Inflación,
recesión y demás desequilibrios tendrán que esperar.
Por J. Valeriano Colque (*) |
El 2015 no será un año más para la Argentina. Marca el fin
de un largo ciclo político, con variantes económicas distintas. La culminación
de ocho años de gestión de Cristina Fernández (más cuatro de Néstor Kirchner)
en los cuales el modelo económico intentó mantener algunas “banderas”, pero
estuvo más supeditado a la política y, al final, termina acomodándose como
puede para llegar con el último aliento a diciembre de 2015.
Con muy buena cintura política, hasta el momento, el
kirchnerismo supo sortear las dificultades, sacar recursos de lugares
impensados y evitar, por todos los medios, hacer los ajustes necesarios para
resolver los problemas. Patear para adelante, atrasar el ajuste (que, tarde o
temprano, llegó) fue una constante. Se vio con el sistema energético: hasta que
no se convirtió en una aspiradora de dólares no se decidió estatizar YPF.
También, con la inflación: ya en 2005 se advertía que la demanda estaba
creciendo muy por encima de las posibilidades de la oferta, pero el Gobierno
siguió calentando el motor del consumo, y después utilizó como ancla el tipo de
cambio o las tarifas. La escasez de dólares fue otro de los temas por
solucionar; la fuga de capitales había comenzado mucho antes de noviembre de
2011, cuando se puso el cepo cambiario, pero, tras intentar varias medidas, hoy
sigue siendo una de las cuestiones más urgentes para las autoridades
económicas.
No encarar el fondo de los problemas sino sólo lo que se ve
en la superficie (la intervención de las estadísticas oficiales del Indec para no
mostrar el verdadero dato de inflación es un muestra) trajo múltiples
distorsiones, que se siguen acumulando. Atraso cambiario, precios relativos
desajustados (servicios públicos), inercia inflacionaria (difícil de controlar
con recetas tradicionales), déficits gemelos (fiscal y externo) son algunos de
los temas que heredará la próxima gestión, pues no se ven intenciones de que
esta quiera encararlos.
2015, un año electoral, estará dominado por la política. En
el plano económico, la pelea con los fondos buitre y la resolución definitiva
del tema de los holdouts ya no parece tan relevante para las necesidades
financieras. Con las reservas en 30 mil millones de dólares, el swap con China
y una posible reedición del fracasado canje de los Boden 2015, en principio,
los dólares alcanzan para llegar a las elecciones. El reflejo de esta escasez
de divisas será la actividad económica: 2014 terminó con una recesión (1,7 %
según el FMI; 2 %, según otras
proyecciones) y 2015 seguirá el mismo camino, al menos el primer semestre. Las
condiciones mundiales no ayudan: los precios de las commodities seguirán bajos,
el dólar sube, el real se devalúa y las tasas de interés pueden empezar a
aumentar en cualquier momento.
Siempre es difícil prever qué puede suceder en la economía
argentina (algo necesario para una mínima planificación), pero todo parece
indicar que el Gobierno seguirá tratando de resolver lo urgente (hoy, cuidar
los dólares) y dejando lo importante para más adelante, inflación, recesión y
demás desequilibrios tendrán que esperar.
El frente externo
será el principal dolor de cabeza para el próximo presidente
Si algo faltaba para comprobar que hemos finalizado un mal
año bien vale el testimonio de quienes por esos días retornaron a la Argentina
para las Fiestas de Fin de Año. Y estos relatos no están influidos por ningún
tipo de propaganda. Valijas que se pierden, servicios que no funcionan,
maltrato al consumidor forman parte del libro de quejas que elaboran los
visitantes; los argentinos conservan a favor la forma de ser. “Argentina ha
retrocedido”, es la síntesis más dura que se escucha de argentinos que residen
en el extranjero y que evalúan volver a vivir con sus seres queridos.
“Es el peor año de la última década”, coinciden gremialistas
y empresarios. Por los “despidos hormigas” se redujeron los puestos de trabajo
en las fábricas. La demanda laboral está en los niveles de la crisis de 2009.
Los hombres de negocios están golpeados por la inflación, las trabas a las
importaciones y a las exportaciones y la excesiva presión fiscal: 34 % del PIB,
similar a los países desarrollados con menor calidad en los servicios y
logística.
Para el Gobierno, el desempleo sólo aumentó unas décimas
(pasó de 6,8 % en el tercer trimestre de 2013 a 7,5 %, en igual período de 2014),
pero la clave es que 500 mil argentinos (por distintas razones) abandonaron el
mercado laboral. Lo curioso es que esto sucedió cuando la actividad económica
caía: 2,7 % hasta noviembre, según la consultora de Orlando Ferreres. En épocas
de crisis se espera otra actitud: que los miembros de una familia salgan a
buscar trabajo. En la Argentina, es al revés. Increíble dato oficial.
En 2014, todos los factores que agregan demanda cayeron:
consumo (2 %, según medición por unidades de grandes locales de venta);
exportaciones (16 % hasta noviembre, según Indec) e inversiones (casi 12 %
menos en relación a los 11 primeros meses de 2013), excepto la demanda del
sector público, a partir de un gasto excesivo que se financió con emisión.
¿Cómo viene 2015? Mucho se conforman con empatar lo que
vendió en 2014. ¿Por qué entonces hay tantas obras en marcha? “Porque una obra
tarda entre 18 y 24 meses; hay que estar preparados para lo que vendrá en
2016”, dijo un desarrollista, confiado en que el Gobierno que asuma dentro de
un año hará mejor las cosas. Todos esperan una fuerte llegada de dólares porque
los activos de la Argentina en moneda dura están baratos.
Para los próximos meses, en cambio, las proyecciones apuntan
a una avalancha de pesos (sucede en un año electoral), más aún cuando Cristina
Kirchner y su equipo no da señales de querer arreglar con los holdouts. La
deuda en default alcanzaría a 16.710 millones de dólares. El riesgo para 2015
es que a los 1.330 millones de dólares que ya obtuvieron los fondos buitres, se
sumen reclamos similares (“me too”) por otros 8.546 millones.
La estrategia del Gobierno sería estirar todo lo posible la
negociación, que debería ser resuelta por la próxima administración. La actual
gestión subsistirá vía el swap con China (aportó más de 2.100 millones para
reservas que alcanzan a 31.110 millones); créditos de organismos
internacionales (Banco Mundial) y desembolsos para represas en el sur,
adjudicadas a chinos y rusos.
El frente externo será el principal dolor de cabeza para el
próximo presidente, sin contar que heredará un déficit cuantioso. “El resultado
financiero del sector público sería negativo en 216,4 mil millones de pesos y
se proyecta un rojo de 315,4 mil millones para 2015”, advierte Ieral. ¿Cómo
recortar gastos en una sociedad acostumbrada al subsidio y al auxilio
permanente del Estado?
Es difícil explicar con palabras las razones de la debacle
de la Argentina.
Los desajustes y
desbalances en el comercio exterior son cada vez mayores
Si hay un tigre en el país al que no le entra una mancha
más, es al comercio exterior. Cada vez que una empresa debe importar un
producto, insumo o tecnología, debe pedir una autorización que sale muchas
veces gracias al azar.
La escasez de dólares obliga al Gobierno a cerrar cada vez
más el ingreso de importaciones, que entre enero y noviembre de 2014 bajaron 11
% en comparación con 2013. Como tampoco alienta las exportaciones (que le
aportarían ingresos de dólares) y está obligado a comprar combustible en el
exterior, el problema se profundiza cada vez más. El jefe de Gabinete, Jorge
Capitanich, se reunió con el presidente de la Cámara Argentina de Importadores,
Diego Pérez, a quien le aclaró cuáles son las nuevas condiciones para que las
importaciones se aprueben.
Entre ellas, se exige cumplir con los planes de inversión
que las empresas se comprometen a la hora de pedir la autorización para
importar. Cabe aclarar que no son demasiadas las Pyme del comercio exterior que
pueden realizar inversiones en un contexto recesivo como el actual. Mientras tanto,
los desajustes y desbalances en el comercio exterior son cada vez mayores.
Recientemente, una firma argentina que no podía conseguir
que le autorizaran una importación hizo una propuesta para traer su producto
desde China pagando directamente con yuanes y casi de inmediato recibió la
aprobación. En cambio otra, que hasta el año pasado tampoco lograba el aval
oficial, en los primeros días de enero recibió la autorización para los mismos
productos, sin haber cambiado en nada su propuesta.
Muchos de los operadores ya perdieron las ganas de entender
cómo funciona el sistema. Tan sólo esperan un cambio político.
(*) Economista
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