Por Gabriel Profiti |
El país y, la política en particular, tomaron con
naturalidad el nuevo trance de salud de Cristina Kirchner, quien lejos de
trasuntar debilidad parece encaminada a consumar una rareza en la Argentina
post dictadura: el ejercicio del poder con todas sus atribuciones hasta el
último día de su mandato.
A diferencia de Barack Obama, que se enfrenta al llamado
Síndrome del Pato Rengo luego de haber perdido las elecciones de medio término
de su último período de gobierno, la Presidenta argentina ha logrado conservar
la sartén por el mango.
Mantiene la iniciativa política, pese a la derrota sufrida
en los comicios del año pasado; a la imposibilidad de ser re-reelecta; y a las
serias dificultades económicas del país, de las que no puede deslindar
responsabilidades.
En perspectiva, la reconstrucción de la figura presidencial
es un legado del kirchnerismo. Solo Carlos Menem -que se mantuvo vigente
deslizando que iba a reformar la Constitución para seguir- y los Kirchner
pudieron hasta ahora terminar sus mandatos como jefes de Estado desde 1983.
La primera presidenta electa de la historia argentina tiene
la ventaja con relación a Obama -y el mérito político- de haber conservado las
mayorías parlamentarias a partir de aquella reelección con el 54% de los votos
en 2011.
Y la ejerce. Desde su habitación del Sanatorio Otamendi
anticipó que mantendrá al Congreso en movimiento: en las próximas dos semanas
habrá sesiones para "liquidar" temas pendientes y luego todo indica
que convocará a extraordinarias -en lugar de prorrogar las ordinarias- para
avanzar en proyectos puntuales.
El bloque oficialista de la Cámara baja ya tiene la certeza
de que tratará en el período de extraordinarias el proyecto de reforma del
Código Procesal Penal, el de Ley de Telecomunicaciones y probablemente la de
Fertilización Asistida.
Además, sus integrantes están advertidos de que muy
probablemente deberán trabajar en enero -como cuando Martín Redrado se negaba a
ceder las reservas del Banco Central- para abrir la Ley Cerrojo y derogar la de
Pago Soberano con el fin de propiciar la cada vez más confirmada negociación
con los holdouts.
Esta negociación es la llave en mano del oficialismo para
encarar a partir de marzo la campaña electoral con mayores posibilidades de
preservar el poder. Si se cierra, el Gobierno podrá decir que solucionó
definitivamente el frente externo.
Malas noticias para
alcaldes
En materia electoral los Kirchner viven el día a día, por lo
que no habrá definiciones hasta que las fechas apremien para la presentación de
alianzas y candidaturas, en junio.
En ese contexto, el oficialismo de paladar negro está cada
vez más resignado a encolumnarse detrás de la figura de Daniel Scioli, el
candidato que puede garantizar la continuidad de la mayoría de ellos en las
oficinas del Estado.
Sus rivales internos, en cambio, confían en ser depositarios
del "dedo" presidencial. Cristina cuenta con una dosis de popularidad
decisiva para hacer ganar a un candidato en las primarias del oficialismo,
aunque por el momento su eventual unción no alcanza para ser influyente en las
generales.
Un caso especial es el de Florencio Randazzo, el rival
interno más competitivo de Scioli. El ministro del Interior y Transporte confía
en sus fotos con los trenes renovados y en ganarse el poyo de la jefa de
Estado, pero varios hombres influyentes del PJ consideran que cuando llegue el
momento la Presidenta le pedirá que compita para la Gobernación bonaerense.
De hecho esos mismos arquitectos electorales empiezan a
pensar que el mejor esquema sería que no haya rivales para Scioli en las primarias
para no dar ventajas ante Sergio Massa y Mauricio Macri, quienes carecerán de
adversarios en las PASO.
La posibilidad de que la propia Presidenta se presente para
alguna candidatura está latente. Podría postularse a diputada nacional por la
estratégica Provincia de Buenos Aires o a parlamentaria del Mercosur, categoría
que se votaría junto con las presidenciales. "Puede ser las dos cosas,
pero la única que da fueros es la primera", advirtió un prominente
dirigente del PJ.
Más allá de que participe o no de la elección, la mayoría
augura para Cristina un futuro como secretaria general de la Unasur, cargo que
inauguró Néstor Kirchner.
Si bien todas estas cuestiones se definirán sobre la
campana, hay una mala noticia en ciernes para intendentes: habrá colectoras del
kirchnerismo no justicialista.
"¿Por qué te crees que (Martín) Sabbatella hizo ese
acto de Nuevo Encuentro? Todos los que estaban ahí van a ser candidatos por
afuera", remarcó la misma fuente y aclaró que también podrían ser
candidatos de segunda lista dirigentes de La Cámpora.
Varios alcaldes ya comenzaron a cabildear para que no haya
otra opción del oficialismo que no sea la que ellos encabezarán. Esa
alternativa K, razonan, pondría en riesgo sus reelecciones.
"Hay varios que estamos amenazando con irnos con Massa
si imponen una colectora", alertó uno de ellos a este columnista.
Amenaza policial
Desde que Cristina Kirchner llegó al poder, diciembre se
convirtió en un mes convulsionado. El año pasado fue el peor por los cortes de
luz, la corrida bancaria, el acuartelamiento policial y los saqueos. Por eso
genera más preocupación el avance del calendario hacia el último mes del año
que la nueva convalecencia de la Presidenta, por sigmoiditis, que la obligó a
una nueva salida de escena por varios días.
Esta semana, un sector de la policía santacruceña encendió
luces amarillas sobre nuevas rebeliones. De hecho, el Ministerio de Seguridad
nacional se convirtió en una suerte de central telefónica de todo el país con
llamados de gobernantes en ascuas.
El Gobierno buscó articular respuestas a través del Consejo
de Seguridad Interior, que reúne a los ministros del área de todo el país,
reactivado por la ministra nacional, Cecilia Rodríguez.
Ante ellos bajó la orden de que los policías sublevados sean
declarados en sedición para desalentar revueltas y también pidió evitar
menciones al tema de manera de reducir la paranoia.
© NA
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