Fotos y eslóganes
vacíos, el atajo para no explicitar las medidas
económicas que tomarán si
llegan al gobierno.
Por Ignacio Fidanza |
Carlos Menem lo dijo con sinceridad brutal: “Si decía lo que
iba a hacer, nadie me votaba”. Sentó una lamentable escuela que dura hasta hoy.
Candidatos que hacen campañas sin resignar un solo lugar común, apalancados en
frases huecas de buenas intenciones.
No es que se nieguen a presentar “programas” de Gobierno.
Nadie les pide tanto.
Lo que se extraña es el humilde enunciado de un puñado de
medidas concretas para problemas concretos: Inflación, recesión, déficit,
atraso tarifario, default, crisis energética, presión fiscal récord, trabajo en
negro.
Los más osados hablan de la posibilidad, así en potencial,
de instrumentar una política de metas de inflación y darle autonomía al Banco
Central. Y hasta ahí llegamos. Las opciones son obvias: O no tienen idea que
van a hacer cuando lleguen al poder o están escondiendo las medidas, porque las
saben impopulares.
Como se trata de gente profesional, lo lógico –incluso la
esperanza-, es que se trata de esto último.
Sin embargo, algo amenaza este tránsito conocido. La
sociedad argentina, a fuerza de traumas económicos y sobre exposición a relatos
y forzadas batallas “ideológicas”, comienza a preguntarse lo esencial: ¿Cómo lo
vas a resolver? ¿Con qué medidas concretas? ¿Quién lo va a pagar? ¿Cuánto va a
costar?
Es lo que empiezan a señalar los focus groups y estudios
cualitativos que contratan los candidatos más competitivos: Daniel Scioli,
Sergio Massa y Mauricio Macri. Hay una demanda de mayor precisión en la
respuesta a los problemas económicos. Parece que el “Síganme” ya no alcanza. En
buena hora.
De hecho, Daniel Scioli empezó a bajarse del remanido “con
fe, con esperanza”. Asesores cercanos le explicaron que ese voluntarismo
optimista se le estaba volviendo en contra y fueron más allá: El oportunista
“Continuidad y cambio” tampoco sirve. Porque, al parecer, según los últimos
estudios la mayoría de la gente ya no quiere escuchar que le hablen de la
“continuidad”, de un proceso que termina con una inflación por arriba del 40
por ciento y además recesión.
Como candidato oficialista tampoco puede hacer del concepto
“Cambio” su bandera. Y acá es donde entramos en el territorio áspero de la
realidad.
Sergio Massa prometió desarmar el cepo cambiario en 100
días, pero ni él ni su equipo económico explicaron con qué medidas lograrán lo
que hoy probablemente terminaría en un nuevo salto inflacionario y una pérdida
fuerte de reservas. Lo que impera son los eslóganes, el impacto marketinero.
El problema central de la economía es la inflación. Ninguno
de los equipos de los tres presidenciables explica, en serio, que programa
implementará para reducirla. Lo más lejos que llegan es a pronosticar que
demandará tres años reducirla a niveles internacionales.
Pero no explican que clavijas ajustarán para lograr esa
desaceleración. Son todos enunciados de buenas intenciones: “Coordinación de
políticas macroeconómicas”, "convergencia de variables", “cambio de
expectativas”, “normalización del Indec”. Apenas unos “Me gusta” de Facebook
para votantes adolescentes.
Incluso, temas centrales en cualquier elección presidencial,
como la presión impositiva, están completamente fuera de agenda. Por ejemplo,
impuestos supuestamente transitorios, como el tributo al cheque, ganancia sobre
salarios, aumento del IVA del 18 al 21,5%, parece que nadie considera necesario
revisarlos.
Hay que reconocer en este punto, cierta resignación perruna
del electorado argentino.
El único tributo distorsivo que entró en la agenda de los
políticos fueron las retenciones y hizo falta una batalla fenomenal que partió
el país, como fue la pelea por la 125. Así y todo, hasta ahora los candidatos
sólo ofrecen medias promesas: Eliminación para las economía regionales y acaso
el trigo, la soja veremos, según cómo evolucione la recaudación. La respuesta
obvia sería, no siempre es lo que recaudas sino también cómo lo gastas.
Macri, siempre el menos político de los políticos, fue el
único que lo dijo con claridad: Prometió eliminar todas las retenciones y hasta
el impuesto a las ganancias. Pero enseguida los “gurúes” de su equipo de
estrategia se apresuraron a diluir lo dicho. Como cuando propuso pagar a los
buitres todo lo que pedían.
Lograron así volver a empobrecer un debate que Macri había
logrado levantar, por el simple expediente de transparentar posiciones y
obligar a discutir medidas concretas. Pero claro, según sus “estrategas”, podía
perder votos. Y así fue llamado al orden y ahora su campaña se centra en fotos
con “José” o “Ramona” publicadas en Facebook.
Y no es casual que Facebook sea la nueva Meca de los
políticos, el santo grial de la imagen, la política como una sucesión
interminable de selfies que evitan el engorro de tener que hablar de lo real
incómodo; de esa tarea ingrata del líder que debe transitar contradicciones
buscando un rumbo, que la mayor parte de las veces lo termina traicionando,
convertido en la máscara de lo que imaginaba.
El modelo kirchnerista termina su ciclo agobiado por el peso
de una crisis económica en buena medida auto infligida por malas políticas y
peores ejecuciones. Lo que viene despierta esperanzas con una promesa
paupérrima: “Racionalidad”.
Como si recuperar la mínima sensatez fuera el nuevo Nirvana
y no apenas el denominador común para empezar una discusión política y
programática, que por su ausencia, empieza adquirir los contornos de un
indisimulable jarrón chino.
© LPO
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