Por Germán Gegenschatz |
El poder de policía de una Nación es el músculo de la ley,
es el ejercicio legal de la violencia por parte del estado para hacerla
cumplir, para imponer el orden o las resoluciones judiciales a los ciudadanos
que no lo hacen voluntariamente.
Durante esta semana diferentes organismos reguladores de la
actividad económica, llevaron adelante más de 200 allanamientos entre casas
comerciales y domicilios particulares, más varias clausuras y suspensiones de
permisos para operar en el mercado de cambios y de capitales.
Se podría pensar que existe un gran desorden o ilegalidad
tolerados hasta hace una semana que ahora se quiere solucionar, pero adelanto
que esto no es así.
El gobierno quiere lograr, allanando con la policía y la
AFIP, los resultados que no obtiene con su política económica. ¿Y qué
resultados busca lograr con el uso de la fuerza?. Creo que por lo menos cuatro:
contener y aumentar las reservas, achicar la brecha entre el dólar oficial y el
dólar blue, bajar la inflación sin tocar los gastos del estado ni los impuestos,
y que los productos agropecuarios se comercialicen aunque los propietarios no
crean que este sea el momento oportuno.
Hay, por lo menos, dos errores fundamentales en esta forma
de actuar. El primero es que la economía no funciona bajo amenazas y palos,
sino por confianza y estímulos. El poder de policía no doblega a quien no
confía en una política económica y actúa en consecuencia, nadie trabaja o
invierte por la fuerza y los precios no se imponen con el garrote. El segundo
es creer que una misma política económica puede cambiar sus resultados si se
aplica el poder de policía, la política puede decidir casi sin limitaciones,
pero no puede alterar las consecuencias de lo que decida por el ejercicio de la
fuerza.
Es verdad que la economía esta gobernada por la política,
pero esto no significa que los resultados buscados en materia económica se
logren por pura voluntad política o poder de policía.
La política determina que formas económicas rigen en una
nación, y cada política tiene sus efectos propios, y no otros, se use o no la
fuerza para lograrlos. Política y economía interactúan, pero cada una bajo sus
reglas propias y más allá de la amplitud de los márgenes y de los puntos de
contacto entre ambas.
La economía es el sustento material de la política y ésta,
se supone, debe garantizar con firmeza las reglas mínimas necesarias para que
exista el mercado y el estímulo a trabajar e invertir. Estado y Mercado son
indivisibles y conviven con mayor o menor eficiencia.
Política y economía son sustentables en tanto y en cuanto se
desenvuelvan bajo el sentido común de la conducta humana. No digo nada complejo
ni abstracto, me refiero a que la comunidad, y cada uno de sus miembros,
verifique en los hechos que los impuestos pagados por todos y administrados por
“la política”, se justifiquen en bienes y servicios para quienes los pagan, y
además que el esfuerzo de trabajar y el riesgo de invertir tengan un beneficio
que los incentive a hacerlo cada vez mejor.
El estado, es el jugador más importante y más poderoso,
puede hacer mucho daño o mucho bien, esto lo transforma en el máximo
responsable en materia económica. En términos futboleros el estado es el referí,
el dueño de la pelota y el que impone las reglas del juego y encima, si quiere,
las cambia durante el partido. Todos nosotros ocupamos los demás roles del
espectáculo deportivo: titulares o suplentes, hinchadas, comentaristas o
televidentes. Los jugadores pueden ser los mejores del mundo pero sin pelota,
buen referato y reglas estables y claras, lo más probable es que todo termine
en batalla campal.
Lo que vivimos día a día nos muestra que el camino es otro.
Un gobierno tiene que ganarse el apoyo y la confianza necesarios como para ser
creíbles, ser razonables y respetuosos de la ley en el ejercicio del poder como
para ser previsibles, esto es política, lo demás es mero ejercicio autoritario
del poder.
Tarde o temprano los malos resultados coronan las malas
conductas y decisiones, sepamos motorizar el cambio en el sentido de no repetir
experiencias como las que hoy vivimos.
© C&P – Comunidad
y Política
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