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jueves, 16 de octubre de 2014

Todo lo que esconde la campaña Facebook

Fotos y eslóganes vacíos, el atajo para no explicitar las medidas 
económicas que tomarán si llegan al gobierno.

Por Ignacio Fidanza
Carlos Menem lo dijo con sinceridad brutal: “Si decía lo que iba a hacer, nadie me votaba”. Sentó una lamentable escuela que dura hasta hoy. Candidatos que hacen campañas sin resignar un solo lugar común, apalancados en frases huecas de buenas intenciones.

No es que se nieguen a presentar “programas” de Gobierno. Nadie les pide tanto. 

Lo que se extraña es el humilde enunciado de un puñado de medidas concretas para problemas concretos: Inflación, recesión, déficit, atraso tarifario, default, crisis energética, presión fiscal récord, trabajo en negro.

Los más osados hablan de la posibilidad, así en potencial, de instrumentar una política de metas de inflación y darle autonomía al Banco Central. Y hasta ahí llegamos. Las opciones son obvias: O no tienen idea que van a hacer cuando lleguen al poder o están escondiendo las medidas, porque las saben impopulares.

Como se trata de gente profesional, lo lógico –incluso la esperanza-, es que se trata de esto último.

Sin embargo, algo amenaza este tránsito conocido. La sociedad argentina, a fuerza de traumas económicos y sobre exposición a relatos y forzadas batallas “ideológicas”, comienza a preguntarse lo esencial: ¿Cómo lo vas a resolver? ¿Con qué medidas concretas? ¿Quién lo va a pagar? ¿Cuánto va a costar?

Es lo que empiezan a señalar los focus groups y estudios cualitativos que contratan los candidatos más competitivos: Daniel Scioli, Sergio Massa y Mauricio Macri. Hay una demanda de mayor precisión en la respuesta a los problemas económicos. Parece que el “Síganme” ya no alcanza. En buena hora.

De hecho, Daniel Scioli empezó a bajarse del remanido “con fe, con esperanza”. Asesores cercanos le explicaron que ese voluntarismo optimista se le estaba volviendo en contra y fueron más allá: El oportunista “Continuidad y cambio” tampoco sirve. Porque, al parecer, según los últimos estudios la mayoría de la gente ya no quiere escuchar que le hablen de la “continuidad”, de un proceso que termina con una inflación por arriba del 40 por ciento y además recesión.

Como candidato oficialista tampoco puede hacer del concepto “Cambio” su bandera. Y acá es donde entramos en el territorio áspero de la realidad.

Sergio Massa prometió desarmar el cepo cambiario en 100 días, pero ni él ni su equipo económico explicaron con qué medidas lograrán lo que hoy probablemente terminaría en un nuevo salto inflacionario y una pérdida fuerte de reservas. Lo que impera son los eslóganes, el impacto marketinero.

El problema central de la economía es la inflación. Ninguno de los equipos de los tres presidenciables explica, en serio, que programa implementará para reducirla. Lo más lejos que llegan es a pronosticar que demandará tres años reducirla a niveles internacionales.

Pero no explican que clavijas ajustarán para lograr esa desaceleración. Son todos enunciados de buenas intenciones: “Coordinación de políticas macroeconómicas”, "convergencia de variables", “cambio de expectativas”, “normalización del Indec”. Apenas unos “Me gusta” de Facebook para votantes adolescentes.

Incluso, temas centrales en cualquier elección presidencial, como la presión impositiva, están completamente fuera de agenda. Por ejemplo, impuestos supuestamente transitorios, como el tributo al cheque, ganancia sobre salarios, aumento del IVA del 18 al 21,5%, parece que nadie considera necesario revisarlos.

Hay que reconocer en este punto, cierta resignación perruna del electorado argentino.

El único tributo distorsivo que entró en la agenda de los políticos fueron las retenciones y hizo falta una batalla fenomenal que partió el país, como fue la pelea por la 125. Así y todo, hasta ahora los candidatos sólo ofrecen medias promesas: Eliminación para las economía regionales y acaso el trigo, la soja veremos, según cómo evolucione la recaudación. La respuesta obvia sería, no siempre es lo que recaudas sino también cómo lo gastas.

Macri, siempre el menos político de los políticos, fue el único que lo dijo con claridad: Prometió eliminar todas las retenciones y hasta el impuesto a las ganancias. Pero enseguida los “gurúes” de su equipo de estrategia se apresuraron a diluir lo dicho. Como cuando propuso pagar a los buitres todo lo que pedían.

Lograron así volver a empobrecer un debate que Macri había logrado levantar, por el simple expediente de transparentar posiciones y obligar a discutir medidas concretas. Pero claro, según sus “estrategas”, podía perder votos. Y así fue llamado al orden y ahora su campaña se centra en fotos con “José” o “Ramona” publicadas en Facebook.

Y no es casual que Facebook sea la nueva Meca de los políticos, el santo grial de la imagen, la política como una sucesión interminable de selfies que evitan el engorro de tener que hablar de lo real incómodo; de esa tarea ingrata del líder que debe transitar contradicciones buscando un rumbo, que la mayor parte de las veces lo termina traicionando, convertido en la máscara de lo que imaginaba.

El modelo kirchnerista termina su ciclo agobiado por el peso de una crisis económica en buena medida auto infligida por malas políticas y peores ejecuciones. Lo que viene despierta esperanzas con una promesa paupérrima: “Racionalidad”.

Como si recuperar la mínima sensatez fuera el nuevo Nirvana y no apenas el denominador común para empezar una discusión política y programática, que por su ausencia, empieza adquirir los contornos de un indisimulable jarrón chino.


© LPO

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