Con ese aumento se
compensaría el descuento por Ganancias y la inflación del 30%.
Los sueldos deberían subir el 40% para mantener el poder adquisitivo. |
Economía - Los
trabajadores alcanzados por el impuesto
a las ganancias deberían recibir un aumento de entre 40 y 44% para mantener el
poder adquisitivo del salario si la inflación en 2015 es 30% y el Gobierno no
sube el mínimo no imponible y las escalas del impuesto.
Además, para recuperar lo perdido en 2014, el aumento
salarial debería ser superior al 50% como reclama la Unión Tranviarios
Automotor.
Por el impacto creciente de Ganancias sobre los sueldos, los
reclamos salariales con vistas a las paritarias de 2015 varían sustancialmente
según acceda o no el Gobierno a modificar su negativa a ajustar el impuesto por
la evolución de la inflación.
Según las cifras del Instituto Argentino de Análisis Fiscal,
con los actuales mínimos no imponibles y las escalas sobre las que se aplican
las alícuotas (congeladas hace 14 años), el impuesto a las ganancias absorbe
alrededor de 30% de una suba salarial en línea con la inflación.
Va un ejemplo:
-Un trabajador soltero que en 2014 tuvo un sueldo neto de $
17.056, luego del descuento de Ganancias, quedó con un ingreso de bolsillo de $
15.200. Y en el año le descontaron $ 23.836 por Ganancias, casi un sueldo y
medio.
-Si en 2015 obtuviera un incremento de 30%, en línea con la
inflación esperada, su sueldo neto pasaría a $ 22.172 mensuales. Pero después
de Ganancias, quedaría con un ingreso de $ 18.358. Y en el año le descontarían
en total $ 49.501, poco más de dos sueldos.
En resumen: aunque la paritaria acuerde una suba de 30%, el
trabajador pasaría de cobrar $ 15.200 mensuales a $ 18.358, un 20% más.
La diferencia o pérdida salarial ascendería a casi 10 puntos
que iría a la caja de la AFIP.
Tomando este caso, para recibir el 30% en mano, ese
trabajador debería obtener un incremento de 42% con lo que su sueldo neto
pasaría a $24.356 y su ingreso de bolsillo, después del impuesto a las
ganancias, sería de $19.760, que es 30% más que los $15.200 cobrados en 2014,
según Clarín.
A su vez, el peso del impuesto se acrecentaría y en el año
ese trabajador aportaría por ganancias casi dos sueldos y medio.
Pero si ese trabajador pretendiera recuperar los puntos
perdidos por ganancias durante 2014, y no perder los de 2015, el incremento
debería ser muy superior: 52%.
La brecha en el reclamo según se considere o no el impuesto
a las ganancias es tan amplia como consecuencia de las distorsiones e
inequidades que fue acumulando este impuesto desde 2000 en adelante. Y ya hace
tiempo que no alcanza con algunos
“parches”, como excluir el medio aguinaldo, sino se requiere una reforma
integral y estructural.
Tal como está vigente, el impuesto a las ganancias no se
actualiza en forma automática por la tasa de inflación, sino a discrecionalidad
de los gobiernos de turno, por debajo del incremento de los precios. Las
escalas están en la congeladora desde la época de Fernando de la Rúa.
El impuesto tiene cuatro mínimos no imponibles, según los
niveles de sueldos y categorías, y ninguno fue ajustado por la inflación real.
Y gravita exageradamente en los ingresos de quienes viven del esfuerzo
personal, se desempeñen en relación de dependencia o por cuenta propia, e
incluso si son jubilados.
Lo que en su momento era un impuesto sobre la renta, remarcó
el citado matutino, se transformó en un impuesto al salario y a la jubilación.
Todo esto agravado porque el IVA – un impuesto al consumo—trepa al 21%,
castigando más a los que menos ganan,
sumado a el impuesto “a la riqueza” (bienes personales) también sigue congelado hace años en $
305.000, una cifra más que baja, mientras
que la renta financiera está exenta del pago de impuestos en Argentina.
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