Por Fernando González |
Los estrellatos son así. Los fugaces y los extendidos. Como
alguna vez fue Amado Boudou, hoy es Axel Kicillof el centro del humor
presidencial. Él es quien monopoliza la atención de Cristina en cuestiones
económicas y los empresarios suelen comentar que la Presidenta cita en términos
textuales algunas ideas que poco antes le escucharon al ministro.
No es
casualidad que el sábado pasado las cámaras de la cadena oficial lo mantuvieran
en primer plano durante la mayor parte del acto oficialista en Plaza de Mayo.
De remera negra, Kicillof era quien aparecía en todo momento
junto a Cristina. Pudo ser su semana perfecta pero el kirchnerismo jamás
garantiza serenidad permanente. El ayudín heterodoxo del swap chino había
permitido volver a superar los 30 mil millones de dólares en las reservas del
Banco Central. Por eso, el Gobierno agregó una oferta para sumar otros 3.000
millones de dólares mediante el canje de Boden 2015 por el Bonar 2024. Una
maniobra sutil para generar deuda casi sin emitir. "Le canté retruco al mercado", lo promocionaba Axel ante
su gente de confianza.
Pero si aquello era retruco sin cartas fuertes, el mercado
le cantó vale cuatro y apenas quedaron 286 millones de dólares en las arcas
oficiales. Kicillof pagó la suma de no haber evaluado correctamente el criterio
de los inversores externos. Eludió el resguardo de pedir un estudio de
premarketing a algún banco amigo y el derrumbe del petróleo hizo el resto.
Nadie estaba de ánimo en el mundo para traer dólares a esta Argentina en
default. Y la jugada maestra para hacerle ole a los fondos buitres terminó con
un gol en contra.
La patinada de Kicillof se celebró en algunos despachos de
la Casa Rosada. Es que las envidias internas se van acrecentando a medida que
se acerca el fin de ciclo. Y la Presidenta, se sabe, no es de las que dejan
pasar los errores sin alguna señal pública. Antes de defenderlo a Axel el
sábado, lo llamó al frente del escenario con una frase más dura que cualquier
crítica. "Vení, vení
chiquito...", le dijo, como si estuviera convocando al ahora célebre
niño Casey Wonder.
Kicillof tragó saliva y soportó el gaste presidencial con
entereza militante. Dos días después se sacó la bronca con el enemigo más fácil
del kirchnerismo: la prensa. Ante una consulta en la radio ayer le pegó duro a El Cronista porque en la tapa
consignamos que el Gobierno analiza programar otra emisión de deuda.
"Los argentinos
estamos cansados de tanta mala onda y tanta mala leche, ver estas tapas de
diarios enloquece. Son títulos repugnantes, estamos acostumbrados a las
profecías de catástrofes que no ocurren", exageró el ministro. La
noticia tenía su lógica y había surgido de las entrañas kirchneristas. Pero no
importaba. En el juego del truco, el retruco y el vale cuatro, lo importante no
es la mentira. Si no, apenas, que te la crean.
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