Sentencias y frases célebres
de Epicuro de Samos
Epicuro y sus sentencias sobre la muerte, la vida, el placer, el dolor y Dios. |
Por Jorge Romero Gil
Epicuro es hijo de Neocles y Cherestrata, nació en enero o
febrero del año 341 aEC, en la isla de Samos, siendo su familia ateniense, fue
educado por su padre, que era maestro, y por diferentes filósofos.
Es el fundador del epicureísmo, también conocido como la
“filosofía del Jardín” por los jardines dónde Epicuro impartía sus lecciones.
Murió en Atenas en el año 270 aEC.
De su ingente producción literaria, de la que nos da cuenta
Diógenes Laercio, apenas han quedado algunas piezas: la “Carta a Herodoto”, la “Carta
a Meneceo”, la “Carta a Pitocles”
-aunque ésta es de dudosa atribución-, las “Máximas
Capitales”, las “Exhortaciones”,
el “Testamento”, una colección de “Sentencias” y fragmentos de “Sobre la naturaleza”.
Estas son algunas de
mis sentencias o frases favoritas de Epicuro de Samos.
1. Sobre la muerte
Así pues, el más estremecedor de los males, la muerte, no es
nada para nosotros, ya que mientras nosotros somos, la muerte no está presente
y cuando la muerte está presente, entonces nosotros no somos. No existe, pues,
ni para los vivos ni para los muertos, pues para aquéllos todavía no es, y
éstos ya no son.
(Carta a Meneceo, 125)
2. Sobre cómo vivir
El sabio, en cambio, ni rechaza el vivir ni teme el no
vivir; pues ni el vivir le parece un mal ni cree un mal el no vivir. Y así como
de ninguna manera elige el alimento más abundante, sino el más agradable, así
también goza del tiempo más agradable, y no del más duradero. El que exhorta al
joven a vivir bien y al viejo a morir bien, es un necio, no sólo por lo grato
de la vida, sino porque el arte de vivir bien y el de morir bien es el mismo. Y
mucho peor el que dice que es mejor no haber nacido, pero una vez nacido,
atravesar cuanto antes las puertas del Hades.
(Carta a Meneceo, 126)
3. Sobre el placer y el dolor
Todo placer, por tener naturaleza innata, es bueno, pero sin
duda, no todos son dignos de ser escogidos. De la misma forma, todo dolor es un
mal, pero no todos deben evitarse siempre.
(Carta a Meneceo, 129)
4. La finalidad del placer
Cuando decimos que el placer es fin, no hablamos de los
placeres de los corruptos y de los que se encuentran en el goce, como piensan
algunos que no nos conocen y no piensan igual , o nos interpretan mal, sino de
no sufrir en el cuerpo ni ser perturbados en el alma.
(Carta a Meneceo, 132)
5. Sobre la sustancia de las cosas
Así, de los cuerpos, unos son compuestos, y los otros, los
elementos a partir de los cuales los compuestos se han formado. Estos elementos
son indivisibles e inmutables si es verdad que no todo tiene que destruirse en
el no ser, sino que estos elementos han de permanecer indestructibles al
producirse la disolución de los compuestos, ya que su naturaleza es compacta y
no poseen ni lugar ni medio para disolverse. Por tanto, es necesario que los
elementos primeros sean las sustancias indivisibles de los cuerpos.
(Carta a Heródoto, 39-46)
6. Sobre el placer y la mesura
No hay vida placentera sin que sea juiciosa, bella y justa,
ni se puede vivir juiciosa, bella y justamente sin el placer. A quien le falte
esto, no le es posible vivir una vida placentera.
(Máximas Capitales, V)
7. Sobre el experimentar sensaciones
Si rechazas todas las sensaciones, no tendrás nada, cuando
razones, para juzgarlas, ni siquiera aquellas que consideres falsas.
(Máximas Capitales,
XXIII)
8. Sobre la amistad
De cuantos bienes proporciona la sabiduría para la felicidad
de toda una vida, el más importante es la amistad.
(Máximas Capitales, XXVII)
9. Sobre Dios y el mal
¿Dios está dispuesto a prevenir la maldad pero no puede?
Entonces no es omnipotente. ¿No está dispuesto a prevenir la maldad, aunque
podría hacerlo? Entonces es perverso. ¿Está dispuesto a prevenirla y además
puede hacerlo? Si es así, ¿por qué hay maldad en el mundo? ¿No será que no está
dispuesto a prevenirla ni tampoco puede hacerlo? Entonces, ¿para qué lo
llamamos Dios?".
(Paradoja de la
existencia del mal)
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