La destrucción de la
metafísica
Martin Heidegger, los caminos de la filosofía. |
Por Jorge Romero Gil
Martin Heidegger, es uno de los más importantes filósofos
alemanes del siglo XX. Se preparó en teología católica, ciencias naturales y
filosofía en la Universidad de Friburgo de Brisgovia, siendo discípulo de
Heinrich Rickert, uno de los principales filósofos neokantianos de la Escuela
de Baden, y posteriormente fue ayudante de Edmund Husserl, el artífice de la
moderna fenomenología. Comenzó su docencia en 1915, en Friburgo. De 1923 a 1928
dio clases en Marburgo y, desde el mismo 1928, volvió a Friburgo dónde impartió
la enseñanza de la filosofía.
Su biografía personal no está exenta de polémica política
por su ambiguo posicionamiento durante el régimen hitleriano, no obstante fue
repuesto en la docencia en 1951 retomando su actividad académica en Friburgo.
Su pensamiento ha tenido gran influencia en el desarrollo del existencialismo
del siglo XX y en la filosofía del lenguaje.
De la fenomenología
al ser
Heidegger, trata en sus inicios la fenomenología pero lo que
resalta en su obra son sus reflexiones sobre el ser, ahí es donde entra su idea
de Ereignis -que significa "el suceso" o "el
acontecimiento"- ligado con la de Dasein -etimológicamente sería "el
ser ahí" pero significa simplemente "existencia"-. En términos
simples puede decirse que Heidegger postula por la necesidad de una
precomprensión del ser antes para que éste exista realmente.
La influencia de lo fenomenológico vendría dada en el
concepto mismo de Ereignis -pues es algo que sucede-, ese suceder es lo que da
existencia. Lo que se necesita ante todo es el acontecimiento, si no hay acontecimiento
no hay ser, por eso sino hay observación no se da el primer paso para que haya
ser -la observación es el Ereignis que genera al ser, eso también conecta con
el pensamiento griego en la idea de "desvelación", sino hay
desvelación no hay ser, volvemos entonces a la idea de que en la práctica no
hay ser con existencia externa y por sí mismo, es dependiente del
acontecimiento que lo desvela. Dicho de otra manera: se cuestiona la ontología
propia del ser -o, cuando menos, la posibilidad de alcanzarla cognitivamente-.
La precomprensión del
ser
Ahora bien, eso se complementa con una precomprensión, de
hecho, en Heidegger, la comprensión del ser es previa al ser, es lo que desvela
el ente, no el ente el que por si mismo se desvela ante nosotros, dice Heidegger:
"Y esta precomprensión del ser de los entes no la derivamos de los entes
mismos, sino que es lo que nos posibilita anticipar (Entwurf) el sentido de
esos entes dentro de un ámbito de inteligibilidad" (...) "Esa
precomprensión del ser de los entes es la que posibilita el acceso científico a
cada uno de ellos. De este modo, la comprensión del ser es aquella luz en cuya
claridad podemos encontrarnos con el ente".
Todo lo cual lleva a la definición y la categoría. El
acontecimiento que desvela al ser debe ir acompañado de una precomprensión -una
abstracción que lo define, que dice como ha de ser- que permita identificar al
ser en sí, lo cual es lo que le da inteligibilidad -permite identificarlo con
una categoría o incluirlo en una-.
Todo ello liga indefectiblemente el "ser" con lo
humano, que sería el auténtico Dasein en cuanto "ser ahí" y, también,
en cuanto existente, y existente en un “ahora”, lo demás depende de lo humano.
Todo ello se aborda en su obra inacabada “Ser y Tiempo”. Heidegger es
subjetivista e incluso puede considerarse que alcanza un cierto nihilismo
-cuestión que, por otra parte, estudia al analizar la obra de Nietzsche-.
La reformulación de
la filosofía griega
La destrucción heideggeriana de la metafísica a través de la
negación de su carácter externo a lo humano devuelve a Heidegger al inicio del
problema planteado por la filosofía griega, su negación de la concepción
tradicional de la metafísica no implica ni el desmerecimiento ni el ignorar los
principios establecidos por la filosofía griega. Por el contrario Heidegger
retoma el uso y los conceptos de esta filosofía a la que valora altamente,
pero, lo que hace es volver a plantear la cuestión en “los inicios de la
misma”, así dejando a un lado axiomas asumidos por la filosofía occidental
durante largo tiempo va a las fuentes, revisa el pensamiento de Anaximandro,
Heráclito y Parménides, a los que no entiende como “etapas previas a la
metafísica tradicional” sino como un comienzo abierto a las preguntas y
planteamientos que llevaron a esa metafísica.
Quede claro que Heidegger solo vuelve al principio en cuanto
comienzo, es decir, revisar el camino, pero no desprecia lo caminado, si su
labor deviene en una destrucción de las posiciones establecidas y tradicionales
de la metafísica no hay en Heidegger ninguna pretensión de “superar” una vía
errónea, por el contrario Heidegger asume que la metafísica tradicional ha sido
simplemente el camino seguido en Occidente, no pretende ni minimizarlo ni
borrarlo, simplemente pretende asumirlo y replantearlo. Precisamente por eso no
busca nada “ex novo” sino que, sencillamente, revisa lo caminado a partir de su
principio.
No deja de recurrir a Aristóteles en sus consideraciones
acerca del ser, pero sobre todo lo hace por coincidir en la crítica
aristotélica al pensamiento platónico, a sus planteamientos sobre el bien -que
desvincula de la cuestión del ser- y los universales -que Aristóteles no
comparte. Pero una vez más Heidegger se muestra coherente con su idea de
considerar la totalidad del pensamiento griego como algo vivo, algo que no
tiene por qué abordarse con los esquemas dogmáticos establecidos por el devenir
del pensamiento occidental.
Curiosamente el aristotelismo será a la vez aliado y
oponente para el pensamiento de Heidegger, pero lo que nunca será es
menospreciado, por el contrario, Heidegger en cierta medida profundiza en el
aristotelismo al desmitificarlo y cancelar su carácter dogmático.
Desde la filosofía
griega al lenguaje
Si se apoya en Aristóteles para presentar ciertas
oposiciones o críticas al platonismo, a la vez, recoge del platonismo aquello
que desvincula lo inteligible del problema de “lo verdadero”, así valora la
doctrina platónica del “eidos” -forma-como un avance decisivo en el paso de la
idea de verdad como descubrimiento de lo cierto -externamente cierto, digamos
que “la verdadera esencia de las cosas”- al de la idea de verdad como un enunciado
correcto, es decir: un factor de lenguaje.
Partiendo de las preguntas metafísicas sobre el ser se
alcanzan preguntas existenciales sobre el ser -y es por esa vía por la que
Heidegger influirá en el existencialismo-, lo que sucede es que la
trascendencia o la acentuación pasan de lo externo a lo humo a lo interno a lo
humano. Soslayando expresamente en la metafísica la idea de considerar
relevantes las desvelaciones de una “verdad” supuesta como universal o
universales y, abandonada esta idea, se concentra en las proyecciones y
concepciones del lenguaje. Es decir, si aborda problemas metafísicos no los
considera algo externo a lo humano que hay que averiguar sino un producto
humano cuyo proceso se ha de investigar, y la clave de todo se encontraría en
el lenguaje, su uso y sus estructuras. Eso abrirá un camino importante no solo
al estudio del lenguaje como vehículo de comunicación sino como factor creador,
por no decir como “el” factor creador.
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