La Presidenta expuso
su obsesión: Todo lo que ocurre es producto de
una gran conspiración orquestada
por Clarín.
Por Ignacio Fidanza |
El mensaje tuvo un único mérito: expuso a plena luz cuál es
el estado actual de los pensamientos de la Presidenta.
No sirvió para llevar
tranquilidad a una sociedad agobiada por la sombra siniestra del crimen
político y tampoco ofreció una hoja de ruta consistente para salir de la crisis
actual.
En el tramo medular de su mensaje por cadena nacional, la
Presidenta reveló la profundidad de sus obsesiones: un hilo conductor –el hilo
de Ariadna- une la sucesión de revelaciones sobre los aspectos más inexplicables
de su fulgurante crecimiento patrimonial y el de sus empresarios más cercanos,
como Lázaro Báez, con la muerte del fiscal Alberto Nisman. Y este hilo
mitológico que todo lo vincula conduce a Clarín.
Así, todos los males, las tragedias, los errores y hasta las
torpezas, se explican desde una instancia secreta, un orden superior donde
confluyen todas las conspiraciones. La política como paranoia que evita la
autocrítica porque todo es culpa del otro malvado, que conspira contra los
intereses del pueblo, y por supuesto, la Patria que la encarna quien tiene el
poder.
Diego Ángel Lagomarsino no es entonces un colaborador del
fallecido Alberto Nisman, comprometido por haberle entregado el arma que
supuestamente terminó con su vida; sino por algo mucho más grave, su hermano
trabaja en el área de sistemas de un estudio de abogados que tiene entre sus
clientes al grupo Clarín. Y otro dato incriminante: en la red social Twitter se
expresa en contra del Gobierno y la Presidenta. Más claro imposible.
Paroxismo del cristinismo condensado en una línea: los
críticos del Gobierno son culpables. De lo que sea, cuando sea. El contenido
autoritario del razonamiento alarma por lo que proyecta.
En su largo mensaje, Cristina dedicó además varios tramos
para colocarse en uno de los lugares que más le gusta: el de víctima. “Aquí me
ven, en silla de ruedas”, aclaró al comienzo, por si acaso a algún distraído no
le había quedado clara la puesta en escena, ella en la silla de ruedas, toda de
blanco, en el centro de la pantalla, sin el habitual escritorio que utiliza en
sus discursos grabados.
La construcción del mensaje siguió por ese eje, ella es la
verdadera víctima, entre otras cosas, de una conspiración orquestada por
fiscales, jueces, periodistas y espías, activados por su intento de alcanzar la
verdad sobre el atentado a la AMIA, a través del memorándum con Irán. Un rol
que volvió a ensayar cuando recordó no la muerte de Mariano Ferreyra, sino como
ésta afectó a su esposo. Notable transposición. Néstor fue la verdadera víctima
de aquel crimen, ella lo es de la muerte del fiscal.
Ubicada en este lugar, acaso no percibió que en sus largas
parrafadas eludió la más elemental regla no ya de la política, sino de una
mínima urbanidad: expresar su pésame a la familia de la persona que falleció.
Fue tan notable la incapacidad de empatía con las reales víctimas de esta
tragedia, que incluso se alargó en un muy desgraciado relato de cómo se enteró
de la muerte del fiscal, con detalles de mal gusto y hasta algún intento de
humor desubicado.
La parte “programática” del mensaje fue más de lo mismo.
Ante cada problema de la realidad, Cristina tiene un proyecto de ley. En este
caso la “disolución” de la SIDE y su reemplazo de una agencia, que seguramente
absorberá el personal y las funciones de la actual Secretaría. La única novedad
de este previsible gatopardismo es que el director de esa agencia necesitará
del acuerdo del Senado. Pero se cuidó muy bien de no precisar si será por
simple mayoría -que la tiene asegurada- o por dos tercios como los jueces de la
Corte Suprema.
El segundo capítulo de esta “reforma” es el traslado de la
oficina encargada de las escuchas -conocida como Ojota- de la SIDE a la
Procuración. Una trampa caza bobos. El problema nunca fueron las escuchas
legales -como las que ordenó Nisman-, que están bajo escrutinio y regulación de
los jueces; sino las miles de escuchas ilegales con fines políticos y hasta
personales que ordenan los presidentes y que con el kirchnerismo alcanzaron
niveles récord.
Apenas un ejemplo de la hipocresía de la propuesta:
¿Regulará también la procuradora Alejandra Gils Carbó las escuchas que
eventualmente realice la potenciada estructura de Inteligencia del Ejército que
responde al general César Milani? La pregunta, obvio, es retórica.
En definitiva, el mensaje de la Presidenta no hizo sino más
confirmar que fue ella la verdadera autora del lamentable “documento” que el PJ
aprobó en su última reunión y que sumergió a esa fuerza política en una crisis
profunda, al punto que es muy probable que de aquí al final de su mandato, no
vuelva a reunirse.
“No se toca ni una coma”, dijo Carlos Zannini cuando
irrumpió en esa reunión con el texto que finalmente se aprobó. Será materia de
estudio para sociólogos y expertos en temor reverencial y comportamiento de
manada, explicar por qué líderes experimentados, gente grande, con votos
propios y aspiraciones, eligen reducir a cero su dignidad política, condensada
en el infantil recurso de poner mala cara y tratar de salir lo más atrás
posible en la foto oficial.
Selfies de un proceso político que esta noche confirmó que
todavía no aprendió el arte de despedirse bien.
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