El escenario para
el voto 2015 muestra a tres candidatos con chances ciertas.
¿Scioli y Macri,
adelante de Massa?
Por Alfredo Leuco |
Sin anestesia, le pregunté en radio Mitre a Mariel Fornoni:
—Yo sé que no es muy científico ni riguroso. Pero según sus números y su
experiencia, si las elecciones fueran este domingo, ¿quién pasaría a la
segunda vuelta?
—Scioli y Macri.
La consultora de Management & Fit no dudó ni un segundo. Vamos a
decirlo con la misma crudeza: solamente hay tres argentinos que tienen
posibilidades de ser presidente de la Nación. La fotografía de hoy empieza
a consolidarse y solamente un acontecimiento absolutamente inesperado (un cisne
negro) podría incorporar un nuevo actor. Todos los encuestadores coinciden en
lo grueso: el tercero en discordia es Sergio Massa,
y allí sí hay divergencias, sobre los puntos de diferencia y sobre la ubicación
de cada uno de los tres en la tabla de posiciones.
Está claro que Daniel Scioli se
ofrece como la continuidad con cambios de Cristina y que la Presidenta
duda entre tragarse semejante sapo o conformarse con designarle el vice y hasta
el último diputado y concejal. Scioli ya no tiene retorno. Lanzó su candidadura
y es el representante del kirchnerismo que, largamente, tiene mayor intención
de voto. Muy gráfico fue un comentarista que dijo que es el que más chances
tiene y el que menos quiere Cristina. Eso es producto de la torpeza de la
Presidenta en su forma de conducir con mano de hierro y en forma absolutamente
concentrada. No permitió que surgieran las miles de flores que pregonó Néstor,
porque ella pisó los brotes a los gritos ante el mínimo matiz disidente. Siempre
los Kirchner se manejaron con el todo o nada. No quieren compañeros de
militancia, fabrican soldados verticalistas de la obediencia debida. Y
esa impronta tan autoritaria y mandona se esparció por todo el universo
democrático y casi la totalidad de los candidatos son la contracara de
Cristina: no hay estadistas ni grandes caudillos, es verdad. Pero todos ejercen
liderazgos más dialoguistas y prudentes y carecen de esa impronta totalitaria
de hacer arrodillar a su tropa. Tal vez sea por el cambio generacional que se
avecina. Cristina pertenece a la generación de los 70, que tuvo sueños
igualitarios y utopías maravillosas, pero que una parte transformó en foquismo
irresponsable y criminal. Scioli, Macri, Massa, Cobos, Sanz y otros son
de la generación de la democracia y no de la revolución. Surgieron con
fuerza a la vida política en 1983 con el huracán alfonsinista que recuperó las
instituciones.
Florencio
Randazzo es un buen candidato, tal vez uno de los que mejor
entendieron la función pública como más servicio y gestión y menos sanata y
consigna. Pero no le alcanza todavía su nivel de conocimiento, aunque tiene
mucho tiempo por delante.
El resto de los candidatos K no tienen nivel de conocimiento porque
recién ahora se están preocupando por ir a debatir ideas a programas de
televisión, mecanismo que todavía es el más fácil para que el ciudadano sepa
quién es y qué piensa. Los cadenazos nacionales de Cristina sólo la ayudan a
ella. Pero nadie se destaca ni se puede diferenciar. A Julián Domínguez
no lo votan masivamente porque no lo conocen. A Agustín Rossi y a
Aníbal Fernández no los votan porque “sí” los conocen.
Más allá de la ironía, hay que decir que Scioli sigue navegando como
toda su vida. Sin críticas altisonantes a nadie. Con mucho silencio y
paciencia, pudo flotar hasta acá como buen motonauta. No le teme ni a Kicillof
de vice. Hay que mirar cómo terminó el quintacolumnista que le mandó la
Presidenta a la Provincia: Gabriel
Mariotto fue de inspector ideológico y hoy está más cerca del
gobernador y más lejos de Cristina quien lo ignora.
No es menor el dato de que hasta funcionarios hiperideologizados y
leales a los Kirchner hayan pegado el salto. El primero fue Rafael Follonier,
ex guerrillero del ERP, de excelentes relaciones con la izquierda dogmática
latinoamericana, y hay otros en las gateras. Dicen que hasta Jorge Taiana y sus
muchachos del Movimiento Evita están mirando con simpatía a La Plata. Nadie
quiere quedar afuera del poder. Es la primera de las veinte verdades del manual
peronista.
En el caso de Mauricio
Macri también hay novedades. El sólido crecimiento que
tuvo en los últimos meses tiene que ver con su gestión en la Ciudad en
temas que no son ni neoliberales ni para los ricos, como lo acusaron. El
Metrobus, la educación pública y las obras contra la inundación son sólo
algunos ejemplos. Macri también está recibiendo un afluente del
radicalismo. Votantes históricos de clase media de ese partido centenario
están advirtiendo que Macri puede ser el mejor instrumento para que no siga el
peronismo en el poder. Mientras Macri más se acerca a su objetivo presidencial,
los problemas que deberá enfrentar serán de mayor envergadura. Deberá demostrar
uñas de guitarrero para contener a una Michetti que está muy decidida a ser
candidata a jefa de Gobierno o nada y pilotear para sumar a dirigentes como Ernesto
Sanz u Oscar Aguad, sin que éstos dejen de ser radicales, y revestir a Carrió
con un buzo antiflama para que su fuego no queme también al PRO.
El camino de Sergio Massa es el más difícil de entender en las encuestas. Muchos sospechan
que no es una verdadera ruptura con el kirchnerismo (que para eso ya está
Scioli) y, sin embargo, él fue el responsable casi absoluto de la jugada que
abortó la posibilidad de reelección de Cristina. Si Massa seguía los consejos
de Scioli o el tibio apoyo de Macri en la Provincia, no hubiera sacado 4
millones de votos en el distrito mayor y no hubiese podido ponerles un límite a las
ambiciones eternas y monárquicas de Cristina. Es muy extraña esta
paradoja que existe en parte del electorado.
Para Cristina, su principal enemigo es Sergio Massa, y muchos votantes
independientes todavía le exigen más pergaminos de opositor. Su juventud lo
ayuda para presentarse como innovador y distinto, pero también le juega en
contra: puede esperar, dicen algunos. Puede ser gobernador de Buenos Aires por
paliza de votos y después en 2019 ir a buscar la presidencia. Massa se
escandaliza ante ese discurso y no quiere saber nada.
Hay una ínfima posibilidad de que el radicalismo, para no fracturarse en
tres pedazos,siga la
propuesta de Gerardo Morales. Quiere que en las provincias y a nivel
nacional cada partido, el PRO, el FR y la UCR, lleve sus propios candidatos
pero que compitan entre sí en las PASO.
Hoy, la verdad dolorosa para la socialdemocracia argentina es que los
socialistas están más para encabezar una fórmula con Binner-Stolbizer y
mantener sus principios aunque no su caudal de votos. Allí podrían sentirse
cómodos quienes hoy en UNEN rechazan todo acercamiento a Massa y Macri, como
Pino Solanas, Humberto Tumini y Victoria Donda, e incluso podrían incorporar al
movimiento de Víctor De Gennaro. Las dos franjas mayoritarias de los
radicales se inclinan por acercarse a Macri o a Massa,aunque hay un grupito
kirchnerista como el de Leopoldo Moreau, al que podríamos denominar “lista
678”.
Falta mucho. Pero falta poco.
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