Por Jorge Fernández Díaz |
Dos disparos. Pum, pum. Uno en la cabeza y el otro en el
tórax. Y de pronto un colombiano yace sin vida en una calle de Rosario. Otros
dos disparos secos. Pum, pum. Y otro colombiano muere en una villa del
conurbano bonaerense.
Sucedió esta misma semana, y los expertos están seguros de que no hay vinculación alguna entre esas dos ejecuciones, salvo por la nacionalidad de las víctimas y por el hecho de que aparentemente formaban parte del sistema "gota a gota".
Sucedió esta misma semana, y los expertos están seguros de que no hay vinculación alguna entre esas dos ejecuciones, salvo por la nacionalidad de las víctimas y por el hecho de que aparentemente formaban parte del sistema "gota a gota".
Esta práctica nació en Medellín durante
los años ochenta, cuando los narcos comenzaron a comprar muebles y
electrodomésticos, y trataron de multiplicar sus excedentes por medio de la
usura. Agentes de ese inframundo otorgaban préstamos con altos intereses a
personas de bajos recursos y cobraban por las buenas y por las malas a sus
esclavizados deudores. Este negocio es apenas una de las múltiples formas
adicionales del narcotráfico, pero su aparición en la Argentina demuestra el
grado de crecimiento que está alcanzando toda esa industria.
Un ministro del gobierno nacional llamó hace unos meses a
punteros de barriadas pobres y les dijo: "Tenemos que combatir a los
narcos. Pídanme planes, si los necesitan". Sus interlocutores le
respondieron: "Con los planes ya no podemos hacer nada, ministro. Un pibe
dedicado a la falopa gana trescientos pesos diarios. Nos están pasando por
arriba". Daniel Arroyo, que fue funcionario del área de políticas sociales
y es uno de los grandes especialistas en la materia, asegura que hemos
ingresado a un nuevo e inquietante ciclo.
En la primera fase, los narcos competían en los barrios con
los punteros, los partidos y la Iglesia. En la segunda fase, la venta de
estupefacientes ya era vista como un oficio que permitía la movilidad social,
lo que masificó su influencia: pasó de ser un problema caracterizado como
tráfico y adicción a convertirse en un pujante fenómeno económico. Al que
vendía le iba mejor que al que trabajaba. Por fin llegamos hace dos años a esta
tercera fase: los narcos dominan hoy el territorio, crean cadenas de
distribución y comercialización de la mercadería, generan nuevas actividades
laborales, prestan servicios sociales y se dan el lujo de presentarse como
benefactores de la comunidad: son los que ahora garantizan también la canchita
de la esquina o el nuevo dispensario. El líder narco se ha convertido así en un
nuevo sujeto social y en un destacado actor político, que va reemplazando o
incluso cooptando al puntero.
Desde hace poco menos que un lustro, la gestión económica se
desquició y el Estado comenzó a perder efectividad para contener a los
distintos segmentos de la extrema pobreza. El empleo en negro se fue
deteriorando, la inflación licuó los ingresos de las clases bajas y los planes
perdieron relevancia. La pobreza está en el orden del 27%, el trabajo informal
supera el 34% y recordemos: hay por lo menos 1.500.000 jóvenes que no estudian
ni trabajan. El propio concepto del trabajo ha perdido valor durante estos
años, el clientelismo arrasó con ese elemento integrador y dejó una cultura
mercenaria, y por primera vez el narcotráfico está ofreciendo una salida
económica donde el Estado se muestra a todas luces impotente. La Argentina se
encuentra entre los mayores exportadores de cocaína del mundo y es a la vez uno
de los principales consumidores. Hace rato que dejó atrás el papel de mera
nación de tránsito. Las coimas para proteger los envíos al exterior se pagan
con cocaína, y ésta circula en todas las clases sociales. En las villas
porteñas comenzaron a escucharse narcocorridos mexicanos.
El operador táctico y territorial de uno de los principales
candidatos a la presidencia de la Nación pide anonimato y muestra su alarma.
"Hay un cambio tremendo en muchos punteros -dice. Hace diez años apretaban
cada vez que había elecciones; después se acostumbraron a extorsionar todo el
tiempo y por diversos motivos. Ahora algunos de ellos dejaron misteriosamente
de presionar, y eso es más preocupante todavía. Porque demuestra que ya tienen
autonomía financiera. Gracias al narcomenudeo, algunos punteros ostentan tanto poder
que ya no le reclaman guita al político, sólo la aceptan cuando éste les pide
entrar en la villa para hacer proselitismo. Es un cambio dramático. El político
perdió autoridad en los asentamientos."
Ni el Poder Ejecutivo ni las administraciones municipales y
provinciales, ni el oficialismo ni la oposición vieron venir el tren. Pero el
tren está sobre nosotros, y nadie sabe muy bien cómo arreglar este nudo antes
de que el narcotráfico avance otro casillero. Pepe Nun explica el fondo de la
cuestión al hablar de "la teoría de la tasa de marginalidad". Marx
creía que el capitalismo jugaba al dominó: tres años de prosperidad, absorción
de toda la mano de obra, en consecuencia aumento de salarios, disminución de la
ganancia y por lo tanto de la inversión; luego suspensiones y despidos, tres
años de recesión y el comienzo de una nueva vuelta. Marx hablaba de un ejército
industrial de reserva: gente que sólo es llamada en la expansión y para
trabajar ocasionalmente en la infraestructura, y cuya desocupación era
funcional a este gran circuito económico. Sin embargo, con el arribo de la era
financiera y otros factores del nuevo capitalismo, una buena parte de ese
ejército laboral de reserva nunca más encuentra trabajo. Crece y se transforma
en una enorme masa marginal. Con los planes sociales se buscó neutralizar su
conflictividad y su capacidad de reclamo. El narco también cumple esa función:
narcotiza y subsana lo que no puede ser absorbido por el aparato productivo,
que fracasa de manera más intensa con economías falsamente inclusivas y
escasamente vigorosas y consistentes. Ese ejército de reserva crece y se vuelve
crónico en la Argentina, y el erario ya es incapaz de contenerlo.
El senador colombiano Antonio José Navarro Wolff, que
participó de las históricas negociaciones de paz con el M-19 y después fue un
destacado político y un experto en temas de desarrollo y seguridad, visitó el
jueves Buenos Aires y aludió al insólito encuentro que llevaron a cabo el año
pasado en nuestro país los jefes de las dos organizaciones de narcotraficantes
más peligrosas de Medellín. Esa reunión tenía aparentemente por objeto la
repartija del negocio de estupefacientes en Colombia tras la extradición a
Estados Unidos del anterior cacique narco. De común acuerdo, los líderes mafiosos
llegaron a la conclusión de que el mejor y más seguro terreno neutral era la
Argentina. "Ustedes tienen que pensar muy bien qué está pasando
internamente para que sea posible que dos bandas de Medellín hagan una reunión
en Buenos Aires -le dijo Navarro Wolff a Infobae. Esto demuestra que hay un
problema en el esquema de funcionamiento de la seguridad de la Argentina. Que
permite un encuentro de esas características. Porque podría haberse producido
en Chile o en Uruguay... Evidentemente aquí hay un agujero que el Estado no
está cubriendo. Colombia y México reaccionamos demasiado tarde a un proceso de
cartelización, de control territorial de las bandas. En países donde está
empezando a suceder, como la Argentina, hay que actuar oportunamente conociendo
la experiencia de quienes tuvimos que pasar por ese calvario."
En el transcurso de estos días también giró entre los más
importantes dirigentes del radicalismo un brillante ensayo del escritor Héctor
Aguilar Camín acerca de la epidemia criminal que produjo en México, y en sólo
seis años, 80.000 muertos y 22 mil desaparecidos. Asevera que la mafia de las
drogas tiene un método de captura gansteril de los gobiernos locales y, como
consecuencia de ésta, "una captura de la sociedad local, mediante diversas
formas de amedrentamiento, control social, despojo, secuestro y un sistema de
pago de cuotas y derechos que envidiaría el sistema impositivo de cualquier
Estado". El largo informe demuestra que el salto de un escalón a otro en
materia de narcotráfico muchas veces es rápido y sorprendente. Las autoridades
hicieron la vista gorda, y luego cuando el monstruo había crecido y era
incontrolable, declararon la guerra frontal. Esa contraviolencia tardía rompió
códigos "no sólo entre los violentos sino de muchos otros grupos, vecinos
e inquilinos del submundo". Este punto es crucial para los argentinos,
puesto que todavía tenemos la oportunidad de amenguar el fenómeno sin tener que
lanzar una jihad ciega con el aparato estatal y generar un gran baño de sangre.
"Es una exageración decir que México ha vivido los primeros años del siglo
XXI una guerra civil -escribe Aguilar Camín. Quizás sea también una exageración
sostener lo contrario."
El papa Francisco, que conoce la progresión del problema, se
mostró esta semana muy preocupado. "Cuidémonos de la violencia
institucional para que no nos pase en la Argentina lo de México, donde
desaparecieron 43 jóvenes", señaló en referencia al episodio de los
estudiantes calcinados. La situación nacional es muy grave. Y la amenaza
recibida el miércoles por nuestro corresponsal en Rosario, Germán de los
Santos, constituye un doloroso símbolo de la colombianización del país. A la
política no le queda mucho tiempo. Si no se despierta al final sobrevendrá una
guerra, que se presentará como inevitable y que será catastrófica.
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