hace cinco minutos o
hace dos décadas, da igual, porque la víctima del encubrimiento es la Justicia,
cuyo accionar se ve alterado o impedido por quienes pretenden que el delito no
sea descubierto, sea porque son amigos de los terroristas, o porque necesitan
unos barriles de petróleo para tapar el desastre de la joda de subsidios.
4,28 horas. Todavía no terminé mi domingo y me informan que
ya es martes. Todo lo que se diga sobre este caso de ahora en más puede ser
verdad o mentira. Hicieron tan mierda todo y quedó tanta gente cagada en las
patas en el medio, que cualquier hipótesis es cierta, tanto en la muerte de
Nisman, como en el encubrimiento del atentado a la AMIA, o el atentado a la
AMIA en sí.
Porque si hay algo que sobra en este país –además de soja,
pobres, muertos de hambre y boludos– es impunidad. Ayer, hoy y siempre.
Domingo. O lunes. O Martes. Y recién estamos en enero.
ACTUALIZACIÓN:
Como dormir es para gente aburrida, a media mañana de hoy, martes, el barrido
de pólvora de las manos de Nisman dio negativo. El barrido es una pericia que
se hace para confirmar de una que el que disparó la pistola es el muerto. Los
libros dicen que si da negativo, no confirma que no lo haya hecho, pero es raro
y…bueno, en mis años de judicial nunca vi un caso negativo en suicidio por arma
de fuego. A todo, se le suma la aparición de una carta. No, no era
despidiéndose de los amigos ni de la familia. Era el listado de compras para
que le mucama realizara el lunes.
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