domingo, 23 de noviembre de 2014

Economía y policías

Por Germán Gegenschatz
El poder de policía de una Nación es el músculo de la ley, es el ejercicio legal de la violencia por parte del estado para hacerla cumplir, para imponer el orden o las resoluciones judiciales a los ciudadanos que no lo hacen voluntariamente.

Durante esta semana diferentes organismos reguladores de la actividad económica, llevaron adelante más de 200 allanamientos entre casas comerciales y domicilios particulares, más varias clausuras y suspensiones de permisos para operar en el mercado de cambios y de capitales.

Se podría pensar que existe un gran desorden o ilegalidad tolerados hasta hace una semana que ahora se quiere solucionar, pero adelanto que esto no es así.

El gobierno quiere lograr, allanando con la policía y la AFIP, los resultados que no obtiene con su política económica. ¿Y qué resultados busca lograr con el uso de la fuerza?. Creo que por lo menos cuatro: contener y aumentar las reservas, achicar la brecha entre el dólar oficial y el dólar blue, bajar la inflación sin tocar los gastos del estado ni los impuestos, y que los productos agropecuarios se comercialicen aunque los propietarios no crean que este sea el momento oportuno.

Hay, por lo menos, dos errores fundamentales en esta forma de actuar. El primero es que la economía no funciona bajo amenazas y palos, sino por confianza y estímulos. El poder de policía no doblega a quien no confía en una política económica y actúa en consecuencia, nadie trabaja o invierte por la fuerza y los precios no se imponen con el garrote. El segundo es creer que una misma política económica puede cambiar sus resultados si se aplica el poder de policía, la política puede decidir casi sin limitaciones, pero no puede alterar las consecuencias de lo que decida por el ejercicio de la fuerza.

Es verdad que la economía esta gobernada por la política, pero esto no significa que los resultados buscados en materia económica se logren por pura voluntad política o poder de policía.

La política determina que formas económicas rigen en una nación, y cada política tiene sus efectos propios, y no otros, se use o no la fuerza para lograrlos. Política y economía interactúan, pero cada una bajo sus reglas propias y más allá de la amplitud de los márgenes y de los puntos de contacto entre ambas.

La economía es el sustento material de la política y ésta, se supone, debe garantizar con firmeza las reglas mínimas necesarias para que exista el mercado y el estímulo a trabajar e invertir. Estado y Mercado son indivisibles y conviven con mayor o menor eficiencia.

Política y economía son sustentables en tanto y en cuanto se desenvuelvan bajo el sentido común de la conducta humana. No digo nada complejo ni abstracto, me refiero a que la comunidad, y cada uno de sus miembros, verifique en los hechos que los impuestos pagados por todos y administrados por “la política”, se justifiquen en bienes y servicios para quienes los pagan, y además que el esfuerzo de trabajar y el riesgo de invertir tengan un beneficio que los incentive a hacerlo cada vez mejor.

El estado, es el jugador más importante y más poderoso, puede hacer mucho daño o mucho bien, esto lo transforma en el máximo responsable en materia económica. En términos futboleros el estado es el referí, el dueño de la pelota y el que impone las reglas del juego y encima, si quiere, las cambia durante el partido. Todos nosotros ocupamos los demás roles del espectáculo deportivo: titulares o suplentes, hinchadas, comentaristas o televidentes. Los jugadores pueden ser los mejores del mundo pero sin pelota, buen referato y reglas estables y claras, lo más probable es que todo termine en batalla campal.

Lo que vivimos día a día nos muestra que el camino es otro. Un gobierno tiene que ganarse el apoyo y la confianza necesarios como para ser creíbles, ser razonables y respetuosos de la ley en el ejercicio del poder como para ser previsibles, esto es política, lo demás es mero ejercicio autoritario del poder.

Tarde o temprano los malos resultados coronan las malas conductas y decisiones, sepamos motorizar el cambio en el sentido de no repetir experiencias como las que hoy vivimos.

© C&P – Comunidad y Política

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