Por Nicolás Lucca
(Relato del Presente)
La Presi ya tiene más regresos triunfales de una clínica que
el Diego. Esta oportunidad tuvo menos pirotecnia que las anteriores y menos
puchereo de lo cerca que estuvo de pasar para el otro lado, pero la magia está
intacta.
Estamos entrando a diciembre de 2014 y a lo largo de los
últimos tres años Cristina no logró inaugurar una sola obra planificada,
licitada, iniciada, construida y finalizada en su segundo mandato. Gracias a
Dios que al menos tiene la excusa de la recesión del último año. Por ello no
fue de extrañar que aprovechara su regreso para “inaugurar” por
videoconferencia la puesta en marcha de los nuevos coches del Ferrocarril Mitre
y cerrar, de este modo, la trilogía: un acto para anunciar la compra, otro para
darles la bienvenida al hotel de los inmigrantes en el puerto, y el último para
mostrar que funcionan.
También habló con el gobernador de Entre Ríos, Sergio
Urribarri, quien estaba del otro lado del teléfono para inaugurar un tramo de
40 kilómetros de la Ruta 14, cuya renovación se inició en 1996 y el primer
tramo de 158 kilómetros fue concretado menos de tres años después, a mediados
de 1999. El costo para el Estado de aquel primer tramo fue de cero pesos, dado
que se lo encargaron a la concesión. No hubo acto de licitación ni nadie nos
rompió las pelotas para explicarnos nada.
Pero Urribarri y Cristina festejaron que el Gobierno
Nacional gastó 6.9 mil millones de pesos en la construcción de lo que quedaba
de la ruta nacional 14 dentro de Entre Ríos. El kilómetro de ruta más caro que
pueda realizarse en estos pagos cuesta 2 millones de dólares. Para completar la
ruta 14 y convertirla a la Autobahn alemana hacían falta 4 mil millones de
pesos, pero sólo si se hubiera licitara en 2014 con un dólar oficial a 8,50
pesos. La obra se inició en 2007 con el dólar a 4 mangos. Podrían preguntar,
primero, cómo es que el Estado que todo lo puede demoró siete años en construir
lo que al privado malvado le llevó 3, pero luego de ello deberían preguntarse
cuál es el beneficio de que el estado gaste miles de millones de pesos por lo
que un cerdo capitalista chancho burgués cipayo hizo a cambio de una concesión.
Nadie se atreve a evacuar esos interrogantes porque, a colación, viene la
incógnita de en qué se gastó realmente la guita.
Algo extraño podía percibirse en el acto, más allá de la
inflamación pomular presidencial: no
había cantitos militantes. No es que no se hayan enterado de que la Presi
decidió volver con todo a la actividad madrugando a las 18,00 horas, sino que
Cristina metió las inauguraciones con videoconferencias en reunión anual de la
Cámara de la Construcción. Algo así como invitarla a tu cumpleaños y que
aproveche la luz y el proyector del salón que alquilaste para saludar al amigo
contador de Seychelles.
De entrada hay que felicitar al genio opositor que tuvo la
idea de invitar a la Presi para que haga su primera aparición tras el
allanamiento por su Bates Hotel de cinco estrellas justo en el Sheraton. Copada
con la movida desestabilizadora, la jodona Cristina se prendió en la humorada y
tiró que tuvo sus vacaciones anuales en el Otamendi, al igual que el año pasado
en la Favaloro y antes en el Austral. Nunca una Bristol marplatense, siempre
una South Beach en Miami.
El momento de los chistes pasó y afirmó que este Gobierno
dio vuelta el paradigma de la infraestructura. Y mierda que tiene razón. En
menos de dos años de gestión de Néstor Kirchner, Argentina pasó del
autoabastecimiento exportador a tener que pedirle prestada electricidad a
Ururugay y gas a Bolivia.
Frente a algunos sindicalistas que habían pedido rever el
tema del Impuesto a las Ganancias, Cristina explicó que todo lo que se inaugura
se paga con impuestos. Lástima que lo de Urribarri ya había pasado, porque
habría sido interesante explicar cómo es que se puede financiar una obra vial
con el cobro de peajes a quienes la utilizan, y no que Salustriana tenga que
bancar la construcción de un aeropuerto clandestino en Santa Cruz disfrazado de
ruta a ninguna parte.
En ese orden de explicar la joda loca del gasto público, la
Presi contó que para que exista el plan Procrear, primero había que obtener los
fondos jubilatorios de las AFJP. Sí, a través de la tele afirmó que para que
los jubilados pudieran financiar los créditos que se sortean por Lotería
Nacional de vez en cuando, primero había que rapiñarles los aportes que ellos
eligieron hacer voluntariamente cuando en 2005 Néstor Kirchner dio la opción de
permanecer en el régimen de capitalización o pasar al sistema de reparto.
Opción que, obviamente, harían pupa tan sólo un par de años después.
Por momentos fue mucho más de lo mismo. Explicó que la
voluntad de pago del país quedó demostrada al arreglar con el Club de París,
como lo dijo otras 51 veces en los 51 discursos que dio desde el 20 de junio -y
eso que estuvo un mes en boxes- y al igual que en todas esas ocasiones, no
aclaró que ya había prometido pagar en 2008 y los dejó esperando la carroza.
Montada en un unicornio verborrágico rumbo al infinito de la
saraza, la mandataria puteó a los medios de comunicación por decir que están
cerrando inmobiliarias, “cuando en 2010, había 34.829 inmobiliarias, en 2011
teníamos 34.735 inmobiliarias, y hoy
34.462″. Como para no quejarse. ¿Qué son 100 inmobiliarias menos por
año? Dos mil laburantes menos de un Mundial al otro, nada más.
Uno de los momentos que quedarán grabados en los oídos y en
el hígado de quienes escuchamos el discurso presidencial ocurrió cuando Cris
justificó su obsesión por reescribir el pasado -que vivimos la inmensa mayoría
de quienes transitamos por estas pampas en las últimas décadas- al referir que
es “como cuando manejás el auto y mirás el espejo retrovisor para no chocar”.
Desconocemos si quiso decir que el país va marcha atrás, o que maneja a 250 por
hora mirando por el retrovisor y todavía no se estroló porque se salió de la
ruta hace tres peajes electorales.
Para asustarnos y recordarnos lo bien que estamos, nos
advirtió que en Alemania están planificando congelar los salarios por tres
años. Feo dilema tener que elegir entre el congelamiento de salarios de la
potencia europea con una inflación del 0,7% -la más baja en 27 años- o las
paritarias de las provincias al sur de Bolivia y Paraguay, donde se aumentan lo
salarios un 28% con una inflación del 45%.
Luego de afirmar que necesitamos más ingenieros que abogados
y contadores, sonrió al afirmar que la iban a denunciar los colegios de
profesionales por el pedido: “Uno es el mío, que soy abogada”. Todos tomamos lápiz
y papel esperando que cuente en cuál de los 81 Colegios de Abogados de la
Argentina está inscripta. Falsa alarma.
Por si todo esto no fuera suficiente para un retorno de la
Jefa a todo culo, Cristina nos hizo un análisis psicológico gratuito al
sostener que tenemos “esta tendencia de echarle la culpa a los demás de las
cosas que nos pasan a nosotros”. Groso, sobre todo al venir de quien le echó la
culpa a los Fondos Buitres por la falta de inversiones en el país tan sólo 45
segundos antes, del mismo modo que ha culpado a los medios por la sensación de
inseguridad, por la inflación y el desánimo cotidiano de contar qué pasa en
Argentina. Asimismo, no ha faltado la oportunidad de culpar a los tamberos por
el costo de la leche, a los agroganaderos por el costo de la carne -no por el
de la soja, que es el maná que cae del cielo en este desierto económico-, o a
los ahorristas por la fuga de divisas, como tampoco se privó de acusar al
Gobierno de Estados Unidos de antemano por las dudas de que le hagan algún
gualicho. En esta tuvo razón. Le pasó algo y todos tuvimos que mirar al norte.
A Barrio Norte.
Su análisis de proyección neurótica narcisista de rasgo paranoide
rompió con todas las teorías psicológicas al resultar un trastorno contagioso.
Así es que Kicillof le echa la culpa a los marcianos por querer comprar
billetes del color de su piel, Capitanich es capaz de encontrar la relación
entre un kiosquero de Wilde y la inflación de las consultoras privadas, y Berni
puede intuir que no habrá saqueos en diciembre porque repartieron bolsones de
comida, pero que si los hay, son instigados por fuerzas oscuras, dado que la
gente no tiene hambre.
Todo el Gabinete es una comisión de homenaje permanente al
primer acusador serial del siglo XXI, el estadista de mirada distinta que
denunció mediáticamente a la oposición por traficar efedrina. Lástima que pasó
a mejor vida, porque hubiera sido interesante escuchar la explicación de cómo
una causa que incluye tres asesinatos terminó con una catarata de llamadas
telefónicas a la Casa Rosada y el procesamiento del extitular del Sedronar y
amigo del entonces Presidente.
Finalmente, Cristina pidió que la oposición discuta con números
reales, como los de su Indec, saludó y se fue a sacar unas selfies a
Libertador. Del adelantamiento del Plan Piletas para Todos y Todas en la
Provincia de Buenos Aires, Cristina no habló. Del allanamiento a su empresa,
tampoco.
El juez federal Claudio Bonadío ordenó una serie de
allanamientos para recolectar información que refuerce lo que ya tiene
comprobado: que hay irregularidades en la administración del hotel Alto
Calafate. Eso no se discute. No es que fue a ver si encontraba algo para joder
a la Presidente. La irregularidad existe.
Quienes sí salieron a cuidar que no la toquen a Cristina son
el Senador Marcelo Fuentes, y el siempre dispuesto a quedar como un neanderthal
con problemas de oxigenación, Luis D’Elía. El matancero hizo un profundo
análisis antropológico social sobre la evolución del Poder Judicial frente a la
sociedad como uno de los pilares del sistema tripartito del republicanismo
argentino y, tras largas horas de estudio y meditación, llegó a la conclusión
de que a Bonadio había que decapitarlo y poner su cabeza en la puerta de los
tribunales federales de Comodoro Py.
Un poco más tibio, Marcelo Fuentes, denunció a Bonadio por
enriquecimiento ilícito. Fuentes es todo un caso aparte y si usted, eventual
lector, no tiene la más puta idea de quién es, se debe al sencillo hecho de que
nunca existió en la política hasta no hace mucho. A fines de los años sesentas
y principios de los setentas, era de los que militaban por la Patria Socialista
dentro de ese hermoso oxímoron que algunos han dado en llamar “peronismo de
izquierda”. Según sus propias palabras, que Perón los expulsara del Congreso,
de la Plaza y del Partido, “lo decepcionó”. En vez de buscarse un lugar
político que acogiera su ideología, mandó todo a la mierda y se volvió a
Neuquén a vivir de la profesión de abogado. Fuentes dice que en 2003 se volvió
a enamorar de un proyecto y por eso se sumó al kirchnerismo. Cosas de la vida,
los archivos dicen que en realidad entró a la Nación en 2002, durante la
Presidencia de Duhalde.
Quizás tantos años de abogado le quitaron el sentido de
justicia y lo convirtieron en defensor de lo indefendible. Por eso es que no
tuvo ningún drama en denunciar al juez Rafecas por haber cometido el error de
sospechar que había algo raro en que un vicepresidente fuera dueño de la
impresión de papel moneda luego de una quiebra fraudulenta.
Es tan firme el compromiso de Fuentes con los más
necesitados que en el Consejo de la Magistratura fue quien impulso el juicio
político a los magistrados que fallaron a favor de que los gorilas de los
jubilados cobren lo que les corresponde. Era obvio que no iba a tener demasiado
drama en cargar contra otro juez por decir lo que todos sabemos desde hace más
de una década: que no hay forma de que un hotel vacío dé ganancias y que no hay
ley de la naturaleza que explique de un modo medianamente cercano a la razón
cómo una mina que sólo trabajó de recepcionista del marido y de empleada
pública, tenga la fortuna que tiene.
Desde este humilde espacio intentamos averiguar
infructuosamente por qué Fuentes no tuvo la misma velocidad para denunciar al
juez Norberto Oyarbide, pero sospechamos que la velocidad con la que el
magistrado archivó todas y cada una de las denuncias contra Néstor y Cristina,
le dieron vértigo y quedó mareado antes de llegar a la mesa de entradas.
Probablemente, lo más interesante de esta semana es que,
tras toda esta joda, sale a la luz cuál es el interés de reventar el Código
Procesal Penal cuanto antes para que los Fiscales sean los encargados de
manejar estas cuestiones: carpetear es fácil, pero ya están cansados.
Jueves. Mientras tanto, el país se debate entre los que
consideramos un exceso que se les pague un sueldo a los travestis por trabajar
de travestis, y los que tildan de nazis a los que consideramos un exceso que se
les pague un sueldo a los travestis por trabajar de travestis.
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